Italiano para principiantes

miércoles, 4 de junio de 2008

Esta mañana no aguantaba en la cama más allá de las 7:45 y salí a la calle temprano en busca de aventuras. Yo llamo aventuras a encontrar un bikini nuevo a buen precio o a cruzarme con Olivier Martínez en la cola del supermercado –cosas más raras se han visto- que me invita a un viaje al Caribe por ser la clienta un millón. Yo desde aquel anuncio de Silke de las compresas aún no me he recuperado)….
El caso es que salí temprano esta mañana y me fui hasta el centro andando –que está a un tirón, pero el paseo me relaja y me ayuda a poner en orden muchas cosas que tengo desordenadas en la cabeza-. Para mi estupor, el centro estaba tomado por los trabajadores de astilleros. El tema de siempre: la reconversión y la reducción de plantilla. Cuando yo me quedo en paro nadie se da ni cuenta. Pertenezco al colectivo más conformista que se conoce; así nunca llegaré a ningún sitio…
Me recordaba a una de tantas procesiones -salvando las diferencias- con ríos humanos en fila india, vallas cortando la circulación y colas interminables de gente desconcertada esperando el autobús. En medio del caos un policía local se movía como pez en el agua. Iba con el uniforme completo, chaleco fosforescente y megáfono gritando: “Todos a las aceras, vamos a restablecer el tráfico en breve” y eso en mitad de los gritos de guerra y pancartas de los manifestantes. Él se veía en su salsa sintiéndose realizado, como si formara parte de un rodaje gritando a cada actor donde debe colocarse para iniciar la nueva escena antes de cerrar la claqueta y gritar eso de “cámara y acción”.
Me recordó mi viaje a Italia hace varios años. De vuelta a casa, tras diez días formando parte de una expedición de turistas en un viaje record con guía, como aquel de la película (“Si hoy es martes esto es… Bruselas”), la compañía canceló el vuelo aludiendo problemas técnicos. A los diez minutos de anunciar la tragedia por megafonía ya estaban repartidos los papeles de la película. El líder, un ingeniero de Dragados y Construcciones que viajaba con su esposa, decidió que en España le esperaban compromisos ineludibles y que tenía que coger el vuelo alternativo que ofrecían, que salía a las once y media de la noche, haciendo escala en Barcelona. El aspirante a líder, un químico ucraniano afincado en Málaga que viajaba solo, pensaba que lo más razonable era esperar al día siguiente. El ucraniano se movió rápidamente y consiguió hacerse con vales de comida y un hotel de cuatro estrellas pagado por la compañía. Él y sus seguidores estaban fascinados por el logro. Tenía al público entregado. Yo viajaba con mi hermana y estábamos desorientadas como un pollo en las carreras. Había tres parejas de recién casados en luna de miel que pensaban que lo más razonable era lo del ucraniano, mientras que un matrimonio de ancianos de Ayamonte tiraba de mí para que nos fuéramos en el primer avión que salía para Barcelona. Era lo más parecido al clásico “La Aventura del Poseidón”. Me acordaba de mi escena favorita: aquella mujer obesa y metida en la cincuentena que había sido nadadora olímpica y daba la vida para rescatar a pleno pulmón al protagonista que se había quedado atrapado bajo el agua….
Yo, con mi conocida fobia a volar, decidí esperar al día siguiente. Nos despedimos de los que se fueron con abrazos y besos desmedidos para lo poco que nos conocíamos. Era el mismo cariño que derrochan en las diversas ediciones de “Gran Hermano”.
Después de ese viaje he vivido otros parecidos y los papeles se han vuelto a repartir de la misma forma. Esta mañana sin ir más lejos, he vuelto a ver un agente con la mirada circunspecta creyendo que tiene una misión muy importante de la que depende el resto de la humanidad: “Vamos. Todo el mundo a las aceras, vamos a restablecer la circulación”…


La Dama

0 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

 

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