Canción Del Amor Prohibido

viernes, 27 de agosto de 2010



Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos porque mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tu apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

(José Angel Buesa)

Elegí un mal día para dejar de fumar...



Y eso que nunca he fumado, aunque hice el intento en la adolescencia, pero no sabía echar el humo y me asfixiaba. Me quedé con las ganas, como en otras muchas cosas que vinieron después...

Era un mal día para empezar a escuchar jazz. El jazz es una afición nueva que tengo pendiente. Alguien me la ha contagiado. Los hobbies y los vicios se contagian, está comprobado. Lo dicen ocho de cada diez dentistas en España (los mismos que fueron entrevistados para el anuncio de Colgate). También el malhumor, el acento y la gesticulación. Sólo tienes que tener las compañías adecuadas. Dime con quién andas y te diré qué te ha contagiado... Eso decía mi abuela.

No me cuesta nada mimetizarme con el ambiente. Soy un camaleón humano. Se me pegan las costumbres (las buenas y las no tanto), las pausas y los dejes en el habla y la forma de caminar. El estilo no, eso es imposible. No hay improvisación que parchee el estilo.


No era el mejor día para coger el autobús. Lo sé: dejar tu destino al azar en manos de que el conductor tenga un buen día, es definitivamente arriesgado. Pero con frecuencia lo hago. Me refiero a arriesgarme. Siempre he jugado en la rueda de la fortuna. Y además evito sufrir con el coche porque tengo un trauma con el aparcamiento. Y, dicho sea de paso, una cruzada con el ayuntamiento. El alcalde pretende financiar sus obras salomónicas con mis denuncias. Creo que me ha puesto un vigilante de zona azul dedicado a perseguirme, con un cronómetro esperando a que me pase un minuto para multarme. Y como sabe que la puntualidad no es mi fuerte…

Era un día desastroso para ver a un ex. Me he encontrado con Amor nº 10 y se me han atragantado las palabras, como el humo que intentaba canalizar de los cigarros de mi adolescencia. Sin embargo ha sido exitoso reencontrarme con mi pasado, en forma de una antigua compañera que se ha quedado petrificada al verme. En cualquier otra persona lo hubiera pasado por alto, pero en ella, que hace diez años me miraba por encima del hombro…me he dado el gustazo, la verdad. Ha sido como ir a una de esas fiestas de antiguos alumnos, donde el patito feo que recordaban todos ahora es un cisne de un blanco inmaculado...

No era el mejor día para dirigir el mundo (mi mundo). Ayer me sentía con la mecha apagada. Y todo lo sufrió un repartidor de sueños o de caprichos (según se mire), que tiene conmigo una paciencia infinita.

Hoy habría sido un mal día para dejar de fumar. Menos mal que no he tenido que hacerlo…

(La Dama)

Psicoanálisis del Amor

viernes, 13 de agosto de 2010



[...]No creo que sea completa esa enumeración de los métodos con que el hombre se esfuerza por conquistar la felicidad y alejar el sufrimiento; también sé que el mismo material se presta a otras clasificaciones. Existe un método que todavía no he mencionado; no porque lo haya olvidado, sino porque aún ha de ocuparnos en otro respecto. ¡Cómo podría olvidar precisamente esta técnica del arte de vivir! Se distingue por la más curiosa combinación de rasgos característicos.

Naturalmente, también ella persigue la independencia del destino y con esta intención traslada la satisfacción a los procesos psíquicos internos, utilizando al efecto la ya mencionada desplazabilidad de la libido, pero sin apartarse por ello del mundo exterior, aferrándose por el contrario a sus objetos y hallando la felicidad en la vinculación afectiva con éstos. Por otra parte, al hacerlo no se conforma con la resignante y fatigada finalidad de eludir el sufrimiento, sino que la deja a un lado sin prestarle atención, para concentrarse en el anhelo primordial y apasionado del cumplimiento positivo de la felicidad.

Quizá se acerque mucho más a esta meta que cualquiera de los métodos anteriores. Naturalmente, me refiero a aquella orientación de la vida que hace del amor el centro de todas las cosas, que deriva toda satisfacción del amar y ser amado. Semejante actitud psíquica nos es familiar a todos; una de las formas en que el amor se manifiesta nos proporciona la experiencia placentera más poderosa y subyugante, estableciendo así el prototipo de nuestras aspiraciones de felicidad. Nada más natural que sigamos buscándola por el mismo camino que nos permitió encontrarla por vez primera.

El punto débil de esta técnica de vida es demasiado evidente, y si no fuera así, a nadie se le habría ocurrido abandonar por otro tal camino hacia la felicidad. En efecto: jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado a su amor.

Pero no queda agotada con esto la técnica de vida que se funda sobre la aptitud del amor para procurar felicidad; aún queda mucho por decir al respecto.


(Sigmund Freud)
 

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