Voy a mil...

sábado, 23 de abril de 2016


Estos días ando metida en una especie de montaña rusa por muchos motivos. Y lo peor de todo es el consumo de tiempo que me crea. Paso con naturalidad del martes al jueves sin saber qué ha ocurrido con el maldito miércoles. Hace cinco horas he vuelto de Granada. Salí de casa esta mañana para hacer un viaje de tres horas, hice las gestiones por las que me emigré justo cuando estaba amaneciendo y antes de ponerse el sol estaba ya de vuelta en casa. He comido en un McDonald´s, un sitio donde hasta ahora me sentía fuera de lugar. El hambre y la fuerza mayor de no conocer la ciudad a fondo han hecho el resto. Desde este mediodía el McDonald´s puede ser un lugar entrañable (mi nuevo hogar)… humm, ¿qué he dicho?¿”nuevo hogar”? Los radicales libres de la comida rápida empiezan a hacer estragos en mi cerebro.  
A todo esto he tomado dos autobuses (el tren lo están terminando, todo un detalle teniendo en cuenta mi nueva afición a hacer viajes exprés) y dos taxis. Llegué tarde, por lo que no había tiempo para florituras ni recibimientos. Tenía la lengua como si hubiera abierto la boca en plena tormenta de arena. He bebido agua en un baño por necesidad extrema (no me han dado ni un café) y me han empolvado la nariz para quitarme los brillos que “no dan bien en cámara”. He grabado un documento que me hará inmortal para la posteridad y no me extrañaría nada que formara parte de una de esas cápsulas del tiempo en las que los americanos meten cosas raras como cintas VHS con la peli de los Goonies y la bandera de barras y estrellas, para que generaciones venideras de humanos o de extraterrestres (en caso de que nos carguemos la Tierra) descubran las cosas tan fantásticas en las que invertimos nuestro tiempo los humanos de hoy.  

Mañana tengo otro viaje de ida y vuelta. Se supone que será de ocio. Y la semana próxima dos. Esperando que de una vez por todas inventen el teletransportador me muevo a la velocidad de la luz como el Correcaminos, o más bien como el Demonio de Tasmania girando sobre mi propio eje, pero con la suerte del Coyote con la marca A.C.M.E.

La vida te da instrucciones para volar en vez de enseñarte a andar, o de pensar para no pensar. La verdad es que tanta actividad me permite deshojar mi calendario a la velocidad de la amnesia que se apodera de los recuerdos más dolorosos. La vida gira demasiado deprisa últimamente. Y lo peor de todo es que se lleva con ella nuestros recuerdos, nuestra vitalidad y a nuestros seres queridos. No es mal cambio la velocidad por la amnesia reparadora.
Yo cambiaría hoy la cinta de los Goonies por esta de Olé-Olé en los tiempos de Vicky Larraz...
 

 

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