El Río

viernes, 29 de marzo de 2013


Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo. Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida y respirando entrecortadamente, pero entonces no te has ido cuando te fuiste en algún momento de la noche antes de que yo me perdiera en el sueño, porque te habías ido diciendo alguna cosa, que te ibas a ahogar en el Sena, o sea que has tenido miedo, has renunciado y de golpe estás ahí casi tocándome, y te mueves ondulando como si algo trabajara suavemente en tu sueño, como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua. Así una vez más, para dormir después con la cara empapada de un llanto ... hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras.

Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia, uno se pregunta si realmente crees en tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y adjetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola. Pero ya ves, escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón, pero qué puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido, arrullado casi por tus imprecaciones previsibles, con los ojos entrecerrados mezclo todavía por un rato las primeras ráfagas de los sueños con tus gestos de camisón ridículo bajo la luz de la araña que nos regalaron cuando nos casamos, y creo que al final me duermo y me llevo, te lo confieso casi con amor, la parte más aprovechable de tus movimientos y tus denuncias, el sonido restallante que te deforma los labios lívidos de cólera. Para enriquecer mis propios sueños donde jamás a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme.

Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos.
(Julio Cortázar)

Puntos suspensivos

jueves, 21 de marzo de 2013


 
Lo peor del amor, cuando termina,

son las habitaciones ventiladas,

el solo de pijamas con sordina,

la adrenalina en camas separadas.


Lo malo del después son los despojos

que embalsaman los pájaros del sueño,

los teléfonos que hablan con los ojos,

el sístole sin diástole ni dueño.


Lo más ingrato es encalar la casa,

remendar las virtudes veniales,

condenar a galeras los archivos.


Lo atroz de la pasión es cuando pasa,

cuando, al punto final de los finales,

no le siguen dos puntos suspensivos...
 
(Joaquín Sabina)

Amor, resaca y otras cosas bonitas

domingo, 10 de marzo de 2013


Debería alejarme más de la multitud de lo que ya lo hago. Todos son cócteles, discursos, mierda.
He pisado más bares que ciudades en el extranjero y he bebido más de lo que he besado, pero si tuviera que buscar al culpable de todo esto diría que sois todos vosotros. A vosotros, por hacerme sentir culpable a mi.
Y no sólo de eso.
En la televisión salen demasiadas mujeres que aspiraban a ser famosas, e imaginaros su decepción al ver que se hacían más famosas sus medidas que ellas mismas.
Todo se rige por un estúpido ideal común que solo sirve para tener la conciencia limpia, cuando, por ejemplo, la mía está sucia. Podrida, rota y moribunda. Y no me avergüenza ni lo más mínimo aceptar que hago todo lo posible para contagiar a todas las que me rodean, consiguiendo en ocasiones que estas me rehuyan, y cuando lo hacen, sé que estoy haciendo bien mi trabajo y lo celebro haciendo mofas, escribiendo sátiras, silbando mientras nada, haciendo nada mientras silbo, enumerando cosas, perdiendo el sentido, bebiéndote con té contentándote con cereales y miel.
Y si ese estúpido ideal común es la búsqueda de la felicidad eterna, yo me imagino la mía en una cafetería. Tengo esos guantes que están cortados por la parte de los dedos y me gustan, estoy contento con ellos, con su simpleza, me dejan manejarme con la cerveza o el café que tengo en las manos y me siento cómodo, fingiendo que tengo la situación bajo control. Delante de mi se sienta mi novia, bebe de su café mientras me mira y guiña un ojo. Sonríe. Yo saco un cigarrillo y me disculpo de nuevo por haber fallado en mi décimo-tercer intento de dejarlo. Sonríe de nuevo.
Hablamos sobre sus últimos dibujos, ella está muy entusiasmada y me los enseña. Juro sobre mi tumba-en la cual yacerá un epitafio en el que estará escrito "A MI SALUD" y una jarra interminable de cerveza-que le presto atención, pero mientras tanto no puedo dejar de hipnotizarme con su cara y con su... todo.
Dice cosas y luego dice otras... por mucho que ella lo negase, está completamente chiflada, de un modo que me hace sentirme bien conmigo mismo. Ya sabéis, salir por ahí, escuchar música y emborracharme endiabladamente y estar condenado a cadena perpetua entre sus sábanas.
Pero luego ella se va, y yo vuelvo a mi estado cíclico de estarla buscando constantemente como si no hubiese un mañana. Hasta que nos encontramos de nuevo y el reloj de arena vuelve a caer hasta que se rompa.
Y finalmente volver a ese sitio que es el hogar, nuestro hogar.

(Del blog: Once)

Vuelco el frutal garnacha

sábado, 9 de marzo de 2013




Vuelco el frutal garnacha por tu ombligo;
lo huelo, palpitando la osadía
de beberlo sobre tu anatomía
con la luna por único testigo.

Los nidos de tus pechos son abrigo
más que feliz para esta enología;
rojo cereza el tinto se desvía
y con la lengua en vilo lo persigo.

Un delicado tráfico de frutas,
un rumor de barricas y maderas
acompaña el desmayo de tu ropa.

Y se desliza como en una gruta
hacia donde mi sed se desespera.
El vino es mi pasión. Y tu, mi copa.

(Raúl Óscar Ifran, I Concurso Lugus de literatura erótica y vino)

Tu jardín con enanitos



Hoy le pido a mis sueños
Que te quiten la ropa
Que conviertan en besos
Todos mis intentos de morderte la boca.

Y aunque entiendo que tú,
Tú siempre tienes la última palabra en esto del amor
Yo hoy le pido a tu ángel de la guarda
Que comparta, que me de valor y arrojo en la batalla, pa’ ganarla...

Y es que yo no quiero pasar por tu vida como las modas
No se asuste señorita, nadie le ha hablado de boda
Yo tan solo quiero ser las cuatro patas de tu cama
Tu guerra todas las noches, tu tregua cada mañana...

Quiero ser tu medicina, tus silencios y tus gritos
Tu ladrón, tu policía, tu jardín con enanitos
Quiero ser la escoba que en tu vida barra la tristeza
Quiero ser tu incertidumbre y sobretodo tu certeza.

Hoy le pido a la Luna
Que me alargue esta noche
Y que alumbre con fuerza
Este sentimiento y bailen los corazones.

Y aunque entiendo que tú,
Serás siempre ese sueño que quizás nunca podré alcanzar
Yo hoy le pido a tu ángel de la guarda
Que comparta, que me de valor y arrojo en la batalla, pa’ ganarla...

Y es que yo no quiero pasar por tu vida como las modas
No se asuste señorita, nadie le ha hablado de boda
Yo tan solo quiero ser las cuatro patas de tu cama
Tu guerra todas las noches, tu tregua cada mañana...

Quiero ser tu medicina, tus silencios y tus gritos
Tu ladrón, tu policía, tu jardín con enanitos
Quiero ser la escoba que en tu vida barra la tristeza
Quiero ser tu incertidumbre y sobretodo tu certeza.

Y es que yo quiero ser el que nunca olvida tu cumpleaños
Quiero que seas mi rosa y mi espina aunque me hagas daño
Quiero ser tu carnaval, tus principios y tus finales
Quiero ser el mar dónde puedas ahogar todos tus males.

Quiero que seas mi tango de Gardel, mis octavillas
Mi media luna de miel, mi blues, mi octava maravilla
El baile de mi salón, la cremallera y los botones
Quiero que lleves tu falda y también mis pantalones

Tu astronauta, el primer hombre que pise tu luna
Clavando una bandera de locura
Para pintar tu vida de color, de pasión,
de sabor, de emoción y ternura
Sepa usted que yo ya no tengo cura sin tu amor.

(Melendi)

Instante eterno

lunes, 4 de marzo de 2013


Hoy al reencontrarlo, al verle, al mirarlo nuevamente a los ojos, supo que él aún podía darle ese bienestar que tan bien conocía...

Y que, a pesar de la distancia, seguía guardando recuerdos y sensaciones. Esa pasión que la recorría, que quemaba, que hacía vibrar como un escalofrío, que bajaba por su cuerpo al verle, era un cosquilleo que se apoderaba de su estomago. En aquel momento, cuando sintió su aroma, su perfume, la llenaba de nerviosismo.

Ese conjunto de cosas le recordó que estaba viva, que era mujer y amante, que era una esclava de todas estas sensaciones. No quería dejar de probar esa excitación, esa confusión que sentía cada vez que él se marchaba. Y hoy estaba segura de que deseaba entregarse a la calidez de ese momento.

Le habló, le miró, le tocó para cerciorarse de que ese momento era real. Para comprobar que é, al igual que ella, aún la amaba, aún la quería, aún la deseaba. El tiempo y la distancia los unían, eran uno y así se hacía cómplice un ‘te amo’ dichos con el alma.

Ella le abrazó, él se entregó. Tiernamente la cogió por la cintura. Después, le retiró el cabello de los hombros. Los cuerpos se fundieron y la alegría les inundó.

Ella habría deseado morir así, arropada por él. Y ese instante se hizo eterno.

(Del programa de radio: "Es amor")
 

Copyright © 2009 Grunge Girl Blogger Template Designed by Ipietoon Blogger Template
Girl Vector Copyrighted to Dapino Colada