Te Quiero

domingo, 25 de julio de 2010



Te quiero... y me mueves el tiempo de mi vida sin horas.
Te quiero en los arroyos pálidos que viajan en la noche,
y no termina nunca de conducir estrellas a la mar.
Te quiero en aquella mañana desprendida del vuelo de los siglos que huyó su nave
blanca hasta el agua sin ondas donde nadaban tristes, tu voz y mi canción.
Te quiero en el dolor sin llanto que tanta noche
ha recogido el sueño en el cielo invertido en mis pupilas
para mirarte cósmica, en la voz socavada de mi ruido de
siglos derrumbándose.
Te quiero (grito de noche blanca) en el insomnio reflexivo
de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
Te quiero... Mi amor se escapa leve de expresiones y rutas, y va rompiendo
sombras y alcanzando tu imagen desde el punto
inocente donde soy yerba y trino.

(Julia de Burgos)

El Muro de las Mentiras



He mentido. He mentido mucho. He mentido siempre. He mentido tanto que no sé distinguir la verdad de mis mentiras.
Al principio fue por necesidad, para ocultar secretos que me parecían inconfesables, pero luego se fue convirtiendo en una rutina. Si sentía hambre, decía que no lo sentía. Si estaba triste, decía que no lo estaba. Si algo me parecía bonito, decía que era horrible. No quería hacer daño a nadie, pero empezó a ser una costumbre. Cada mentira, como un efecto dominó, llevaba a otra y se convertía en un ladrillo con el que construir mi día a día. Y así empecé a poner ladrillo sobre ladrillo hasta crear un muro que me ocultaba de los demás y a los demás de mí. Para atenuar mi angustia por la tendencia irrefrenable a mentir, comencé a disfrazarme hasta transformarme en otra persona y vivir como esa persona en quien me había convertido. Mi invento me superó y había cobrado vida propia. Había creado una encantadora de serpientes y la gente se postraba a sus pies. Evitaba los espejos porque no quería que me devolvieran al pasado. Pero un día me vi reflejada en un estanque. Empecé a sentir miedo. No reconocí a la que ví sobre el agua. Lancé una piedra sobre ella y salí corriendo.
Pero no hay lugar en el mundo donde una pueda escapar de sí misma. Y la imagen de aquella mujer que no se parecía a mí me atormentaba. Y entonces decidí acabar con ella. Borré el carmín de su sonrisa falsa y fui a un acantilado para lanzar sus zapatos de tacón de aguja al mar. Quemé sus notas de papel donde apuntaba los nombres de sus víctimas. Seres a los que había destrozado el corazón y abandonado después sin contemplaciones. Y empecé a derribar el muro que había construido, ladrillo a ladrillo, como comenzó.
Y entonces dejé de mentirle a todos. Las verdades salieron de mi boca como los vientos huyendo de la caja de Pandora. No me quedó ni la Esperanza de la leyenda. Pero me sentí libre, muy libre. El lastre de años había desaparecido repentinamente junto a la hoguera que hice con mis mentiras. Y empecé a retomar mi vida anterior. Y lo más importante: dejé de mentirle a la única persona que siempre ha estado conmigo: yo misma.

(La Dama)

Es 20 de Julio...

martes, 20 de julio de 2010



Noto el calor de julio rozarme las mejillas. Se despereza el verano, con sus primeros rigores, y presiento que una multitud de hermanos ya me espera a las afueras del Santuario para hablarme de sus cosas. El murmullo exterior acude a mis oídos, como olas intermitentes de una playa, y un febril pálpito de emoción se apodera de mi cuerpo alertándome de que el Día ha llegado. Es 20 de julio. Madrugaré, acicalaré mi cuerpo –siempre fui algo coqueta y… resultona- y os abriré las puertas de mi Casa, para que el aire de la vida y la alegría del reencuentro inunde todas sus estancias...

Ya veo las primeras caras sonrientes, familias al completo que vienen para acompañarme en romería al pueblo como cada año. Os veo con cierta inquietud colocarme sobre las andas y emprender juntos el camino. El sol también se cuela, invitado eterno, con su luz templada de media tarde, mientras descendemos. Hacemos un descanso: estamos en la Casa Lino y me giráis 180 grados para contemplar, en una suerte de tiempo suspendido, la grandeza del Santuario donde habito. ¡Viva la Santa! ¡Viva Santamaría Magdalena! ¡Vivaaaaa!... Eleváis entonces mi nombre a los cielos en gestos agradecidos; aunque yo también, hacia mis adentros, sin que apenas lo notéis, susurro vuestros nombres y recupero para mí los dolores y las bendiciones que durante los años me habéis ido narrando. Serpenteamos el descenso y descansamos las piernas en una amable casa de campo donde se apacigua el calor mediante el ofrecimiento de sangría a los romeros, y en el primer Molino, también parada habitual, mientras escuchamos pugnar en los cielos el sonido de los cohetes y de las tracas, o disfrutamos del lanzamiento jubiloso de globos con que alguna huerta nos recibe a nuestro paso. Ya en el Paseo de los Molinos, la romería se convierte en Procesión. Un gentío arremolinado me acoge con gentil hospitalidad. Es el momento de colocarme frente al espejo en mi invisible tocador –lo merecéis- y de vestirme para el momento. Refulgentes piedrecitas colgáis sobre mi cuerpo; una nueva Cruz de madera sustituye a la que me acompaña durante el invierno; me colocáis una corona con el escudo del pueblo encastrado en su frontal, y hasta la Vara de Mando, que simboliza el ordenamiento del engranaje social, forma parte inseparable de mi nuevo traje de Fiesta. Sobre unas lustrosas andas ya temblequea mi figura pendida de los hombros del Patronato, precedida de las Bellezas del pueblo junto a sus Damas de Honor, y escoltada por las autoridades civiles, eclesiásticas y de orden público. Pero a mis lados escucho a la gente lamentar un tiempo actual de desgarro económico y azotes varios, y lloro…; hijos que están viendo perder propiedades y futuros, o que terribles enfermedades acuden a sus vigilias como pesadillas insistentes, cada noche. Entonces noto sus manos rozar fervorosamente mi cuerpo en busca de esperanza, o los veo casi macilentos, acompañándome con sus pies desnudos sobre un suelo inhóspito, expresando promesas redentoras o agradecimientos sinceros.

La nostálgica calle Mayor –trecho antiguo y hermoso- me permite bordear el ayuntamiento, mientras contemplo la imagen remozada, como de postal, de la Plaza Vieja a la que tanto amo. En su centro se yergue la institución de los Mares: nuestro Jorge Juan, con quien, por medio de un lenguaje puramente celestial, nos mandamos un saludo de complicidad y bienvenida. Me encuentro ya frente a la entrada de la Iglesia de San Pedro, la más antigua de la villa, con cuyo honorable Patrón –que también lo fue de vosotros- me dispongo a su reencuentro con toda la reverencia que me cabe. Hacemos un alto, poco antes de la entrada a la Iglesia, y emerge de su interior el sutil sonido de un órgano que encapsula y atrapa el ambiente en un todo mágico. Un sonido al que le acompaña los gestos complacidos y entregados de mis hermanos. De entre la multitud que me rodeáis, de entre la gente que me mira y me aclama, surgen, a golpes discontinuos de gran emoción, de nuevo las sílabas que entrelazan mi nombre suspendido sobre la indescriptible magia de mi Himno: ¡Viva Santamaría Magdalena! ¡Vivaaaaaaaaa! ¡Viva la Santa! ¡Vivaaaaaaaaa!
Me conducen por el pasillo central de una iglesia cuyos bancos y paredes diría que han desaparecido ante tanta concurrencia. Espontáneamente se forma a mi paso unos cánticos y unos aplausos que me ensordecen, que estremecen cada rinconcito de mi cuerpo; hasta el calor pegajoso de julio que allí se forma, parece desvanecerse ante la fiebre de amor que me llega. En el Altar Mayor, con cuidado milimétrico, me giran y dejan mi mirada, por fin, enfocada a la vuestra. De frente, sin barreras, cara a cara, piel a piel, os vuelvo a encontrar, a cada uno, madres, padres, niños, abuelas… en la ofrenda de un tributo eterno que no merezco. Y os sigo enviando mensajes de esperanza y fe desde el Altar, por medio de ese lenguaje que sólo el alma percibe, un alma limpia y creyente, pues sólo esa es capaz de escuchar mis palabras… Alrededor de la media noche, se dibuja en el cielo un lienzo de luz, color y sonido. Es La Alborada, que como el postre de una cena que nunca olvida la memoria, os invita a salir a las calles del pueblo para encontraros en bares y comparsas con la fiesta civil que tan respetuosamente convive con la religiosa. Mientras la noche, regocijada en su logro, va adueñándose de nuestras vidas…

Aquí, en la parroquia de San Pedro, permanezco unos días; siempre pocos. Es 22 de julio. Salgo fuera, de nuevo sobre mis andas y con mi gente cobijándome, por unas calles que he visto nacer y desarrollarse, y que cada año siguen sorprendiéndome como si se tratara de un amigo al que de tanto en tanto ves. Mi espíritu abandona por un instante mi cuerpo en ese desfilar, se eleva, y se marcha, sin pedir permiso, por las amplitudes de María Cristina, curioseando en sus avenidas de ciudad; por el corazón de Emilio Castelar, agradecido para el viandante aunque algo enojoso para el conductor; por las placetas que se acomodan en cada barrio, o por la Glorieta, que tan altiva camina con su traje de moderna.

Es como un tiempo de vacaciones del que dispones, para recuperar lo tuyo, pero del que ya ves, cuando mejor te sientes, que sus minutos terminan…

El primer lunes de agosto ya escucho, antes que al gallo, el ronroneo de mi familia que se dispone a devolverme al Santuario. Desde las cinco y media de la mañana habéis madrugado para orarme. Sobre mis andas, ya hecha la muda para mi Casa de invierno, me despido de San Pedro, por un año. Menos mal que la distancia no interfiere en los sentimientos ni en las querencias, pienso. Pero salgo feliz... Se vuelve a formar una nube humana allá por donde voy, ofreciéndoos sin desmayo para llevarme sobre vuestros hombros y acercándoos para saludarme, tocando mis pies y mi cuerpo. Bien de mañana, el cielo llora Aleluyas con poemas y frases nacidas del sentimiento frente a la carismática papelería “El Roget”. Me lleváis en volandas hacia San Roque. Un poco antes, me sobrecojo ante la suelta de unas palomas que nos indican en su trayectoria el anuncio de que vendrá un "tiempo mejor". De que confiéis. Fuertes y sanas, también me señalan en su ascenso que se aproxima el momento de mi partida. Entonces, en Cardenal Cisneros vuelve a desprenderse de mis ojos una lágrima invisible, una lágrima que, aunque no la veáis, simboliza mi gratitud y mi afecto. Miro por última vez al pueblo, mi villa, mi querida Novelda, y antes de que os percatéis de mi dolor, continúo en la mañana de agosto hacia el Santuario, convencida de que pronto estaré de vuelta... Una breve parada en la Casa de los Pinos sirve de recuperación de ánimos y de fuerzas, y es cuando a paso ligero ya me conducís, bien pertrechados de bocadillos de tortilla de patatas y coca-cola, hacia vuestro Castillo de sueños y luchas...

De nuevo estoy aquí, también es mi Casa, en el Santuario de Novelda. Recuerdo, ya en soledad, hace 5 o 6 décadas, a familias enteras que llegaban a este frontispicio para pasar dos noches seguidas en lo que se conocía como una cambra, dejando descansar sus cuerpos sobre ajados jergones. No les empujaba otro deseo que el de hacerse en el Santuario, a las 12 de la noche, con el número que les aproximaría a mi figura en la procesión de descenso al pueblo al día siguiente. Qué familias...
Los cuadros que visten mi Casa me arropan y me transmiten seguridad, como vuestras visitas cada veintidós de mes, tan esperadas siempre. En esos lienzos veo cómo por primera vez escuché a Jesús; de qué manera resucitó a Lázaro; de la forma en que le lavé los pies con perfume y se los sequé con mis largos cabellos; cómo comprobé que Nuestro Señor resucitó, tras acudir a su sepulcro vacío; o incluso cuando le oré por mis pecados durante 7 años, con una calavera sobre mi mano que representaba mi destino, mientras un ángel, como vosotros, suspendido en el espacio, se empeñaba en ofrecerme frutas como alimento. Y donde habrá un órgano de Piedra, en breve, majestuoso y único, incalculablemente grande, cuyos sonidos se esparcirán por todos los rincones de este mundo. Para recordar que julio, queridos hermanos, amado San Pedro…, siempre llega.

(Claudio Rizo)

Recogimiento

lunes, 19 de julio de 2010



Sé sabia, Pena mía, y permanece en calma.
Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:
Envuelve a la ciudad una atmósfera oscura
A unos la paz trayendo y a los más la zozobra.

Mientras que la gran masa de los viles mortales,
Del Placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,
Cosecha sinsabores en la fiesta servil,
Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí

Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridos
Con vestidos ridículos, sobre las balaustradas
Del cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;

Descansa bajo un arco el moribundo sol
Y, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,
Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.

(Charles Baudelaire)

Nuestro amor será leyenda

miércoles, 14 de julio de 2010



No hay doctor que me retenga
No hay dolor que me detenga
No hay planeta que me eclipse
O de tu lado me desvíe

Del clamor yo no dependo
Del halago me desprendo
No hay error que me resigne
Ni un porqué que me empecine

No hay rencor que me de frío
No hay amor como este mío
Tus acciones te definen
El destino es quien camine
No hay temblor que me delate
No hay distancia que esté lejos

Desde lejos nos tenemos en el fuego
Desde lejos nos tenemos en los mares
Desde lejos yo te siento amor
Desde lejos nos tenemos en los huesos
Desde lejos nuestros cuerpos se hacen aire
Desde lejos yo te puedo amar
Desde lejos nuestro amor será leyenda
Desde lejos hablarán
De este amor que es de leyenda van a hablar

No hay honor en esta guerra (ni en ninguna Guerra)
Ni fervor que la merezca
No hay un fin que me de brío
No hay bufón que me divierta

Si eres fe yo me convierto
Tu existencia me da aliento
Te lo digo convencido
No hay amor como este mío

Y eso siento más o menos
Y por eso mismo muero
Dime si no merecemos
Dar la vida en intentar
Si he de amarte desde lejos
Quiero hacerlo hasta el final… final, final.

Desde lejos yo te quiero con el fuego
Desde lejos yo te tengo con los mares
Desde lejos yo te siento amor
Desde lejos nos tenemos en los huesos
Desde lejos nuestros cuerpos se hacen aire
Desde lejos yo te puedo hablar
Desde lejos nuestro amor será leyenda
Desde lejos hablarán
De este amor que es de leyenda y tú te vas

(Alejandro Sanz)

Y entonces va él y me regala esta canción...

Canción de la Joven Loca

sábado, 10 de julio de 2010



Cierro los ojos y el mundo muere;
Levanto los párpados y nace todo nuevamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
Sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Soñé que me hechizabas en la cama
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Imaginé que volverías como dijiste,
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).
Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente). "

(Sylvia Plath)

Terapia antiescepticismo nº:1

jueves, 8 de julio de 2010



Me levanto con las mejores intenciones de no equivocarme; trepo por las paredes hasta las cornisas vírgenes los lunes nublados para izar mi bandera pirata; echo al puchero la melancolía de los domingos y la cuezo a fuego lento; me pongo tu camisa blanca y así paso el invierno, con el álbum de recuerdos donde los dos lucíamos una sonrisa de veinte años; abro mi paraguas rojo y miro el horizonte para no convertirme en estatua de sal...

Porque a pesar de todo, necesito seguir creyendo que existe el amor perfecto y que me espera en algún lugar de este mundo...

(La Dama)

Dedicatorias



Sé que estás leyendo este poema
tarde, antes de dejar tu oficina
de la única lámpara amarillo intenso y la ventana que se va oscureciendo
en la lasitud de un edificio fundido al silencio
mucho después de la hora pico.

Sé que estás leyendo este poema
parada en una librería lejos del océano
en un día gris del principio de la primavera, débiles copos arrastrados
por los enormes espacios de las planicies a tu alrededor.

Sé que estás leyendo este poema
en una habitación donde demasiado ha sucedido como para que lo soportes
donde las sábanas se enroscan estancadas en la cama
y la maleta abierta habla de huida
pero todavía no puedes irte.

Sé que estás leyendo este poema
mientras el subterráneo pierde velocidad y antes de subir corriendo las escaleras
hacia una nueva clase de amor
que tu vida nunca permitió.

Sé que estás leyendo este poema a la luz
de la pantalla del televisor donde imágenes sin sonido se sacuden y deslizan
mientras esperás el noticiero de la intifada.

Sé que estás leyendo este poema en una sala de espera
de ojos encontrados y que no se encuentran, de identidad con extraños.

Sé que estás leyendo este poema con luz fluorescente
en el aburrimiento y la fatiga de jóvenes contados,
que se descuentan a sí mismos, a una edad demasiado temprana.

Sé que estás leyendo este poema con tu vista debilitada, los gruesos
lentes agrandando estas letras más allá de todo significado y sin embargo sigues leyendo
porque hasta el alfabeto es precioso.

Sé que estás leyendo este poema caminando por la cocina
calentando leche, un bebé llorando sobre tu hombro, un libro en tu mano
porque la vida es corta y tú también tienes sed.

Sé que estás leyendo este poema que no está en tu idioma
adivinando algunas palabras mientras otras te hacen seguir leyendo
y quiero saber cuáles son esas palabras.

Sé que estás leyendo este poema escuchando, desgarrada entre la amargura y la esperanza
volviendo una vez más a la tarea que no puedes rehuir.

Sé que estás leyendo este poema porque ya no queda otra cosa que leer
ahí donde aterrizaste, desnuda como estás.

(Adrienne Rich)

Vas a ver que los peces pueden volar...



"Felina, la mujer-pez se acerca y me acaricia, me mima con sus palabras escritas en un viento cambiante, que acompañó la mutación del mar, el cambio de estaciones sagrado...
y saber que cada vez falta menos, que nuestra época todavía no ha comenzado, y que inventaremos historias hermosas con finales tristes en alguna habitación vacía, que nos tendrá como únicos habitantes y treparemos a las paredes y dejaré que me mates para matarte luego yo
y quizás nos encontremos una noche de lluvia, y contemplaremos, seremos los testigos de esto que no me ánimo a definir como historia, libro o mandala, nuestra hermosa y maldita carcel kármica que supimos conseguir...
no le hagás caso a mi voz...vos sos la verdadera voz, la palabra, el designio...yo soy el dibujo, la imagen vista desde lejos, ese que se te acercará, te devolverá tu corazón de cristal después de tanto tiempo, y te abrazará, te besará y te invitará a nadar contra la corriente a su lado para siempre...
el milagro de los colores tu pelo, mitad hermosa cara para ser dibujada voy a desterrarte infinitamente de tu cárcel, vos no estás hecha para seguir formando parte de colecciones, de listas aleatorias y humanas...
somos culpables de la eternidad, Maga...la palabra maldita te encierra, a mi también...vos sos la Maga que me encontró, yo soy el Leandro que un Mayo te quiso dibujar...
estamos rompiendo las leyes de la identidad convencional, estamos destrozando las imaginarias
barreras de espacio y tiempo, nunca creimos en las distancias ni en los mares premonitores... aunque se que aún existe un miedo...se que la entrega tendrá que ser absoluta, o no servirá para nada que hayamos engañado a los relojes...
perfecta musa para este pintor de muñecos desnudos cuando nos veamos de nuevo detendremos los relojes, y permaneceremos eternamente en ese primer día, nuestro libro nunca dejará de comenzar, nos sorprenderá con las metáforas de las que formaremos parte...la penúltima canción continuará sonando...
vamos a enterrar a nuestros yo equívocos quiero equivocarme de nuevas maneras a tu lado
poeta maldita, dama asesina, princesa vampira, mujer, mujer-pez, ojos de gata, Maga, mi error más hermoso o mi hermosura más errónea... preparemos las alas, mitad... vas a ver que los peces pueden volar..."

(Julio Cortázar)
 

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