El día que os marchéis

lunes, 26 de diciembre de 2016

Resultado de imagen de risas de niños

El día en que os marchéis, lamentaré no haberme manchado más, haberme pintado la cara tan pocas veces, no haber aguantado más tiempo tirado en la hierba, haber arriesgado tan poco, ya veis, no habérmela jugado más por el desfiladero de vuestros silencios y la tirolina de vuestros ruidos.   
El día en que os marchéis, añoraré el desorden de esta nada y este todo tirado por el suelo, las zapatillas puestas del revés y vuestro escrache madrugador y a pie de cama, las gominolas de tiburones y los abordajes de bucanero en la cubierta del sofá.
El día en que os marchéis, habrá cosas que no vuelvan, lo sé. Y haré inventario de todas aquellas cosquillas que no hice: las cosquillas de antes de acostarnos y las de recién levantados, las que curaban como un Dalsy de dedos y las que cicatrizaban la niebla y la angustia. Las que habrían hecho que el mundo se partiera.
El día en que hayáis crecido y os marchéis y cerréis la puerta y quede el felpudo haciendo burla en la entrada, vendrá todo el tiempo libre del mundo como una broma. Y entonces ya nunca nadie dirá: "Papá, ¿juegas conmigo?".
(...)
Todo está en el épico 'Pulgarcito'. En la lisérgica 'Caperucita Roja'. En el tramposo de 'Pinocho'. O en el propio Wilde, que tuvo dos hijos y poco tiempo para andarles con cuentos. "Los niños comienzan amando a los padres", decía, "cuando ya han crecido, los juzgan; y algunas veces hasta los perdonan".
Andamos por aquí toda una cuerda de padres arrastrando las cadenas con sentimiento de culpabilidad. Porque cuando no son los deberes que tienen ellos, son los deberes que nos ponen a nosotros. Perdiendo el tiempo con un calendario infantil que hemos convertido en cuartel y en cuenta de resultados. Perdiendo los días en imponerles la paz en constante pie de guerra. Perdiéndonos/perdiéndolos idiotizados por el mañana cuando lo que tenemos delante es el hoy. 
A todo esto se nos van. Y a lo peor, cuando lleguemos, ya no están. O están lejos, que es otra forma de ausencia.
Al tiempo: el día en que se marchen, lamentaremos haber arriesgado tan poco.
(...)
Este domingo quedamos en la calle, chicos. Me pido ponerme de portero, hacer el payaso como en las fotos del primer álbum, no discutir por lo importante, sino por tonterías; apurar este trago ávidamente, mandar el móvil de una patada hasta la Osa Mayor, y no tener prisa por dormir si es que hay amaneceres menores.  
Ya tenemos una edad.
Vosotros.
Yo.
Todos los lunes me digo que empezaré este sábado.
Espero que no sea demasiado tarde.

(Pedro Simón)

Matricidio

jueves, 15 de diciembre de 2016

Imagen relacionada

Buenas noches a todas las amigas que vinieron hoy a alegrar a la novia un día antes de su matricidio. Ojalá se hayan divertido en esta fiesta y lo sigan pasando bien. Para quienes no me conocen, soy la hermana de la novia y, por lo tanto, se me atribuyó la responsabilidad de ser madrina en su matrimonio. Como yo suponía que era un mero título, acepté por amor a la familia. Luego, la novia se convirtió en Godzilla y mandaba a quién se le cruzase en su camino. De esa forma, me presento ante ustedes bajo la amenaza de “hazlo bien”. No me malinterpreten, mi hermana merece ser feliz como quiera y la apoyaré pero no sin antes patalear un poco.
            Cuando mi hermana menor me contó que se casaba, lo primero que le dije fue “Despídete de lo bueno”. Le preguntaba insistentemente porqué alguien se amarraba de esa forma a otra persona, su respuesta, tan sencilla y complicada a la vez fue: “por amor”, con una seriedad y ojos de enamorada que iluminaban la pieza; aunque yo, sigo sospechando que debe haber algo más. Ella y el infame llevan casi 5 años de pololeo y convivencia con grandes sobresaltos, según mi hermana: “los clásicos altibajos pero nada que con el infinito amor que nos tenemos no pueda solucionar”. ¿Por qué? ¿Será el placer de sentir la libreta de matrimonio o tal vez decir “mi mujer” o “mi marido”? ¿Dónde queda la metáfora de la jaula que tanto defiende Holly Golightly?

            Como supondrán, nunca me casaré. El matrimonio significa la imposibilidad de terminar rápido una relación en caso de emergencia, como una infidelidad o el odio hacia la suegra, y un contrato así, no se acaba sino se firma el engorroso divorcio, lo que es una lata, por lo que me han dicho. Hermana, ¿para qué entras en el mundo de donde todos quieren salir?

            No todo es tan malo, te agradecemos por librarnos de un novio como el que tienes, que es como Pablo Macaya pero sin el Pablo y sin el Macaya. A ese hombre le crece la panza a una velocidad que no creía posible y que sólo es comparable con la aceleración de la caída de su pelo multiplicado por los litros de cerveza que es capaz de tomar. Es, además, un romántico empedernido; aunque tú le sigas dedicando las canciones más empalagosas de Yuri, él siempre continuará dedicándote el reggaetón más denigrante que encuentre.

            No puedo pensar que es el dinero lo que te llama la atención, puesto que no tiene y a ti no te va nada mal. Eres muy osada, no sabía que te gustaran los deportes extremos. Ese varón que tanto amas y veneras, no es capaz de comprar un kilo de arroz y no porque no sepa elegir entre las distintas variedades sino que no tiene dinero para hacerlo.  Recuerdo que de pequeñas, mientras yo soñaba con viajar por el mundo, tú preferías hondar tu imaginación en algún apuesto príncipe que te rescatara del colegio y tareas hogareñas. Hoy un príncipe y mañana un sapo.

            Habiendo tanto hombre que te amaría y te entregaría tanto, caíste en el último de la lista, que no duda en tener un “pequeño desliz” cada cierto tiempo, ya que, como me dijiste: “reaviva la llama”. Cegada, mi pequeña hermana. Disfruta del último día feliz de tu vida.

            Recalco quienes son las que más sufren  con esta tragedia: tus amigas. Nos dejas por un hombre, conservando tan sólo los recuerdos de tantas borracheras y locuras y con la desesperanza de que no se volverán a repetir. Nosotras te queremos más y se nota. Si dejamos de ir a verte a tu casa no es que el problema sea contigo, es con el desastre que elegiste de marido. Odiamos su forma de vestir, de hablar y de referirse a ti. ¿Has pensando en el día después? Será como una gran resaca de la que no te podrás librar fácilmente.            

            Para no quitarles más tiempo y puedan disfrutar de los vedetos, finalizo deseándote la mejor de las suertes y que ésta noche, tu última noche, la aproveches al máximo que de aquí no sale. No te tomes esto como una humillación, es un desesperado llamado de atención. La soltería da alegría y no debemos enjaular algo que es contra natura, porque la naturaleza es sabia, no se casaría con nadie. Perdónala señor, no sabe lo que hace. Aquí te estaremos esperando para tu despedida de casada.

(Del blog: Cuando se cierran puertas)

París bajo la lluvia

sábado, 10 de diciembre de 2016

Imagen relacionada
Hay un enchufe en la habitación que uso como biblioteca que está roto, y no es por casualidad. Me siento culpable. Yo he sido la causante de semejante estropicio por mi afán de colocar justo en la pared donde está el enchufe un par de cuadros a juego donde se ven dos escenas diferentes de una pareja en un café de París. Los cuadros están situados en una línea recta - o no tanto- entre la pared y la única ventana que da a la calle. Cuando vives en un piso alto, cualquier resquicio de aire se convierte en un pequeño tornado que arrasa a su paso todo lo que encuentra. Ni que decir tiene que al no pesar apenas nada, la escasa brisa que entra desplaza como si fueran un par de plumas los dos cuadros, haciendo que se suiciden una vez tras otra contra el malogrado enchufe de pared. En uno de los cuadros la pareja camina a unos metros del café, dejando atrás sobre la mesa dos copas medio vacías y una botella de vino, y en la imagen, vista a través del cristal de la cafetería, caminan de espaldas al cuadro alejándose del cristal en el que se lee el nombre del local en sentido inverso. En el otro cuadro, el que se desprende constantemente de la pared y se precipita sobre el enchufe hecho trizas, la pareja se susurra algo al oído en un acto de complicidad que sólo ellos comparten. En ambas escenas está lloviendo. Me recuerda un poco a ti y a mí, cuando quedábamos en aquella cafetería donde a menudo compartíamos complicidad y café en alguna que otra sobremesa. Al igual que lo nuestro ya es historia, el cuadro intenta lanzarse una y otra vez desde el metro ochenta que lo separa del suelo, como si la suerte, el azar o la brisa intentaran hacer que me desprenda de los recuerdos que convirtieron aquel “¿y si lo intentamos…?” en un “nosotros”.
El cuadro de la pareja compartiendo susurros en un café de París se ha caído mil veces y otras tantas lo he vuelto a colocar en su sitio desafiando con mi testarudez el paso del tiempo, el clima del sitio en el que sobrevivo sin ti y chorrocientas leyes físicas con tal de tenerte aún a mi lado. Pero aunque siga sobreestimando el poder de los cuelga-fácil de mis cuadros e ignorando las leyes de Newton, tú ya no estás y eso duele en mi enchufe cardíaco, sin mencionar a mi interruptor mental que no quiere apagarte. Sin embargo sé que no hay remedio. Que tengo que pasar página. Que tengo que aprender que ya no hay vuelta atrás, que te has ido sí, que te has ido y esta vez es para siempre…  
Cualquier día abro la ventana y dejo entrar el tornado completo o, en un arrebato, lanzo al vacío los cuadros que tú y yo ya nunca protagonizaremos ni en París ni en ningún sitio… hasta entonces, no me resigno y cada vez que se cae, en un ritual en tu nombre y por las cenizas de lo que fuimos, vuelvo a colgar el cuadro y pienso… "qué bonito fue aquel tiempo en el que tú y yo mirábamos París bajo la misma lluvia".

(La Dama)

El cuento de la Navidad

viernes, 9 de diciembre de 2016

 Resultado de imagen de navidad
 
En el mismo instante, en diferentes ciudades del mundo, cinco personas abrieron las puertas de sus armarios, intentando decidir qué ponerse para la cena familiar de esa noche.
    Una viejita dulce y menuda acarició sus vestidos con piedrecitas y lentejuelas que ya tenían lo menos cuarenta años. Al hacerlo, palpó también las chaquetas de su marido. Se acercó para respirar aquel aroma a sándalo y madera que traían al segundo a aquel hombre atento y bromista a su memoria. Sintiendo el agujero de su ausencia por donde se colaba un viento helado, tocó la urna con sus cenizas.
 
   Una adolescente vegetariana revolvió su armario con creciente malestar pensando en las bandejas de jamón, cordero y marisco que coronarían la mesa de su adinerada familia. Año tras año, le acercaban los platos insistiendo en que comiera, como si su decisión fuese un capricho estúpido y pasajero. Descolgó un vestido austero que nada tenía que ver con ella y se quedó mirándolo. Sus padres le habían pedido que no contase que estaba saliendo con una mujer.
 
   Un hombre de oficina removió sus perchas resoplando, asfixiado por un triple nudo de corbata invisible que se alojaba en su nuez. Le habían despedido hacía meses y su economía ya no era la de antes. En unas horas, sus cuñados ejecutivos le acribillarían con preguntas que le harían sentirse inferior. 
 
   Una mujer recién separada inspeccionó sus baldas como un sabueso, intentando buscar el milagroso jersey que disimulase los kilos que había ganado a raíz de su dolorosa ruptura. Miró en el espejito del armario las raíces sin teñir de su pelo, y sus ojeras abultadas. Sabía que su madre y sus hermanas se horrorizarían al verla así, por lo que empezó a plantearse evitar la cena y quedarse en casa con su hija. 
 
   Un estudiante de reiki desdobló su camiseta favorita de los chakras, soltándola al momento como si hubiera tocado carbones ardiendo. Lo último que quería es que su familia se riese de él o creyera que estaba chalado, pensó con amargura. 
 
   En el mismo instante en que todos iban a amordazar de nuevo a su corazón, una pregunta sacudió violentamente sus cimientos, como si fuera un gigantesco temblor de tierra que derribase el tejado de sus miedos, dejando entrar la luz. 
   Era una pregunta intuitiva como un pálpito y salvaje como un grito de guerra. Hablaba de tragar, fingir, abandonarse… del paso del tiempo y de los días de vida que jamás regresarían, de vivir una mentira sin permitirse Ser. Contaba la historia de la oruga que muere en su capullo sin llegar a emerger nunca como mariposa. 
 
   «Ya no más. Se acabó»
 
   Una certeza cayó sobre ellos, silenciosa y clara como una mañana nevada. 
   En ese preciso momento tomaron la decisión: caminaron hacia el armario y lo atravesaron para siempre
 
   Poco después, la adolescente vegetariana llegaba sonriendo al piso de sus amigos y, besando a su novia, se unía a los juegos de mesa y a las risas. Había intuido que, si alguien se avergüenza de ti o de tus preferencias, vive con un enemigo fiero en su interior que lo reprueba y critica.
 
  El hombre de oficina y el estudiante de reiki llegaron a sus respectivas casas ligeramente nerviosos, pero sin ocultarse. Uno decidió que su valor nunca estuvo en su puesto laboral y el otro resolvió con naturalidad las dudas acerca de aquellos simbolitos de colores de su ropa. Ambos entendieron que nadie puede hacerte sentir que eres menos que otros, a no ser que tú lo creas
  
   Los invitados enmudecieron cuando la mujer separada llegó luciendo coleta y mallas elásticas. Su madre y sus hermanas revolotearon rápidas para ofrecerse a buscarle algo de ropa y diluir la sensación de incomodidad que se había generado en el salón. Pero aquella mujer hizo sonar una copa para anunciar, a todo aquel que quisiera escucharla, que sí, que se había descuidado porque estaba pasando la remierda. ¿Porqué habría de aparentar que todo estaba bien, si no era cierto? 
 
   Aquellas palabras soltaron las corazas de sus hermanas y primos que arrimaron sillas y taburetes para sentarse a su lado. Allí, entre lágrimas y risas, confesiones y copas de vino, izaron una bandera con los trapos sucios de cada uno y desterraron a los fantasmas del pasado. 
   Ella vio que, aunque para muchos aquella velada estaba siendo un valioso regalo, otros la rehuían evitando mirarla. Entendió que algunas personas tienen tanto miedo a Vivir que, cuando pasan junto al dolor, ni respiran
 
   Pero el silencio de aquel grupo no fue nada comparado con la jarana que tenía montada la viejita cuando llegaron sus hijos. Atónitos, se encontraron con que ahora compartían mesa con cuatro invitados recién llegados del otro barrio: su padre Manolito, y las mejores amigas de su madre, Maruja, Carmencita y Dolores. Cada uno tenía sitio reservado con su foto y su respectivo vasito de chinchón. 
  Había que ver las chiribitas de luz en los ojos de la viejita, canturreando feliz a ritmo de jazz mientras iba y venía llenando la estancia de aromas de guisos deliciosos… sabiendo que no había porqué dejar fuera de la celebración a los que se han ido y echamos de menos. Sabiendo que, en realidad, están muy cerca.
 
       ———————————
   Que el armario de tus miedos no sea una caja, que lo conviertas en una puerta que atravesar. 
   Que no sea un lugar donde guardar un disfraz tras el que ocultarse. ¿Por qué querríamos ser queridos y aceptados por ser quien no somos? 
   Que en estas fiestas te permitas elegir lo que te hace sentir bien. Que seas la oveja negra de tu familia, o la oveja blanca, la arcoíris, la moteada… que seas honestamente TÚ.
   Y que siempre te reúnas por amor con quien ames.
   
 
   (Myriam Aram)
 

Copyright © 2009 Grunge Girl Blogger Template Designed by Ipietoon Blogger Template
Girl Vector Copyrighted to Dapino Colada