Aquel Atardecer en Dubrovnik

lunes, 30 de marzo de 2009



No pretendo logros narrativos, ni siquiera que este texto guste, sólo quiero dar sentido a un momento y explicar como unas pequeñas manos pueden albergar la luz necesaria para teñir de colores una noche.

Resulta difícil hablar de uno mismo, pero en muchas ocasiones es necesario volver al inicio del libro para llegar a comprender el final de éste. Nunca imaginé que la puesta de sol de aquella tarde iba a significar de nuevo un antes y un después en la forma de sentir, de percibir a las demás personas.

Aquel atardecer en Dubrovnik se explica con un amanecer, el mío, tras una larga noche que se presentó oscura y fría, y que se extendió más allá de cuarenta días.

Cuando apenas tenía dos meses, lo que al principio pareció ser un suave ronroneo al respirar, consecuencia de la reciente llegada de la primavera, en pocos días acabó convirtiéndose en gritos y prisas por llegar al hospital. Aquel ronroneo había crecido, convirtiéndose en una bronconeumonía inicial, mis pequeños bronquios estaban obstruidos, y el aire se agolpaba en ellos sin posibilidad de alcanzar el resto de los pulmones.

Ante esta situación, agravada por mi corta edad, decidieron aislarme en una habitación limpia de gérmenes, sin contacto con nada ni nadie, todo se hacía a través de guantes, mascarillas y material previamente desinfectado. El régimen de visitas era estricto, muy estricto, treinta minutos por la mañana y otros treinta por la tarde, viéndome a través de un cristal y sin posibilidad alguna de tocarme. Y fue allí, en aquella soledad, rodeado de cables, monitores y vías, donde realmente comienza mi relato, la historia de un atardecer que en opinión de los médicos podría estar muy próximo.

Cada día mi madre iba durante horas al hospital, con la compañía de mi hermana que en aquel entonces contaba con tres o cuatro años de edad. Nadie sabe porque, y nadie nunca preguntó, pero el personal del hospital, guiado tal vez por un sentimiento de compasión, permitía que mi hermana se colara entre ellos y cruzase las puertas para ir a verme. Mil veces me contó mi madre, como testigo en la lejanía a través de los cristales de las puertas, de como mi hermana corría hasta el final de un largo pasillo hasta donde yo estaba, abría sus pequeñas manos y las colocaba sobre el cristal, haciendo lo mismo con la nariz en su afán de que yo abriese los ojos. Me cuentan que así podía pasar horas, de pie, sin quitar sus pequeñas manos de aquel cristal, llamándome y hablándome para que yo despertase mientras acercaba su pequeña cara en un intento de que me llegasen antes sus besos y de este modo, y como ella decía, que el nene se ponga bueno pronto. Esto ocurrió todos y cada uno de los días que estuve allí, durante la mañana y la tarde, pese a tener que levantarse a las seis de la mañana por mi causa.

Pasaron los días y después las semanas y durante todo ese tiempo yo no dejé de respirar, mis bronquios por fin estaban limpios. El equipo médico se felicitaba por mi recuperación, a la vez que sonreían asombrados por como habían ocurrido las cosas. Se habló de la eficacia del tratamiento y de la fortaleza de mi corazón, que aún con el poco oxigeno que le llegaba, siguió adelante.

Nadie me lo ha dicho en este tiempo, ni creo que me lo digan nunca, pero siempre he tenido la sensación, o más que sensación el sentimiento, de que no fue la fortaleza de mi corazón ni siquiera el tratamiento lo que me recuperó, sino el sudor de las manos que mi hermana apoyaba cada día sobre aquel cristal, y el calor de sus besos y palabras las que me ayudaron a salir adelante, las que realmente entraron en mis venas para arropar mi corazón; estoy seguro de que fue su cariño y corazón lo que ayudó a que el mío siguiese vivo, acompañándome durante todo el camino hasta hoy.

Tras aquel atardecer en Dubrovnik y ya entrada la noche, volví a sentir esa soledad fría del que se encuentra perdido, nervioso, sin saber como hacer o como actuar, pero con las mismas ganas de salir adelante que tuve cuando era niño; y una vez más y como en aquella ocasión, encontré unas manos sobre mi cristal, y unos labios que me hablaron y besaron, convirtiendo lo que podría haber sido una noche oscura en soledad, en una noche plenamente compartida, desde sus tonos grises y ocres, hasta los azules rojos y anaranjados como el sol que iluminó aquella tarde.

No puedo recordar las sensaciones de cuando era niño, pero siempre recordaré aquel atardecer en Dubrovnik y sus palabras aquella noche, palabras que fueron el preludio de abrazos y caricias, de un deseo compartido, bebido en grandes tragos hasta quedar saciados. Y porque nunca olvidaré, puedo escribir

Sus palabras me las quedo,
como quiero su amistad y su cristal junto a mis manos,
y nuestros besos robados,
y que no se sienta sola porque yo estaré a su lado,
porque tiene un amigo, porque somos amigos.

("El Coleccionista de Mariposas")

69.G

jueves, 26 de marzo de 2009



En la 69 punto G
tiene el corazón una oficina
donde don Nadie gana al ajedrez
y los adivinos adivinan
y los aladinos aladinan
y de propina, imagínate.

Seremos tu cordón umbilical,
tu confesionario, tu pomada.
Ponte los cascos en la oscuridad
si te da la espalda la almohada,
busca la frecuencia modulada
una coartada para alunizar.

Ven a la 69 punto G
cuando te canses de crecer
y los sueños tarden en venir,
que un Debussy crepuscular
toca en el dial
la seguidilla de Buñuel,
déjanos jugar contigo
al escondite inglés
en la 69 punto G.

Las epidemia fueron anteayer,
las arrugas son de plastilina.
En la academia del amanecer
da clases de morbo Mesalina
y, en una pecera con espinas,
flotan las ruinas de los cabarés.

Ven a la 69 punto G
cuando te canses de crecer
y los sueños tarden en venir,
que un B.B. King sentimental
toca en el dial
la sonatina de Rubén,
déjanos jugar contigo
al escondite inglés
en la 69 punto G.

Toca en el dial
la polonesa de Chopin,
vamos a soplar
la raya del amanecer
en la 69 punto G

(Joaquin Sabina)

Llegaremos a tiempo

miércoles, 25 de marzo de 2009



Si te arrancan al niño, que llevamos por dentro,
Si te quitan la teta y te cambian de cuento
No te tragues la pena, porque no estamos muertos
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo.

Si te anclaran las alas, en el muelle del viento
Yo te espero un segundo en la orilla del tiempo
Llegarás cuando vayas más allá del intento
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo

Si te abrazan las paredes desabrocha el corazón
No permitas que te anuden la respiración
No te quedes aguardando a que pinte la ocasión
Que la vida son dos trazos y un borrón.

Tengo miedo que se rompa la esperanza
Que la libertad se quede sin alas
Tengo miedo que haya un día sin mañana
Tengo miedo de que el miedo, te eche un pulso y pueda más
No te rindas no te sientes a esperar.

Si robaran el mapa del país de los sueños
Siempre queda el camino que te late por dentro
Si te caes te levantas, si te arrimas te espero
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo.

Mejor lento que parado, desabrocha el corazón
No permitas que te anuden la imaginación
No te quedes aguardando a que pinte la ocasión
Que la vida son dos trazos y un borrón.

Tengo miedo que se rompa la esperanza
Que la libertad se quede sin alas
Tengo miedo que haya un día sin mañana
Tengo miedo de que el miedo te eche un pulso y pueda más
No te rindas, no te sientes a esperar.

Sólo pueden contigo, si te acabas rindiendo
Si disparan por fuera y te matan por dentro
Llegarás cuando vayas, más allá del intento
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo.

(Rosana)

El día en que el Olvido entró en crisis

martes, 24 de marzo de 2009



Alguien encontró al Olvido cerca del mar, apartado del mundo y con una botella de ron a la que le faltaba la mitad. Se había cansado de trabajar para los demás y ahora buscaba un cambio radical en su vida. De hecho, era la primera vez que bebía alcohol. Bueno, en realidad, era la primera vez que bebía cualquier cosa. Había comprado una botella de ron en un ultramarinos en el que ni siquiera le habían pedido documentación. Cayó en la cuenta de que, si aparentaba la mayoría de edad, es que estaba haciéndose viejo. Ahí empezó su crisis de identidad, cuando se vio reflejado en las aguas de un estanque y no se reconoció. Había trabajado tantos años provocando toneladas de amnesia ajena, que aquella amnesia impregnada en sus dedos había llegado hasta sus labios y sin darse cuenta él había tomado su propia medicina, olvidando su rostro y el tiempo que llevaba ejerciendo de olvido…

Mientas el Olvido vagaba por el mundo sumido en esta crisis existencial, la gente había dejado de olvidar cosas. Los enfermos de Alzheimer habían experimentado una notable mejoría sin tratamiento alguno y empezaban a recordar cosas y situaciones que meses o años antes habían olvidado. Dejaron de tomar esos mejunjes que los mantenían fuera de la realidad como zoombies y parecían haber salido de una urna de cristal en la que hubiesen hibernado durante largos años. Así: Aurora, la señora de Martín, el viejo cartero del pueblo, fue sola a comprar los ingredientes de la paella que solía prepararle en otro tiempo a su marido. Cuando Juana, la dependienta del supermercado la vio aparecer, arreglada y con cara de haber vuelto a la vida, llamó al encargado para que viniera a echar un vistazo a la “resucitada". No podía salir de su asombro, al ver que Aurora caminaba sola, sin necesidad de la silla de ruedas que había usado en los últimos dos años y que preguntaba cortésmente por toda la familia de Juana, a la que conocía desde que era niña.

Al mismo tiempo, Guillermo, el chico que llevaba siete años preparando oposiciones para notario, esa mañana hizo el mejor examen oral de toda su vida. Misteriosamente, aunque estaba igual de nervioso y desesperanzado que en las seis ocasiones previas en que se había presentado, hoy recordaba todos los artículos del código penal al pie de la letra. De hecho, él mismo se sorprendió al ver al tribunal que lo examinaba, de pie, aplaudiendo sus respuestas.

Y en otro lugar del mundo, Lucía, viuda de un marinero, aquel día empezó a recordar cómo era Antonio cuando vivía y las cosas que le decía antes de embarcarse: “Recuerda Lucía, que si alguna vez mi barco no volviese…yo quisiera que fueses feliz con otro hombre…no me llores más que lo justo…y no olvides que mi corazón estará siempre contigo…”. Y desde aquel momento Lucía se secó las lágrimas por Antonio y se miró al espejo, después de no hacerlo durante más de dos años. Se retocó las cejas y el peinado, se puso un poco de carmín en los labios y se pellizcó las mejillas…y aquella tarde quedó con Paco, el maestro, para tomar café.

Y ése fue el día en que el Olvido entró en crisis y dejó su trabajo por un momento.

(La Dama)

Las mariposas sólo viven un día



Recorría la ciudad de madrugada buscando muros tristes en los que crecieran plantas trepadoras, y dibujaba en ellos un par de mariposas de colores, de perfección exquisita, que parecían revolotear entre las piedras y la vegetación. Muchos pasaban sin verlas, presurosos por llegar a sus casas o despachos, donde no están permitidos los lápices de colores. Otros se detenían a mirarlas, y sonreían, y esa pequeña alegría les acompañaba en su camino. Y enseguida llegaba la brigada municipal, luchando por mantener la ciudad bonita, y bajaban de sus furgonetas, y con dos brochazos de pintura gris mataban a las mariposas.

(Jordi Cebrián. Blog: Cienpalabras.)

La extranjera

domingo, 22 de marzo de 2009



Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin miedo. Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de la noche.

Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame. Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame.

La luz del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre los ojos para ver el naufragio de su alma.

Él la abraza como si quisiera desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.

(Nuria Amat)

El Loco



Dejó atrás todo, y ahora hace esculturas extrañas que vende a turistas despistados, y aprende trucos de magia que jamás muestra a nadie. Cree tener cosas que contar, reflexiones nunca dichas, nunca escritas, pero nadie quiere oírlo, ni a él le gusta hablar con gente. Antes, cuando era contable, cada día se parecía a otro día, y soñaba con vivir así, pero sin latas de comida y sin frío. Ahora es libre, o algo parecido, y no tiene que explicarse ante nadie, y come cuando quiere y hace lo que quiere. Pero, incluso ahora, cada día es igual al anterior.

(Jordi Cebrián)

Despedida

sábado, 21 de marzo de 2009



Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?
Bueno, vete... Podemos despedirnos.
¿Ya no tenemos nada qué decirnos?
Te dejo, puedes irte...
Aunque no, espera, espera todavía
que pare de llover... Espera un rato.

Y sobre todo, ve bien abrigada,
pues ya sabes el frío que hace allí afuera.
Un abrigo de invierno es lo que habría
que ponerte... ¿De modo que te he devuelto todo?
¿No tengo tuyo nada?
¿Has tomado tus cartas, tu retrato?

Y bien, mírame ahora, amiga mía;
pues que en fin, ya va uno a despedirse.
¡Vaya! No hay que afligirse;
¡vamos!, ¡no hay que llorar, qué tontería!

¡Y qué esfuerzo tan grande
necesitan hacer nuestras cabezas,
para poder imaginar y vernos
otra vez los amantes
aquellos tan rendidos y tan tiernos
que habíamos sido antes!

Nos habíamos las vidas entregado
para siempre, uno al otro, eternamente,
y he aquí que ahora nos las devolvemos,
y tú vas a dejarme y yo voy a dejarte,
y pronto partiremos
cada quien con su nombre, por su lado...
Recomenzar... vagar...
vivir en otra parte...
Por supuesto, al principio sufriremos.
Pero luego vendrá piadoso olvido,
único amigo fiel que nos perdona;
y habrá otra vez en que tú y yo tornaremos
a ser como hemos sido,
entre todas las otras, dos personas.

Así es que vas a entrar a mi pasado.
Y he de verte en la calle desde lejos,
sin cruzar, para hablarte, a la otra acera,
y nos alejaremos distraídos
y pasarás ligera
con trajes para mí desconocidos.
Y estaremos sin vernos largos meses,
y olvidaré el sabor de tus caricias,
y mis amigos te darán noticias
de "aquel amigo tuyo".

Y yo a mi vez, con ansia reprimida
por el mal fingido orgullo,
preguntaré por la que fue mi estrella
y al referirme a ti, que eres mi vida,
a ti, que eras mi fuerza y mi dulzura,
diré: ¿cómo va aquella?

Nuestro gran corazón, ¡qué pequeño era!
Nuestros muchos propósitos, ¡qué pocos!;
y sin embargo, estábamos tan locos
al principio, en aquella primavera.
¡Te acuerdas? ¡La apoteosis! ¡El encanto!
¡Nos amábamos tanto!

¿Y esto era aquel amor? ¡Quién lo creyera!
De modo que nosotros -aún nosotros-,
cuando de amor hablamos
¿somos como los otros?
He aquí el valor que damos
a la frase de amor que nos conmueve.
¡Qué desgracia, Dios mío que seamos
lo mismo que son todos! ¡Cómo llueve!

Tú no puedes salir así lloviendo.
¡Vamos!, quédate, mira, te lo ruego,
ya trataremos de entendernos luego.
Haremos nuevos planes,
y aun cuando el corazón haya cambiado,
quizá revivirá el amor pasado
al encanto de viejos ademanes.
Haremos lo posible;
se portará uno bien. Tú, serás buena,
Y luego... es increíble,
tiene uno sus costumbres; la cadena
llega a veces a ser necesidad.

Siéntate aquí, bien mío:
recordarás junto de mí tu hastío,
y yo cerca de ti mi soledad.

(Paul Geraldy)

Gente necesaria

martes, 17 de marzo de 2009



Hay gente que con sólo decir una palabra
Enciende la ilusión y los rosales;
Que con sólo sonreír entre los ojos
Nos invita a viajar por otras zonas,
Nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con sólo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con sólo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con sólo abrir la boca
Llega a todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.

(Hamlet Lima Quintana)

Diccionario de sentimientos

domingo, 15 de marzo de 2009



Desconozco el autor, pero son las palabras más lúcidas que he leído últimamente. Me llegaron en un powerpoint junto con un montón de fotos... Ahora quiero compartirlas con vosotr@s.


Nostalgia es cuando el momento trata de huir del recuerdo para suceder de nuevo y no lo consigue.
Recuerdo es cuando, sin autorización, tu pensamiento te muestra un capítulo.
Angustia es un nudo muy bien apretado en el medio de la tranquilidad.
Preocupación es como un pegamento que no deja salir de tu pensamiento lo que todavía no sucedió.
Indecisión es cuando tú sabes muy bien lo que quieres, pero te parece que deberías optar por otra cosa.
Seguridad es cuando la idea se cansa de buscar y para.
Intuición es cuando tu corazón da un salto en el futuro y vuelve inmediatamente.
Presentimiento es cuando pasa por tu mente el “trailer” de una película que puede ser que ni suceda.
Vergüenza es un paño negro que tú quieres para cubrirte en aquella hora.
Ansiedad es cuando los minutos parecen interminables para conseguir lo que se quiere.
Interés es un signo de exclamación o de interrogación en el final del sentimiento.
Sentimiento es la lengua que el corazón usa cuando necesita mandar algún mensaje.
Rabia es cuando el león que vive en ti, muestra los dientes.
Tristeza es una mano gigante que aprieta el corazón.
Felicidad es un momento que no tiene prisa ninguna.
Amistad es compartir la vida con quienes quieres bien, por más diferentes que ellos sean.
Cariño es cuando el resto de tu vida no te es suficiente para compartirla con esa persona especial.
Culpa es cuando tú estás convencido que podías haber hecho algo diferente, pero ni siquiera lo intentaste.
Lucidez es un acceso de locura al contrario.
Razón es cuando el cuidado aprovecha que la emoción está durmiendo y agarra el comando.
Voluntad es un deseo que nos incentiva a hacer nuevos descubrimientos.
Pasión es cuando, a pesar de la palabra “peligro”, el deseo llega y se hace cargo.
Amor, es cuando la pasión no tiene otro compromiso marcado.

Camino de Segor

miércoles, 11 de marzo de 2009



No sé si eran trenes.
salían desde el fuego,
carreteras con gente como antorchas,
inundando la tarde.

Mirabas hacia atrás,
veías charcos,
miradas que mostraban lobos dulces,
lobos locos aullando,
lobos desheredados,
lobos lentos muriéndose de amor.

Había niños,
como puzzles bellísimos,
rasgados por el odio.
Unas muchachas
agarrándose al miedo,
con las túnicas sajadas
y asomándose,
los delicados pechos
contra el fuego.

Delgadísimos viejos renqueando
entre el polvo y el aire enfurecido.
la ciudad diluyéndose,
Sodoma o Madrid,
Mathaussen o Manhattan.

No sé si eran trenes,
ni en qué lugar el dios,
ni en qué creencia,
ni por qué tanto pánico.
Y el cielo era una hoguera rosa
que caía a láminas de sal.

Ella, desnuda,
no sé si descendiendo de un vagón
que saliera temprano hacia el infierno.

(Dolors Alberola)

11-M



La herida sigue abierta, los vagones de aquellos trenes fantasmas recorren la memoria y aunque el mundo quiere seguir adelante, al menos los de nuestra generación, con una parte del alma mutilada desde ese día, no olvidaremos a los que nunca llegaron a su destino aquella mañana...

(La Dama)
 

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