Azul, gris y un señor que arregla impresoras...

lunes, 30 de noviembre de 2009



Qué difícil resulta todo a veces…

Últimamente en mi vida no hay momento para el relax. Todo es extraño… gris oscuro tirando a negro, aunque yo trato de pintarlo en azul mar. Todo el mundo anda crispado a mi alrededor y yo estoy en una isla desierta de un metro cuadrado de superficie, rodeada de tiburones esperando que dé un traspiés y caiga al agua…Me ahogo sin haberme soltado aún de la palmera a la que me estoy sujetando. Lo mismo, la uso para mi suicidio virtual antes de morir en las fauces de un pez enorme con varias hileras de dientes desordenados.

A veces me salpica el agua en los chapoteos de los escualos que tratan de ponerme nerviosa, pero no me dejo llevar por el miedo. Cierro los ojos y tarareo algo de Madonna…”Like a virgin….uuuuhhh …touched for the very first time…”; eso siempre me ha ayudado en momentos de estrés, sobre todo en los exámenes.

Siempre me ha dado por la fuga surrealista en los momentos más difíciles de mi vida. Me ocurría cada vez que Amor número 10 amenazaba con desaparecer, insistiendo en dejar -en el hueco de su ausencia- una bonita y duradera amistad. Con el tiempo, esa utopía de madurez se ha convertido en una respetuosa relación entre colegas, sin compartir cafés ni sábanas.

En las situaciones incómodas, soy muy dada al surrealismo de canturrear canciones antiguas de Madonna y de series de dibujos animados que veía de niña….Cada vez que Amor número 10 insinuaba una ruptura yo tarareaba la canción de David el gnomo: ”Soy un gnomo…y aquí en el bosque soy feliz. Bajo un árbol vivo yo, junto a su raíz….” Me ayudaba a espantar fantasmas…Cuando Amor número 10 decía que quería que hablásemos, que lo nuestro no tenía futuro, yo me imaginaba a David sobre su zorro corriendo por el bosque buscando frutas silvestres…Llegaba un instante en que el discurso solemne de despedida de Amor número 10 tenía la banda sonora de mi infancia y él sólo movía los labios al son de mi música…

Hoy me ha ocurrido algo parecido. Mientras el encargado de arreglarme el scanner de la impresora se empeñaba en explicarme el funcionamiento de la máquina, yo tenía activado el botón del “on/off” mental para canciones de mi infancia y no me estaba enterando de nada. Gracias a Dios la experiencia me ha dado la virtud del disimulo y siempre tengo la muletilla adecuada para dejar contenta a cualquier tipo de audiencia…

Hace diez días tuve que hablar de nuevo con Amor número 10. Nuestros últimos encuentros habían sido distantes y escuetos: otra vez la no-relación sin cafés ni sábanas, dejando entrever que aún había rescoldos de la hoguera que nos quemó antaño. Pero esta ocasión fue diferente a las anteriores. Por primera vez en mucho tiempo dejé de activar el botón mental de las bandas sonoras infantiles. No sé por qué había desaparecido la necesidad de darme a la fuga a lomos de un zorro por un bosque encantado. Ya ha pasado el tiempo y Amor número 10 ha dejado de zarandearme la sensibilidad y puedo hablar con él sin que me tiemble la voz.

Es curioso cómo el tiempo lo pone todo en su sitio y cómo El señor que arregla las fotocopiadoras ha desplazado de mi mente a Amor número 10 con sólo hablarme de la función “REC” del scanner…

(La Dama)

Y yo también jugué

domingo, 22 de noviembre de 2009



Recuerdo llegando al Casino de mi pueblo, o después del cole a las cinco, allá mediados los ochenta, con grisáceo cielo otoñal que amenazaba lluvia y vientos, reunirnos unos cuantos, no muchos, todos imberbes, y esgrimir, como amantes que enseñan sus armas al adversario ofensor de su dama poco antes del desafío, las relucientes bolas de cristal con las que establecíamos la competición de mayor orgullo y alcurnia que que le era dable a un atrevido mozalbete: La canica.
La redondez perfecta de aquel cristal, poliédrico en reflejos, insuperable en equilibrio periférico, diríase que adquiría la forma exacta de mi dedo índice (pura magia), adhiriéndose como una pegatina, para salir impulsado con furia certera en busca del impacto esperado. Y ¡bingo! Golpeo efectuado.
Entonces... "Primeras, Pies, Túter... y Gua". Mágicas palabras que descubrían al nuevo campeón, al más habilidoso con los dedos, a aquel que empleaba la técnica justa para alcanzar, sin asomo de fuerza, el éxito en la pericia. La alternativa a la fuerza bruta.

La noche invernal, como por acto reflejo, impedía, para mi bien, la continuidad en el "juego de niños". ¡Y alabado sea Dios! Victorioso volaba a casa, sin admitir la revancha a los perdedores ni a los aspirantes mirones, con mis canicas, limpias ya de tierra, y con el trofeo moral de ser el más listo de la clase, al menos por aquella tarde. "Gana una vez y retírate", escuché algún día...

Luego, mamá, lógico, un par de cachetes me daba al comprobar, de nuevo, que las rodilleras de mi pantalón se mostraban raídas y magulladas por la competición.Sabía, aunque nunca me lo decía, que había vuelto a ganar.

Y se alegraba... mientras me preparaba a modo de premio no merecido un cazo bien caliente de leche con galletas Príncipe. Sabrosísimo manjar para el campeón.

(Colaboración de Claudio Rizo)

Ya no me acuerdo...

viernes, 20 de noviembre de 2009



Esta mañana
ya no me acordaba
cómo tocaban mis dedos
esa guitarra que era
para mí tu cuerpo.
Ya no me acordaba lo que sentía
cuando acariciaba tu pelo

Ya no me acuerdo
si tus ojos eran marrones o negros,
como la noche o como el día
que dejamos de vernos.
Sólo recuerdo que llovía y que quedamos
en la parada del metro.

Pero haciendo un gran esfuerzo,
aún veo tu mirada
en cada espejo de cada ascensor
donde cada noche
me sube hasta el cielo
de moteles-invernadero
donde se jura algo tan efímero...

Ya no me acuerdo,
ni de tu risa
ni de tu prisa
por darme un beso.
Ni qué botón
de tu camisa
desabrochaba primero.
Ni qué rumba me bailabas
cuando querías robarme el sueño.

Dicen que el tiempo y el olvido
son como hermanos gemelos.
Que vas echando de más
lo que un día echaste de menos.
Yo qué culpa tengo
Si ya no me acuerdo.

Pero haciendo un gran esfuerzo,
aún veo tu mirada
en cada espejo de cada ascensor
donde cada noche
me sube hasta el cielo
de moteles-invernadero
donde se jura algo tan efímero
Y tan eterno.
Ya no me acuerdo,
Ya no me acuerdo...

(Estopa)

Después de las fiestas

lunes, 16 de noviembre de 2009



Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

(Julio Cortázar)

Tontos de Capirote



Quién me iba a decir que rozarías mi alma con la punta de los dedos y aterrizarías de lleno en mi césped después de perder el control y caer en picado por el precipicio de la locura…

Y ahí estaba yo, con mis botas rojas y mi traje de wonderwoman pasado de moda, buscando una cabina donde sacar la heroína que llevo dentro. Me costó encontrarla, porque con la remodelación del mobiliario público las cabinas telefónicas parecen cualquier cosa, excepto un sitio para comunicarse. Me abruma tanta psicodelia y ese exceso de deshumanización.

El caso es que ahí estabas tú decidiendo qué hacer con tu vida y mientras tanto por allí pasaba yo, con las gafas de miope olvidadas en otro bolso que no era el mío, desentrenada y torpe en mi papel de dama andante, con mi triste figura arremetiendo contra todo molino de viento que se me cruzaba en el camino…

Cuando pasé a tu lado desprendías una luz intermitente en ámbar. Parecías un semáforo al borde de un cortocircuito emocional. Lo interpreté como una señal del destino y me quedé a tu lado aquella noche de lluvia y miopía mal corregida. El caso es que decidí que debía adoptarte. No encontré solución urgente más plausible y, con mi condición de ser pragmático hasta la médula, aquella noche te hice una sopa caliente. Tú a cambio me regalaste los secretos más íntimos de tu vida. Me desbordó tu angustia y me hipnotizaron tus ojos de mar, más de perrillo lastimero que de ser humano a punto del suicidio…

Me contaste lo de tus hermanas ausentes de tus dolores cotidianos; lo de tu hijo usado como arma arrojadiza; lo de tu obsesión por coleccionar cosas inútiles que era una forma de llenar los huecos vacíos de tu mente…y así te fuiste desguazando como un utilitario viejo a punto de expirar para siempre. Nunca he conocido a alguien más coherente dentro de su locura. Ahora que ya creo que empiezo a descifrar el jeroglífico que me planteaste entonces, sólo se me ocurre decir que ya que te has cruzado en mi camino y me has obligado a desempolvar mi traje de wonderwoman no tienes derecho a irte de este mundo sin pedirme permiso. Porque… porque me debes una sopa caliente… y porque me he cansado de luchar sola contra tanto molino de viento casi a tientas porque esta miopía incorregible me impide ver más allá de mi nariz y tú me has enseñado que al otro lado del espejo, aunque mis ojos no puedan verlo, hay un mundo de tontos de capirote que merece la pena explorar…
(La Dama)

Canción del viaje

martes, 10 de noviembre de 2009



Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuándo, ya no recuerdo quién.

Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.

Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.

(José Ángel Buesa)

Canción de la lluvia



Acaso está lloviendo también en tu ventana;
Acaso esté lloviendo calladamente, así.
Y mientras anochece de pronto la mañana,
yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mi.

Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo que despierta su ternura de ayer.
Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.

(José Ángel Buesa)

Caprichoso



Caprichoso, despiadado,
nos mordemos, nos besamos,
nos dañamos con las manos
con las que acariciamos.

Tú me miras,
yo de espaldas
te aconsejo que no sigas,
a veces me canso
de ir descalza por tu vida,
de repente me tocas el pelo
en mi espalda cuatro dedos
y me quedo quieta ahí.
Y me veo en la encrucijada
de quedarme con las ganas
o tumbarme y seguir...

Cuando no te tengo,
te busco,
me pierdo y me consumo.
Y cuando te encuentro,
se desvían mis señales de humo...

Con el humo de un cigarro
se me ponen rojos los ojos...

Hay quien dice que no me convienes
que esto tan sólo entretiene,
del portazo que ayer di,
la foto rompí.

Tu me miras,
yo de espaldas
te aconsejo que no sigas,
a veces me canso
de ir descalza por tu vida,
de repente me tocas el pelo
en mi espalda cuatro dedos
y me quedo quieta ahí.
Y me veo en la encrucijada
de quedarme con las ganas
o tumbarme y seguir...

Con el humo de un cigarro
se me ponen rojos los ojos...

(Vanesa Martín)
 

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