¡¡¡Adiós 2012!!!

lunes, 31 de diciembre de 2012


Feliz 2013


Brindo con vosotros por un año…
Con mas fiestas y menos duelos…
Con mas besos y menos bofetadas…
Con mas sexo y menos castidad…
Con mas música y menos silencios…
Con mas poesía y menos discursos…
Con mas coraje y menos miedo…
Con mas caricias y menos golpes…
Con mas piel y menos ropa…
Con mas justicia y menos juicios…
Con mas riqueza y menos dinero…
Con mas ternura y menos maltratos…
Con mas sueños y menos pesadillas…
Con mas libros y menos periódicos…
Con mas hombres y menos machos…
Con mas mujeres y menos sumisas…
Con mas lluvia y menos tormentas …
Con mas pueblos y menos fronteras…
Con mas libertad y menos cárcel…
Con mas trabajo y menos paro…
Con mas pies y menos rodillas…
Con mas paz y menos guerras…
Con mas colores y menos grises
Con mas nosotros y menos yo…
Con mas encuentros y menos desencuentros…

FELIZ 2013

La cita

miércoles, 19 de diciembre de 2012


Se miró al espejo y se estudió con detenimiento. El cabello se veía bien. No obstante, pasó sus manos para abultarlo un poco.
El maquillaje era el adecuado, no demasiado, tampoco poco. Recorrió con las manos su rostro y estiró cada una de las arrugas que la vida le había regalado. No le molestaban demasiado, pero –sin dudas-se vería mejor sin ellas.
Subió un poco el escote de la blusa y se colocó un par de aros. .
-Ya está – Se dijo.
Hacía muchos, muchísimos años que no cumplía con esta ceremonia en frente del espejo. Ya casi había olvidado cuánto se disfrutaba. Sara tenía sesenta y seis años y tenía una cita.
Miró el reloj, faltaba media hora para el encuentro. Se miró nuevamente en el espejo y recordó, sin querer, las palabras de la mayor de sus tres hijas.
- ¿Una cita a tu edad? ¡Qué vergüenza!
- ¿Vergüenza? – Pensó Sara – ¿De qué? ¿A quién hacía daño encontrándose con Luis? ¿Vergüenza? – Volvió a escuchar esa palabra y siguió sin entender qué tenía que ver la vergüenza con el amor.
Sara era viuda y había conocido a Luis en una cola de un banco. Ambos se habían mirado de una forma especial. Se habían mirado sin edad y sin arrugas.
Desde ese primer día, muchos otros habían pasado. Luis se había convertido en un excelente compañero para Sara. Era divertido y amable y por sobre todo, no hablaba de dolores y enfermedades, temas habituales para la edad. Estaba lleno de vida, igual que ella. Tenía un pasado similar al de Sara pero, por sobre todas las cosas, Luis quería tener un futuro y lo quería compartir con Sara.
Volvió a mirar el reloj. Faltaban veinte minutos y sintió aún más ansiedad. Tantos años hacía que no se sentía de esa forma… tantos.
- ¡A esta edad! -Había dicho la hija del medio- Mmm, no se… ¿Y si te desilusiona? ¡Una desilusión a esta altura de tu vida podría costarte muy caro!
- ¿Desilusión? – Pensó – ¿No hubiera sido mejor pensar en la ilusión que hoy sentía? ¿No se parecía a un milagro ésto que la vida que estaba regalando hoy?
Suspiró y no pudo evitar mirar otra vez la hora. Faltaban sólo diez minutos. Diez minutos que equivaldrían a una eternidad. Su corazón latió un poco más rápido que diez minutos antes y volvió a mirarse en el espejo.
-¿Y qué les diremos a los niños? ¿Que la abuela tiene novio?- Rió burlona la menor de sus hijas.
¿Y si así fuera? ¿Estaría mal? ¿Sería pecado? Era abuela, cierto. Era madre y había sido esposa. Había tenido una vida como la de tantas otras mujeres. Había amado, pero hacía ya mucho tiempo que estaba sola.
- ¿Será que enamorarse es un privilegio del que sólo gozan los jóvenes? ¿Tendría edad el amor? No creo -Se contestó a sí misma y el timbre sonó.
El corazón de Sara dio un vuelco y sus manos comenzaron a transpirar.
Mientras bajaba los seis pisos para encontrarse con Luis pensó en la vergüenza, las desilusiones y el qué dirán, se encogió de hombros y rió. Su corazón le decía que aún era tiempo de ser feliz, que siempre lo sería, que la vida le regalaba, en su otoño, una nueva primavera.
Se miró nuevamente en el espejo. Sus canas, sus arrugas y una silueta algo rolliza corroboraron la edad que tenía.
Y así, con su historia, sus hijas, sus nietos y sus años al hombro, salió feliz al encuentro de quien también ansioso, la esperaba.
Supo, al verlo, que el amor es un milagro que poco tiene que ver con la edad y que, cuando nos tiende la mano, sólo hay que tomársela y ser feliz.
 
(Liana Castello)

Cambio de equipajes

martes, 18 de diciembre de 2012

Luego de muchos desacuerdos y desencuentros, decidieron separase. Ella se sentía sola, él se sentía agobiado.
Hacía tiempo que venían tratando de hablar un idioma en común y cual torre de babel, cada uno hablaba el propio y no lograban entenderse.
No fue fácil tomar la decisión, pero cada uno de ellos pensó que lo mejor era tomar por caminos distintos.
Ella sostenía que él no la acompañaba, que no la escuchaba, ni le prestaba la debida atención. El decía que ella no le daba aire, que se sentía asfixiado y que era imposible ponerse de acuerdo.
Fueron desarmando de a poco el lugar común y dividiendo como pudieron aquello que hasta hace poco habían compartido.
El día en que debían dejar el departamento, sólo quedaban ellos y dos valijas que, curiosamente, eran idénticas (no siempre hay originalidad en los regalos).
Cada uno juntó lo poco que le quedaba y lo introdujo en su valija. Lo que ninguno imaginó que cada equipaje se llenaría con mucho más que prendas y accesorios de último momento.
Sabido es que donde vayamos llevaremos lo que nos pasa y lo que sentimos porque los sentimientos y sensaciones no tienen otro domicilio que el alma misma.
Y fue así que todo lo que cada uno de ellos sentía, se introdujo como polizón en esas maletas a punto de ser cerradas. En la maleta de ella se metió su soledad, su desilusión, sus expectativas no cumplidas, más de una lágrima y un profundo sentimiento de frustración.
En la de él, el cansancio, un grito contenido, la sensación de estar preso en su propia casa, la necesidad de escapar y ser libre.
Y cada uno cerró su maleta. Se miraron y en la incomodidad de no saber qué decirse y aún menos cómo despedirse, los nervios les jugaron una trampa. Tomaron las maletas equivocas y cada uno partió. Ella con la maleta de él y él con la de ella.
Cuando cada uno de ellos llegó a su nuevo destino y como era de esperar, abrieron las valijas. Se sorprendieron al ver que no eran sus maletas y se encargaron de deslindar responsabilidades. Él le echó la culpa a ella y ella a él.
No se preocuparon demasiado por esas prendas que no usarían, tenían lo suficiente como para arreglarse sin aquello que ahora, tenía el otro. Lo que ninguno de ellos imaginó era el contenido de la maleta equivocada que no podían ver.
Por esas cosas del azar, del destino o vaya uno a saber de quién, el bagaje más pesado de cada uno de ellos quedó bien guardado dentro de esas maletas, pero estaba dispuesto a salir.
Como polizones hartos de la clandestinidad, los dolores y miserias escaparon de las valijas. Fue así que en la soledad de su nueva vida, ella fue capaz de escuchar el grito contenido de él, y cuando abrió la ventana, sintió el aire que nunca le brindó. Moviéndose por su nueva casa se dio cuenta de la libertad que no le permitió disfrutar.
Así fue también que en la tranquilidad de su nuevo lugar, él descubrió esa soledad de la que ella hablaba, y pudo escuchar las palabras que jamás le dijo.
Y ambos se quedaron pensando. Miraron la maleta equivocada que dejaron en un rincón y comprobaron lo que ya suponían, lo que somos y sentimos, lo que hicimos o no hicimos por los otros nos acompaña dónde quiera que vayamos. Tener la valija equivocada daba a cada uno de ellos la sensación que el otro estaba presente de algún modo porque mirar esa maleta era mirar una historia, una vida.
Dicen que a la distancia se ve mejor y así los dos pudieron “ver”, quizás por primera vez, cómo se había sentido el otro. Y cada uno tomó la valija del otro, más que para devolver lo que les era ajeno, para hacerse cargo de lo que les era propio.
Cuando se encontraron, valijas en mano, ninguno de los dos era el mismo ya. En el intercambio de maletas, sus manos se rozaron y ambos sintieron algo similar a la empatía.
Ninguno sabía qué pasaría con ellos, pero lo que si sabían era que ambos se habían parado en otro lugar, ése, desde el cual se puede “ver” al otro y desde ese lugar, cualquier reencuentro es posible.
 

(Liana Castello)

Como una vela

jueves, 13 de diciembre de 2012


 
No he vuelto a saber de ti,
Y este invierno es frío
Y el agua de mi cuerpo se está haciendo hielo.
Es que el 90% de mi se fue con tu cuerpo
Y antes que mi corazón cambie de color
Te quiero decir…

Mi corazón se agota
Como el tacón de tu bota,
De contar con los dedos
de una mano los te quieros.

Que me arranquen la vida
Si me devuelven tu corazón,
Pero hoy… no sé quien soy.

Y me consumo como una vela,
No quiero nadie a mi alrededor
Que le salpique esta puta mierda
Que alguno todavía llaman amor.
Recuerdo bien nuestra ultima cita,
Por que no éramos ni tu ni yo,
Yo tenia miedo a que tu no fueras
Y tu por miedo a que fuera yo.

Te busco en cada amanecer
Y solo encuentro pena,
La que llevo por dentro
y me habla de tu vida,
La que te siente todavía aquí
y mi cuerpo envenena.

Por eso aunque esta canción
Hable de los dos,
No suena sin ti
Mi corazón se agota
Como el tacón de tu bota,
De contar con los dedos
de una mano los te quieros.

Que me arranquen la vida
Si me devuelven tu corazón,
Pero hoy… no sé quien soy.

Y me consumo como una vela,
No quiero nadie a mi alrededor


Que le salpique esta puta mierda
Que alguno todavía llaman amor.
Recuerdo bien nuestra ultima cita,
Por que no éramos ni tu ni yo,
Yo tenia miedo a que tu no fueras
Y tu por miedo a que fuera yo.

Y tu por miedo que fuera…
Y tu por miedo a que fuera yo.
Y tu por miedo que fuera…
Y tu por miedo a que fuera yo.
No he vuelto a saber de ti,
Y este invierno es frío
Y el agua de mi cuerpo se está haciendo hielo.


(Melendi)

Ni un segundo


Sin ti se han ido tantas cosas en mi vida
no es nada ya como lo conocía,
cambió la vida entera de color.

Se fue la huella que dejabas con tus dedos
se fueron los altares y los credos
las reglas que inventaste con tu amor
y no pienses ni un segundo en regresar
por el camino que te vio partir
porque sin ti, porque sin ti
no queda nada del dolor
que me causó el mendigarte por un beso
yo volvi a encontrar la libertad
que se escapó,
mi corazon estaba preso.
Se disipó la oscuridad en mi interior
y ahora veo que tu amor no era amor,
tal vez te duela,
pero desde que te fuiste,
me siento mucho mejor.

Sin ti ha vuelto
a entrar la luz por la ventana
he vuelto a sonreir por las mañanas
sin miedo a que alguien me diga que no.

Se fue la huella que dejabas con tus dedos
se fueron los altares y los credos
y las reglas que inventaste con tu amor
y no pienses ni un segundo
en regresar por el camino que te vio partir...

Porque sin ti, porque sin ti
no queda nada del dolor que me causó
el mendigarte por un beso
yo volvi a encontrar la libertad que se escapó
mi corazon estaba preso
se disipó la oscuridad en mi interior
y ahora veo que tu amor no era amor,
Tal vez te duela,
pero desde que te fuiste,
me siento mucho mejor.

Tal vez te
duela,
pero desde que te fuiste,
me siento mucho mejor.
(Malú, "Guerra fría")

Bonita carta...

martes, 11 de diciembre de 2012


Siempre que te duela
el corazón como un castigo
puedes contar conmigo.
La vida pasa,
los años pesan;
los labios que no se besan
no regresan.
Si te mareas nos queda la Biodramína,
la adrenalina del amor que se amotina,
nos queda una canción
y un saxofón que desafina,
lluvia en el corazón
y algunos versos de Sabina.
No vayas a rendirte todavía,
nos queda pan para hoy, poesía
y unos ojos que han llorado
de tristeza y de alegría.
Todo lo malo que hice atrás,
pedir perdón
y poder equivocarme una vez más.
Mira alrededor,
lucha por lo que quieres
sin temor a la condena.
Si mueres,
muérete solo por amor,
morir por otra cosa aquí
no vale la pena.
Así que hazte ese porro
y dame un calo,
que el tiempo es un regalo,
aquí se aprende
de lo bueno y de lo malo.
No importa si mañana
el cielo estalla de repente,
esta noche estamos vivos
y con eso es suficiente.

(Rap de Sharif)
 

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