El Naufragio del Cutty Sark

jueves, 12 de junio de 2008




Hoy, buscando unos papeles en la vorágine de mis estanterías me he dado cuenta de que tenía que hacer limpieza. Necesitaba sobre todo deshacerme de algunas cosas que ya no uso y que no hacen más que engrosar el cajón de mis trastos inservibles, limitar aún más mi reducido espacio vital y sacarme de quicio.
Así es que, aprovechando que el Paciente inglés se retrasaba unos minutos, empecé a tirar a la papelera viejas glorias de mi pasado. Han ido desfilando: libros de bolsillo de Corín Tellado (que jamás sabré cómo han llegado hasta aquí, las novelitas rosas nunca me gustaron), publicidad de laboratorios, y más publicidad; manuales para todo tipo de cosas que se han quedado obsoletos sin haberse abierto nunca, agendas de otros años sin estrenar, incluso alguna de 1999, que dejé de escribir durante aquellos días fatídicos que no me apetece recordar ahora; y lo más curioso: una caja con una maqueta inacabada del Cutty SarK.

Hace años le regalé a Amor nº 7 esta maqueta. Conocía sus gustos y jugaba con ventaja. A veces se enfadaba conmigo porque se sentía inferior en los detalles. Él apenas me regalaba alguna cosa en días señalados (mi cumpleaños, los aniversarios...) y a mí casi todos los días me parecían ideales para buscar algo que dibujara su sonrisa.
Recuerdo que llevaba semanas dándole vueltas al escaparate de una tienda de maquetas. Había visto el Cutty Sark y me parecía ideal para cualquier amante de estas cosas. Finalmente la compré y yo misma la envolví en un papel oscuro, como a él le gustaba. Fue el regalo que más ilusión le había hecho de todos...
Me lo devolvió estrenado y a medio terminar junto con todos los demás, días después de que rompiéramos definitivamente. Decía que no soportaba nada que le recordase a mí y lo envió junto con todas mis cartas y los apuntes de clase míos que tenía. Me llegó a través de una empresa de correo urgente, como una puñalada por la espalda. Cuando lo abrí creí que era una despedida definitiva. Pensé en un final trágico de su vida y acto seguido le llamé por teléfono. Pero no, no era un aviso de suicidio, tan sólo era un final trágico para nuestra relación. Y ahí acabó todo.
Me pregunto si alguna vez me quiso de verdad. Yo quiero creer que sí.
No suelo hablar de aquello y mucho menos delante de desconocidos, pero hace muchos años que me curé de aquella enfermedad. Me refiero a la de amar...

La Dama

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