Papel Mojado

jueves, 12 de junio de 2008



Lo mejor de los sueños es que algunos nunca llegan a cumplirse
Babel: amb.fig. y fam. Lugar en el que hay un gran desorden y confusión o donde hablan muchos sin entenderse; por alusión a la torre de Babel.


Babel no es un nombre común. Es raro encontrar chicas que se llamen Babel. De hecho no he vuelto a conocer a ninguna. Aún me sigo acordando de ella cuando llueve mucho. Hace ya diez años, pero Babel y la lluvia me siguen rondando por la cabeza de vez en cuando. Babel, la lluvia y Bruselas; todo un año de imágenes. Aquella mañana de la entrevista en Bruselas me levanté nervioso y cansado de haber dormido mal. Después de un año entero en el Master por fin iba a tener mi primera entrevista de trabajo. Como otras muchas mañanas me había despertado a su lado; me levanté con tiempo para vestirme despacio. Mientras me colocaba la corbata tuve tiempo para observarlo todo: Babel durmiendo en el colchón tirado en el suelo, su pelo rizado extendido en la almohada, mis zapatos de goma gruesa manchados de agua de los charcos, el ruido de la lluvia en la ventana, y mi currículum esperando en la única mesa que había en el pequeño estudio. Todo debía estar en orden antes de ir a la entrevista.Lo repasé todo despacio antes de salir y eché un último vistazo a Babel que seguía durmiendo. La observaba mientras me tomaba el café en una de sus tazas rosas con flores amarillas. Estaba tumbada boca abajo, con el pelo sobre los hombros desnudos y los párpados cerrados ocultando sus ojos verdes; parecía que sonreía dormida. Tan guapa y tan ausente como siempre.
Me quedó el tiempo justo para coger el paraguas con una mano y con la otra el currículum. Me envolví en mi abrigo de lana gris y me fui del estudio sin despertarla. En cuanto salí a la calle tuve que abrir el paraguas para proteger al currículum de la lluvia. Camino de la entrevista pensaba en todas esas frases que habían venido desde Madrid durante el año: “Te harás un porvenir y vas a estar muy bien, será sólo un año y después podrás colocarte donde quieras”. Todos habían hecho planes para mí; todos menos Babel, que al levantarse ni siquiera sabía si vendría a dormir por la noche. ¡Cómo criticaba ella mi obsesión por hacer planes! “A ti lo que te pasa es que de tanto escribir tu currículum te has olvidado de quién eres”, me dijo un día. Recuerdo lo largo que se me hizo aquel camino hacia la entrevista. Repasé todo el año del Master mientras andaba por las aceras de Bruselas esquivando charcos. Era temprano pero las calles ya estaban llenas de ejecutivos, caminaban sin mirarse agarrados a paraguas elegantes y maletines de cuero lustroso que custodiaban sus horas de trabajo. Al verles empecé a sentir un nudo en el estómago y noté cómo se me aceleraba el corazón pensando en la entrevista. Agarrado al paraguas dejé atrás el Boulevard Anspac y atravesé la Grande Place en dirección a la Avenue Louise. Pasé por delante del Café du Soleil donde Babel solía venir a leer sus libros. Se sentaba siempre con las piernas cruzadas y el pelo largo rizado caído hacia un lado. Se le pasaban las horas leyendo sin contar los cafés que se tomaba. Leía y no miraba a nadie mientras los camareros intentaban verle sus ojos verdes. Caminé rápido atravesando el centro refugiándome en el paraguas. Seguía pensando en Babel, a ella le encantaba pasear por las calles adoquinadas mirando las casas con balcones de rejas. Le gustaba caminar por los adoquines con su abrigo de rayas de colores que casi arrastraba por el suelo, decía que era su arco iris particular que siempre buscaba el sol. Según ella, debajo de los adoquines estaba la playa que antiguamente inundaba Bruselas, por eso había siempre tanta humedad; y es que Babel buscaba fenómenos irracionales hasta en la lluvia.En pocos minutos dejé atrás las calles del centro mientras sentía que me apretaba más el nudo en el estómago. Al llegar a la Rue de la Loi los adoquines se fueron transformando en avenidas anchas por las que los coches circulaban con los faros encendidos. En Bruselas hay tanta niebla que los coches van todo el día con las luces encendidas. Protegiendo el currículum de la lluvia seguí andando en dirección al banco que me había ofrecido la entrevista. No dejaba de mirar al suelo pendiente de los charcos, caminaba rápido esquivando los paraguas y los maletines de la riada de ejecutivos que bajaba por la Rue de la Loi. Empezó a llover más fuerte y yo intenté usar el paraguas para cubrir el currículum, lo llevaba pegado al cuerpo envuelto en la funda de plástico. Caminaba y pensaba que aquella entrevista iba a cambiar mi vida, todo un año estudiando el Master y por fin iban a estar orgullosos de mí. Babel me criticaba cuando modificaba el currículum cada semana con nuevas fotos de estudio, pero yo sabía que me querría mucho más si me daban el puesto en recursos humanos. Ella no me entendía porque nunca pensaba en el futuro, ni siquiera sabía cuántos cursos se quedaría de Erasmus en Bruselas. Uno de esos días nublados de lluvia ella me dijo: “Ves, bobo, no tienes por qué preocuparte. Aquí la niebla tampoco deja pasar el tiempo”. Y es que ella nunca hacía planes, nunca aceptaba una obligación, ni siquiera tenía un currículum escrito. Por no tener no tenía ni teléfono ni televisión. Un día le regalé una agenda, pero sólo la usó para apuntar todo lo que se lo ocurría caminando por las calles de adoquines. Todos decían que era algo rarita, siempre sentada leyendo libros de religiones extrañas o dando vueltas por ahí buscando tiendas de segunda mano. Pero a mí se me olvidaba todo cuando me miraba con sus ojos verdes o cuando me hablaba al oído en voz baja abrazándome desnuda. Me encantaba que me dijera cosas al oído. Ella solía decir que la voz es la comunicación más perfecta porque sale de nuestro interior y penetra en lo más íntimo de la otra persona. Pero qué difícil era hablar con Babel de preocupaciones como el trabajo. Ella nunca habría entendido el nudo en el estómago que sentía camino de la entrevista. La noche anterior ni siquiera recordaba el nombre del banco que me había llamado. Aquella mañana ni siquiera sabía si podríamos hablar después de la entrevista, con Babel no se podía quedar en nada. La mejor sorpresa del día era encontrártela cuando estabas pensando en quedar con ella, según ella ésa era la mejor forma de llamarla. A veces me crispaban sus excentricidades.Miré el reloj nervioso y aceleré el paso camino del banco abrazado al currículum. Mientras esquivaba los charcos y los maletines de los ejecutivos pensaba en qué pasaría si me aceptaban en el BBV. Me habían dicho que tenía la posibilidad de ir a una de las oficinas de España y la idea me apetecía después de tantos meses de cielo gris. Babel no echaba de menos ni eso de España, parecía inmunizada a todo lo que sonara a nostalgia. Un día me soltó que la verdadera falta de luz viene cuando la gente cubre sus vidas con bosques de rutinas. La verdad es que me rompía los esquemas con todas sus frases raritas. Pensando en Babel llegué por fin a la calle del banco, tenía los zapatos llenos de manchas de los charcos. Cuando ya estaba en la acera de enfrente del banco me detuve para colocarme la corbata y limpiarme los zapatos. Tragué saliva intentando aliviar el nudo que tenía en el estómago. Giré el brazo para volver a mirar el reloj y el currículum se salió de la carpetilla de plástico. Sin darme tiempo a agarrarlo se cayó a un charco enorme que tenía delante de mí. El currículum se quedó flotando con mi foto hacia arriba, esa foto perfecta que tantas veces había repetido. Se movía por la superficie del charco mientras le caían las gotas de la lluvia. Me agaché a recogerlo y me quedé un momento en cuclillas usando el paraguas como si fuera una sombrilla de playa. Me quedé mirando la foto del currículum. Foto de estudio, impecable, con mi mejor corbata. Todo bañado por el agua negra del charco que se empezaba a mezclar con la tinta de las letras. Usando los dedos como pinzas lo levanté despacio intentando sacudir el agua. Mi foto se despegó y se quedó flotando en el charco. Cogí el currículum por una esquina y vi cómo se deslizaban hacia abajo todas las líneas. Las letras se mezclaron con el agua del charco y las gotas de la lluvia.
(Álvaro Jarilla)

2 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Miguel Angel on jueves, 12 de junio de 2008, 20:47:00 CEST dijo...

Felicidades Chica Pelirroja. Tienes un rincón encantador. Interesante, Profundo, Sensible.
Un deleite.
Gracias por ello.
Seguiré pasando a buscarte.
Y disfrutarte.
Con tu permiso, claro

Abril on jueves, 12 de junio de 2008, 21:27:00 CEST dijo...

Gracias Miguel Ángel por tus amables palabras. En realidad esto es la reconstrucción de una ilusión que empezó hace casi cinco años y que desapareció de repente. De sus "cenizas" nace este nuevo blog. Vuelve siempre que quieras.

 

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