Ceguera
jueves, 12 de junio de 2008
A veces una se pone una venda en los ojos, intentando fingir que no existe lo evidente. Y entonces vuelve a rezar cosas que tenía ya olvidadas en el baúl del pasado más remoto. Cualquier cosa que flote es buena para sobrevivir en medio de un océano.
Aprietas los ojos y deseas que las cosas no cambien nunca, que todo sea una pesadilla de la que vas a despertar en cualquier momento…Pero la realidad es mucho más que todo eso.
De nuevo notas el hormigueo epigástrico que precede a los exámenes importantes de tu vida –de los que parece que nunca vas a lograr escapar- y sientes la boca seca, las manos húmedas y la sensación de tener el corazón en la cabeza que va a estallar en cualquier instante como una bomba de relojería… No quieres oír lo que es un secreto a voces para todos. Desearías desenroscarte las orejas, para no escuchar nada y ser consciente de una verdad inminente que alguien va a arrojarte a la cara sin que le tiemble la voz, con una frialdad de luz de quirófano.
Intentas ser fuerte y tomar la realidad por los cuernos, pero en una décima de segundo vuelves a adoptar esa actitud regresiva de no querer saber nada, de no querer que las cosas cambien… No hay hadas madrinas a tu alrededor y la mala noticia que intuyes está a la vuelta de la esquina.
Repites mentalmente esa frase a la que te aferrabas en otro tiempo como a un estandarte:
- “Nada es imposible…nada es imposible… nada es imposible…”
Pero sí hay cosas que son imposibles, como volver atrás en el tiempo, jugar con tus hermanos a “la tula”, disfrazarte de pastorcilla de nuevo por Navidad, conocer la verdad sobre los Reyes Magos, tener la primera regla, dar el primer beso bajo una tormenta de fuegos artificiales, descubrir el amor platónico y a los "Héroes del Silencio" el mismo día…
Mientras tanto puedes engañarte y seguir repitiendo tu frase-salvavidas:
- “Nada es imposible… nada es imposible… nada es imposible…”
Pero es imposible conservar los recuerdos ajenos como mariposas detrás de un cristal, aunque vas a intentar ser una fiel cronista cuando se le hayan escapado todos los que tiene por las costuras abiertas de su mente.
He vivido esto antes, pero este “deja vù” no es tal, porque vivirlo en los ojos de otra persona es como no vivirlo.
Sé cómo acaba esta película, la he visto muchas veces y ahora yo soy una actriz de reparto y ella es la protagonista.
(La Dama)
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