El Paciente inglés
jueves, 12 de junio de 2008
Cuando pensé en crear mi propia página estaba sentada en el parque a solas envidiando la tranquilidad de los patos de un estanque y un amigo psicólogo entre ironías me acababa de recetar la escritura como terapia. Pero por aquel entonces ni estaba tan enganchada a la red que domina hoy la mayor parte de mi tiempo libre, ni tenía ni los conocimientos de informática actuales que, lejos de aprenderlos con manuales al uso, los he ido adquiriendo al modo del sufrido perro del tal Paulov, por la técnica del ensayo-error.
Había pasado casi cien días leyendo libros existencialistas en un ataque de agnosticismo vital y al igual que los protagonistas de Kierkegaard incapaces de resolver sus propios conflictos personales, había decidido reducir mi vida a cero como única salida. Cada tres meses, en plena crisis prematura de los 40, suelo hacer balance. Es algo habitual en mí, sobre todo cuando aparece algún contratiempo. En esos días el contratiempo, con nombre y apellidos era Amor nº13.
No conseguí resolver ni uno solo de mis conflictos pero me fabriqué otra persona, a la que presté mi cuerpo en favor de la ciencia aunque la doté de la anestesia de una sobredosis de autoestima, que estaba bajo mínimos tras el paso del décimo tercer huracán. Ya no me dejaban convaleciente las ausencias de Amor nº13, ni sus absurdos celos, ni sus comentarios cáusticos y soeces, ni su carácter sarcástico. Incluso conseguí superar la fobia al abandono que arrastraba desde la relación con Amor nº7. Me sentía liberada y si bien aún no había dado el paso de romper definitivamente la cadena, mi estado de ánimo era otro muy distinto.
Así que un día decidí pintarme de nuevo la sonrisa que Amor nº13 me había borrado y en mi afán de practicar el refranero (año nuevo, vida nueva) huyendo de mí misma, me apunté a un curso de inglés.
La primera vez que me encontré con "El paciente inglés" fue en un viejo ascensor. Yo, como de costumbre, llegaba tarde a su clase. No sabía que él era el misterioso profesor que semanas antes habían nombrado en la clase de presentación. Metida en mi mundo como siempre, no me fijé en su altura y en su aspecto de extranjero, ambas cosas muy evidentes. No le costó demasiado esfuerzo ocupar el sitio del anterior. Él es Amor nº 14, y dice que ha llegado a mi vida para quedarse para siempre...y cerrar la lista de inquilinos en mi corazón.
La Dama de Abril
PD: Desde la primera frase que anoté en el borrador de la página, sentí la necesidad de crear algo que cobrase vida propia. La necesidad de exhibir mis cosas delante de otros. Deshacer mis piezas y crearme de nuevo con palabras hechas de los retales de mi vida. Ahora tengo vértigo porque esto me hace más vulnerable en manos malintencionadas, pero acepto el riesgo porque este síndrome de Frankenstein me ha transformado. He apagado el incendio forestal que había en mi cabeza. Este diario me está curando...un poco.
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