Batiendo los cien metros lisos con zapatos de cristal

lunes, 2 de junio de 2008

Te imagino ahí, hoy, que para ti será ayer, leyéndome el pensamiento escrito sobre este lienzo informe, con tu taza de café humeante a primera hora de la mañana. Tal vez a esa hora aún no sea de día en esa latitud; tal vez –no sé- esté cayendo la lluvia o la nieve tras los cristales de la ventana de tu fría oficina. Y esa sea la misma hora en la que las calles todavía no estén puestas y yo no sea persona aún. Y quizá sea la hora en la que yo me levante, con retraso –como casi siempre- y así vaya retrasada el resto del día, tras haber apurado el último minuto en la cama.
Y de este modo me levanto, con las sábanas aún pegadas al cuerpo y la mente en plena transición entre lo real y lo onírico. Y al mismo tiempo que tú observas el testimonio escrito de mi insomnio crónico, yo me preparo un café en el microondas para arrancarme la resaca del último sueño que ya he olvidado.
Preparo la ducha y me cepillo los dientes. Trato de reconocer a la que me saluda desde el espejo, que debo de ser yo con algunos años más de lo que me recordaba. Hace tiempo que me miro en los espejos sin verme, que me busco sin encontrarme. No tengo tiempo para nostalgias. No pasa nada, siempre he sido de naturaleza camaleónica: me adapto rápidamente a la metamorfosis.
Me peino por inercia –a menudo tan sólo me quito la pinza que me coloco mecánicamente nada más despertar y me atuso el pelo-. Después llega la primera gran elección del día: la ropa. Resuelvo con fondo de armario y lista para triunfar (es un decir). Suena –sólo en mi cabeza- algo de la banda sonora de Ally Mcbeal. Este es el momento del día en el que seguro que más de una vez he batido el récord de los cien metros lisos. Cojo el maletín y salgo a correr, perdiendo un zapato de cristal en el camino. Pero como el príncipe azul también está ocupado en este momento, me vuelvo yo misma a recogerlo…gajes de ser una Cenicienta casi emancipada…
Mientras tanto, tú, en el instante en que yo rompo la barrera del sonido, ya habrás terminado de leer este texto que hoy, va dedicado a ti, solamente a ti.
Gracias por compartir tu café conmigo todas las mañanas.

La Dama

0 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

 

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