Nadie le enseñó a resolver sus propios conflictos y aquello que no la destruyó, la hizo más fuerte. Es una auténtica Gillette de la sensiblería y la lágrima fácil. Las corta de raíz. Su método es drástico, pero funciona y hay un antes y un después en todos los que se acercan a pedirle consejo. Siempre tiene la frase perfecta para pasar de un tsunami sentimental a una balsa de aceite. Se comporta como un Harry “El Sucio” de la psicología de pareja y apunta con su mágnum del 44 directo al corazón. Su secreto consiste en llamar a las cosas por su nombre. Así es como se ha ganado a pulso su club de adeptos.
Una vez presencié el “ritual”. Estaba diciéndole a otra compañera, que se acaba de separar de su marido después de diez años de convivencia y dos hijos en común, algo así: “Ese es un cabrón que se veía venir de lejos. Hace años ya apuntaba maneras, no despegaba los ojos del culo de la administrativa aquella que vino a sustituir a la Asun en vacaciones. Pero tú, que eres una pánfila de cuidado, no te dabas por aludida cada vez que te lo advertíamos las demás. Y ahora sécate esos mocos y a trabajar, que te acabas de quitar un muerto de encima”. Sorprendentemente aquellas palabras debieron de causar un efecto terapéutico en la auxiliar y al poco tiempo de aquella conversación ya lucía nueva sonrisa y nueva pareja.
Es curioso cómo a veces recibir una bofetada psicológica resulta más útil para salir de un trance depresivo que un abrazo efusivo y palmaditas en la espalda con falsas esperanzas, que tan sólo te hunden más en la miseria. Y para hacer eso la más indicada es la mujer del magnum 44.
(La Dama)
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