Mar Adentro

miércoles, 2 de abril de 2008



Perdí el hilo de los acontecimientos… ¿Cuándo el hombre empezó a endiosarse? Hay quien se mira en el espejo y no distingue entre lo humano y lo divino… ¿Quien decide quien vive y quién muere? ¿Por qué tengo que ser testigo de aquello que no comparto? ¿Por qué hay vida más allá de un biombo blanco y se anuncia una muerte esperada detrás de él? Sé que ella nos escucha, aunque sus palabras estén atrapadas en unos labios inmóviles. No quiero cerrar los ojos y convertirme de repente en ciega y sordomuda, aunque ellos actúen como si yo fuera invisible. No me acostumbro y lucho contra los elementos.
Sé de antemano que la mía es una guerra perdida…
El reloj biológico no descansa y, si alguna vez lo hace, es porque influye un factor externo. Nos dejamos arrastrar por la inercia de lo que nos rodea sin recordar que existen momentos donde el paso del tiempo se vive de forma diferente. A menudo, corre muy deprisa y la gente lo olvida mirando escaparates. Los días y las noches, los cambios estacionales ya no los rigen las fases lunares ni los movimientos de rotación y traslación de la Tierra, sino La Planta Joven de El Corte Inglés.
Todos los días aprendo algo nuevo. Anoche aprendí que el tiempo no se altera, lleva su ritmo y este ritmo siempre es el mismo aunque nosotros lo vivamos de otra forma.
Conozco a una equilibrista de la cuerda floja a la que la vida se le está acabando de repente, sin previo aviso, porque alguien lo ha decidido así, como una broma de mal gusto. La misma que se debate entre este mundo y el otro detrás de un biombo blanco, bajo una luz molesta, como de quirófano.
Conozco a una auténtica saltadora de pértiga, alguien que ahora vive al ritmo que marca el reloj, ni más deprisa ni más despacio. Sin embargo su entorno lo vive como si corriese extremadamente lento. Sus días tienen 24 horas como los de todo el mundo, aunque para su familia parezcan muchas más. La saltadora de pértiga lo vive así porque para ella 24 horas son 86.400 segundos y porque ante la amenaza de no vivir un segundo más, todo le parece poco. Se aferra a la vida batiendo continuamente su propio récord contra todos los pronósticos médicos, que en cuatro ocasiones le han augurado el fin de sus días. Cada minuto para ella es uno más y para los demás uno menos. El paso del tiempo ralentizado también está causando estragos en el hombre que ha permanecido junto a ella los últimos cuarenta años de su vida. Está cansado, pero no quiere manifestarlo. No concede ruedas de prensa. No cree que él sea el protagonista de nada, ni siquiera de su propia historia, porque siempre ha vivido por y para ella.
La amenaza de un peligro siempre te demuestra que todo es relativo. El vértigo que produce una muerte inminente cambia el peso de los valores de la vida. Por esta vez quisiera que este aprendizaje no fuera fugaz, quisiera apuntármelo con carmín rojo en el espejo para salir a la calle con la lección bien aprendida.





Mar adentro, mar adentro,



y en la ingravidez del fondo



donde se cumplen los sueños,



se juntan dos voluntades



para cumplir un deseo.




Un beso enciende la vida



con un relámpago y un trueno,



y en una metamorfosis



mi cuerpo no es ya mi cuerpo;



es como penetrar al centro del universo:




El abrazo más pueril,



y el más puro de los besos,



hasta vernos reducidos



en un único deseo:




Tu mirada y mi mirada



como un eco repitiendo,



sin palabras:más adentro, más adentro,



hasta el más allá del todo



por la sangre y por los huesos.




Pero me despierto



siemprey siempre quiero estar muerto



para seguir con mi boca



enredada en tus cabellos.

(Ramón Sampedro)



2 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Anónimo dijo...

Maravillosa película, me emocionó mucho...

Clarisse dijo...

Maravillosa reflexión. Me ha gustado mucho.

 

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