El Dios de las Margaritas

martes, 15 de abril de 2008

"Mi barrio, como tantos otros barrios, es un mundo en miniatura. Con sus macetas de geranios en los balcones y su contaminación urbana; sus niños y sus aparcamientos, los primeros cada vez más ausentes, los segundos cada vez más escasos; un mercadillo los martes y una peluquería de señoras donde ponerse al día los pelos y los rumores. También tiene sus dos o tres ricos y sus dos o tres pobres que sobreviven haciendo pequeños trabajos con los que ellos se sienten más útiles y los demás más generosos.
Entre estos últimos se abre paso una sonrisa convertida en mueca, una mirada simplona y un andar serpenteante con nombre y apellidos propios: “Manolito , el tonto”. Su trabajo es limpiar coches y hacer pequeños recados. Aunque su especialidad son los cien metros lisos para aparcar coches los días que hay partido. Es todo un profesional de lo suyo. No hay otro como él. Sus manos escondidas en los bolsillos rotos del pantalón apenas dejan entrever la paresia izquierda que hace que en lugar de transportar agua, riegue las calles. No tiene apenas nada pero comparte sus bocadillos con los perros abandonados que a menudo le siguen a todas partes.
De llevar las bolsas recibe sus propinas, a veces en especie, por eso no es raro verle calzar zapatos del treinta y ocho un día y al siguiente del cuarenta y tres, regalo de esas señoras que creen comprar una parcela en el cielo con un par de zapatos usados. Si no le da largas el dueño del bar “Los Palacios“, lo sientan con ellos los habituales accionistas de la barra que a cambio de una cerveza se ríen un rato y olvidan así sus aguardentosas vidas y la dolorosa inconsciencia de sus mundos opacos.
Los niños no hablan con él , porque las leyendas sin fundamento de las viejas dicen que rapta a los críos con un cuchillo que esconde entre las largas mangas de la camisa que tapa sus manos. Es triste que para que los niños coman, inventen un “Coco” de carne y hueso. Pero él, ajeno a la fama que le precede sonríe a los chiquillos con su mirada tierna, con su cara mezcla de tonto y de sabio chiflado. Y les extiende los brazos huérfanos de caricias.
...Llevaba meses durmiendo dentro de un coche abandonado, que él mismo había acondicionado con unos cartones para tapar las ventanas rotas. Hoy, alguien que tiene influencias con el alcalde, gestionó su ingreso en una residencia para discapacitados. Vinieron a por él a última hora de la tarde. No pudo despedirse de sus perros.
Estoy segura de que las margaritas silvestres que crecieron allá donde él derramaba el agua, ahora que se han quedado huérfanas, lo echarán de menos..."

(La Dama)


1 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Anónimo dijo...

Creí que habías desaparecido de la red y de nuevo te he encontrado por casualidad. No me vuelvas a hacer esto, chiaca marciana...soy frágil y no soporto el dolor.

 

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