La Mujer con un Magnum del 44

jueves, 3 de abril de 2008




“Estoy harta de que todos mis amigos sean más jóvenes que yo -me comentaba una compañera hace dos días. Harta de escuchar los problemas del primer matrimonio, el primer embarazo y la primera infidelidad de pareja. No soporto los preparativos de boda, los antojos del segundo trimestre ni la bulimia derivada del fracaso de una relación sentimental.” Tiene razón. Ella es como el mundo anglosajón respecto al latino, todo le ocurre una década antes y la gente, dada su dilatada experiencia, acude a ella como si fuera un oráculo del sentido común. “Me siento la hermana mayor y divorciada que acompaña a la pequeña treintona al médico para pedir la píldora-del-día-después. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”
Nadie le enseñó a resolver sus propios conflictos y aquello que no la destruyó, la hizo más fuerte. Es una auténtica Gillette de la sensiblería y la lágrima fácil. Las corta de raíz. Su método es drástico, pero funciona y hay un antes y un después en todos los que se acercan a pedirle consejo. Siempre tiene la frase perfecta para pasar de un tsunami sentimental a una balsa de aceite. Se comporta como un Harry “El Sucio” de la psicología de pareja y apunta con su mágnum del 44 directo al corazón. Su secreto consiste en llamar a las cosas por su nombre. Así es como se ha ganado a pulso su club de adeptos.
Una vez presencié el “ritual”. Estaba diciéndole a otra compañera, que se acaba de separar de su marido después de diez años de convivencia y dos hijos en común, algo así: “Ese es un cabrón que se veía venir de lejos. Hace años ya apuntaba maneras, no despegaba los ojos del culo de la administrativa aquella que vino a sustituir a la Asun en vacaciones. Pero tú, que eres una pánfila de cuidado, no te dabas por aludida cada vez que te lo advertíamos las demás. Y ahora sécate esos mocos y a trabajar, que te acabas de quitar un muerto de encima”. Sorprendentemente aquellas palabras debieron de causar un efecto terapéutico en la auxiliar y al poco tiempo de aquella conversación ya lucía nueva sonrisa y nueva pareja.
Es curioso cómo a veces recibir una bofetada psicológica resulta más útil para salir de un trance depresivo que un abrazo efusivo y palmaditas en la espalda con falsas esperanzas, que tan sólo te hunden más en la miseria. Y para hacer eso la más indicada es la mujer del magnum 44.
(La Dama)






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