A mi vida llegan cosas pequeñas: momentos o imágenes que encierran mensajes hermosos en frascos diminutos. Últimamente hay un ejército de pequeños seres que me traen noticias: unas buenas, otras no tanto… Algunos de ellos no saben que han nacido de mi imaginación tan sólo para ser mis mensajeros.
También existen duendes maliciosos, seres burlones disfrazados de gente cotidiana. Cuando estoy baja de defensas por falta de sueño o por algún que otro resfriado, aparece uno de esos duendes con aspecto de menina, pero con un pijama sanitario de color azul, descarada y arrogante. Tiene la voz estridente y desagradable.
De niña solía tener pesadillas con los duendes de la fábrica de chocolate (los oompa-loompas) de la versión antigua de la película de Johnny Deep, protagonizada en aquel entonces por Gene Wilder. Aquellos hombrecillos verdes desfilaban delante de mi cama…hablando alrevés, como el enano de Twin Peaks y bailando una extraña danza alrededor de un gran caldero, que encendía mi fiebre.
Ahora aquellos duendes que han evolucionado y envejecido a mi ritmo, tienen la misma cara verde de entonces y la voz chillona de una médico intensivista que me recuerda al “Amo del Calabozo” de “Dragones y Mazmorras”. Cuando la conocí no tuve la menor duda, supe enseguida que se trataba de uno de mis oompa-loompas de la infancia que había regresado para darme dolores de cabeza. Ayer nos volvimos a cruzar mi oompa-loompa y yo, pero en el cruce dialéctico, esta vez el enano verde salió malherido. Ayer gané yo la batalla, y el oompa-loompa ha vuelto a las mazmorras de mi mente, aunque en su extraño idioma… ha prometido venganza.
(La Dama)
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