Julián o Cuento para mayores de 65 años

martes, 30 de septiembre de 2008



Julián nació sin nombre, así que se lo inventó. Julián no tuvo ninguna casa, así que se construyó una. Julián temía a los demás, así que los odiaba. Julián temía a los demás porqué no quería estar solo. Julián no quería estar solo porqué no podía soportar estar solo. Estar solo dependía de la gente de su alrededor, así que necesitaba su aprobación y al mismo tiempo sentirlos lejos para poder aprobarse a sí mismo. Julián no sabía lo que quería, pero era algo que no le preocupaba, hasta que tuvo que querer algo. Porqué Julián también creció.

A Julián le gusta imaginarse de mayor, pero también le da miedo. Julián sabe que la muerte está igual de cerca ahora que luego, y que, en lo fundamental, la gente no acostumbra a cambiar. Julián sabe lo cerca que está la muerte pero que le queda toda la vida par ir empujándola. Es alguna ventaja de ser joven, creer que puedes elegir e imaginarte imperecedero. Al ser joven, el cuerpo también te funciona mejor, cosa que ya se compensa con la poca cabeza. Porque seas del tipo de persona que seas, con la edad uno pone las cosas, sus cosas, en su sitio, sean las que sean, para bien o para mal. Debe ser muy complaciente poder llegar el día en que tu legado en esta vida te haga sentir orgulloso, y puedas decir; Me pase lo que me pase esto ya lo tengo, y ellos también. Julián se imagina que este camino no es fácil, aunque intuye que la mayoría de piedras se las pone uno mismo. Julián oyó en Ciudadano Kane que, en verdad, conseguir lo que uno quiere no es difícil, sino más bien fácil, siempre y cuando tengas claro lo que quieres y no escatimes esfuerzo en ello. Esas, son dos virtudes que Julián no tiene, y él lo sabe. Pero ¿qué puede hacer? Lamentarse, por supuesto. A Julián no le queda otra opción porque quiere muchas cosas a la vez. Julián es cobarde, pero sensato. Julián es cobarde porque no conoce un tope a las cosas y entonces todo esdeviene muy grande. Y claro está, lo pequeño esdeviene muy pequeño. Julián siempre quiere tener la razón, incluso, cuando se equivoca, quiere tener la razón en que se ha equivocado. Julián se enfada con los demás cuando las cosas no van como él quiere. Julián salta a la mínima porque es débil y se siente agredido con mucha facilidad. A Julián le gusta poner el símil del toro que aún gravemente herido, se dirige con firmeza hacía la lona roja, la lona que será su perdición. El toro debe de saber de antemano que lo tiene todo perdido, y aún así, mantiene el ruedo en vilo como un valiente combatiente de las cruzadas más antiguas y feroces. A Julián le gusta repetir la frase de “Si quieres conocer a alguien, hazlo enfadar”. Julián sabe que funciona, sabe muy bien que funciona. Pero también sabe que todo lo fácil que tiene dar consejos a los demás, tiene de difícil el aplicárselos a uno mismo. Por el momento Julián busca, en todo el sentido de la palabra.

Julián ha encontrado lo que estaba buscando. Una máquina del tiempo. Hurgando en un pequeño panel metálico triangular provinente de alguna antigua máquina temporal del manga de finales de principios de los noventa, encontró una máquina del tiempo, aparentemente estropeada, llena de malas hierbas y bichos con altas capacidades adaptativas. Una vez dentro activó el botón reiniciar y todo pareció volver a la normalidad. En la máquina encontró un mapa. Parecía una especie de recorrido vital a través del espacio tiempo de algún individuo de otros tiempos. Julián activó la palanca “viajar en el tiempo”, y un torbellino negro empezó a tragarle y desapareció por unos instantes. Luego todo se mantuvo igual. Aturdido por el viaje, Julián salió de la nave. Estaba en el futuro, pero no había nada. O mejor dicho, todo estaba igual. Quizás el futuro era por definición algo inexistente e inalcanzable, una abstracción, en verdad. Pero él sí notaba que le dolía. A Julián no le vino de nuevo todo aquello, sin embargo, estaba triste porque se le había escapado otra oportunidad. Siempre le pasaba igual.

Como quería que su historia tuviera un final feliz, Julián se esforzó en que las cosas le salieran bien. Un día consiguió comerse un Diplodocos entero y entonces pudo casarse y tener hijos. Julián está muy contento de tener hijos. Evidentemente, es algo que no se podía imaginar antes de tenerlos. Julián ha conseguido canalizar el sentido de responsabilidad en la investigación de los morteros greco-romanos y la perfección de las formas geométricas de la buena construcción. Eso le permite adentrarse en su propia cultura milenaria y sentirse parte de un todo más amplio. Cuando vuelve a la realidad, sus hijos le traen de vuelta a sus mundos. Julián tiene una esposa y un trabajo que le permiten ser lo que es, lo cual es mucho.

Ahora Julián es ya mayor, y está a punto de jubilarse, muy a su pesar. Julián es adicto a la actividad. Julián tiente, todavía, muchas cosas que contar, vivir y que le cuenten.
Julián cogerá un cuaderno y empezará a escribir sus primeras palabras honestas, a las cuales le sucederán otras y otras. Dejará escrito que, una vez muerto, se lo publiquen con el nombre de “Cuentos para mayores de 65 años”.

(Elnuevo)

1 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

ReyArturo on martes, 30 de septiembre de 2008, 20:16:00 CEST dijo...

Gracias por escuchar y gracias por sentir. Me alegro que te gustara la canción.
Espero seguir ofreciendote bellas canciones en estas hermosas noches de otoño que ya nos acompañan (mi estación favorita, por cierto).
Un beso.
-Miguel.

 

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