A estas alturas de mi vida me es fácil comprobar lo poco que me importa a qué sexo pertenece la otra mitad de mi memoria.
Alguien puede decirme: ¿Qué se hace cuando la jornada pone remiendos a los sentimientos; cuando la vida te empuja hacia otro lado, mientras, de este lado , se quedan afectos, que crecen, viven?
¿Qué se hace cuando esas raíces profundas plantadas en algún lugar de tu pasado cumplen su ciclo y se apagan?
¿Qué se hace cuando nuestro cuerpo lleno de adioses quiere llorar, gritar, extiende su mano para aferrar al afecto que parte y sólo encuentra vacío?
Porque a mi, se me pone analgésica el alma, cubro con vendas las heridas del corazón y sigo andando.
Me confesó su amor cuando yo no estaba preparada para escucharle.
Luego, aprendí a quererle y a su vez, aprendió a respetar mis silencios y mis distancias.
Se marchó una noche, cuando llego la muerte, la vi trepar por su pelo, sólo que baje los ojos y seguí comiendo.
Rezando en secreto para que se conformara únicamente contigo.
Un derrame cerebral le devoró todos los pensamientos.
Ahora, echo mucho de menos sus abrazos.(Andrea Guadalupe)
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