La deshora
lunes, 18 de febrero de 2013
¿Y qué habré de decir para que entiendan
los nardos que ya todo ha concluido?
¿Qué palabra podría convencerlos
de que no es tu llegada lo que aguardo?
Se abren las luces nuevas y murmuro:
«Hoy no diré su nombre.
Estoy en el pasado. Hay que partir
a buscar pastos nuevos.» Pero el alma,
enferma y distraída, no me sigue
y se queda extasiada en tus praderas.
¿Qué puedo yo contra esta voluntad
de estarme con tu olor y tu recuerdo?
¿Cuenta acaso mañana para quien
vivió hasta ayer su tierra prometida?
En la llanura no aparece el nuevo
pastor imperativo
y hacia el anochecer, indestructibles,
manejo pruebas de papel y seda.
Cerca pasan el agua y la sonrisa:
el pasado es lo único que anhelo.
«Esta sangre -me digo-
debiera ser de piedra»,
mas sé que he de olvidar lo inolvidable:
llegarán otras manos y otra boca,
otra cintura borrará la tuya.
Pero hoy debo decir a los amantes
que, donde quiera que tú estés, te amo.
(Antonio Gala)
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