"La infancia y la vejez se parecen.
En ambos casos, por motivos diferentes, somos más bien inermes, todavía no participamos –o ya no participamos- en la vida activa, y eso nos permite vivir con una sensibilidad sin esquemas, abierta.
Es durante la adolescencia cuando empieza a formarse alrededor de nuestro cuerpo una coraza invisible. Se forma durante la adolescencia y sigue aumentando a lo largo de toda la edad adulta. El proceso de su crecimiento se parece un poco al de las perlas: cuanto más grande y profunda es la herida, más fuerte es la coraza que se le desarrolla alrededor.
Pero después, con el paso del tiempo, como un vestido que se ha llevado demasiado, en los sitios de mayor roce empieza a desgastarse, deja ver la trama, repentinamente por un movimiento brusco se desgarra.
Al principio no te das cuenta de nada, estás convencida de que la coraza todavía te envuelve por completo, hasta que un día, de pronto, ante una cuestión estúpida y sin saber por qué, vuelves a encontrarte llorando como un niño."
(Susanna Tamaro. "Donde el Corazón te lleve")
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