El hombre que perdió su tren

domingo, 20 de enero de 2013




Como cada tarde llegaba a la estación, como cada tarde deshacía las horas entre palabras cruzadas y noticias teñidas de amarillo. Sólo la bocina del tren lo despabilaba de esas horas deshechas y le indicaba el momento de partir.
Así día tras día, sin ningún sobresalto llevaba su vida a cuestas, o sobrevivía...
El sábado se levantó con la sensación de que algo mágico le sucedería, aunque pensó que lo más emocionante que podía pasarle era poder completar de una vez por todas el crucigrama para comprar otro... y otro, y otro, y...
Como cada tarde llegó a la estación, se sentó en el banco del andén y esperó. Sólo la bocina del tren lo devolvió a tiempo para ver esos ojos color café que lo miraban desde un vagón que iba en dirección contraria. Nunca pudo apartar su mirada de ellos, eran ellos? Lo eran, no había duda que lo eran pero no podría alcanzarlos jamás. Atinó a decir con sus ojos todo lo que su corazón le susurraba en el pecho, hasta que ella partió hacia la próxima estación... Tres minutos fueron suficientes para descifrar lo que esos ojos le ofrecían sin mediar ninguna palabra, amor del bueno, el que pasa una sola vez y nunca más.
Allí quedó él, con su crucigrama en la mano y el alma estrujada de dolor, no es fácil ver cómo pasa el amor delante de uno sin nada para hacer, mas que unas entretenidas palabras cruzadas...

(MariaL)

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