Mi primer amor se llamaba Luis María Navarro. Me enamoré de él con cinco años. Era moreno, delgado y llevaba gafas. Era inteligente. Buen estudiante. Siempre tenía una merienda exquisita, envuelta con cuidado en celofán, con una servilleta de papel doblada en pico y atada con un elástico al bocadillo. También tenía una madre pequeñita y sonriente, tan perfecta como el bocadillo de cada mañana. Lo único que me molestaba de él es que siempre volvía del recreo con todo el pelo mojado. Le amé en silencio hasta los doce.
A los doce me topé con otro primer amor: Javier Medina. Era rubio y hermano gemelo de Fernando. Bailábamos agarrados en los guateques. Y me daba besos, muy pequeñitos, en el cuello. Cuando intentó hacerlo en la boca, le dejé, indignada.
A los doce y medio apareció en mi vida Ignacio Tanto, el tercer primer amor. Creo recordar que era peruano. El caso es que tenía un acento maravilloso con el que consiguió encandilar a todas las chicas de la clase. Como sacaba muy malas notas, le habían puesto en la primera fila y se pasaba horas balanceando su silla en las dos patas traseras, mirándome, siempre de perfil. Adoraba su indolencia. El día de San Valentín me regaló un elefantito de cristal diminuto que todavía conservo, aunque con la trompa rota. Me dejó por mi mejor amiga. Después de llorar en el patio, los perdoné a los dos y les deseé mucha suerte.
A los trece, apareció Mauricio Zabaleta, mi cuarto primer amor. Yo me tenía que ir a vivir a Kenia con mi padre y pocos días antes de mi marcha lo conocí en la piscina de la Ciudad de los Periodistas, en Madrid. Qué sitio más absurdo para enamorarse. Lo vi y quedé como fulminada. Inmediatamente. Sin cruzar palabra. Cuando llegué a Nairobi le escribí una carta al director de Iberia, explicándole mi penosa situación sentimental y pidiéndole un billete de vuelta gratis para reencontrarme con mi amor. Nunca me contestó, pero las noches estrelladas más hermosas de África las recuerdo al lado de Mauricio, aunque nos separaran miles de kilómetros.
El último primer amor fue el de los diecisiete y tenía sabor a mar. Un amor de piel tostada, ojos azules y tristes, en ocasiones. Nos dio por comer pulpo y pasar las tardes en una habitación alquilada por cuya ventana todo lo que se veía era color cielo y agua. Nuestros cuerpos pegados, explorando lo desconocido: nariz con nariz, mi pierna enroscada en la suya, su corazón latiendo sobre el mío. Me gustaba verle fumar. Se acabó el verano sin que hubiéramos llegado a ninguna conclusión. Me guardo su nombre, porque cuando nos enamoramos de verdad, por vez primera, suele ser un secreto. Casi inconfesable, porque todo lo importante lo es. Por eso, a veces, lo dejamos todo por ese primer amor. Existe sólo en nuestra memoria, en la intimidad de un recuerdo y nada de lo que nos rodea lo conoce, excepto quienes lo vivieron.
Yo, desde luego, si volviera a encontrarme con él y él siguiera siendo él, lo dejaría todo. Aceptaría mis errores, asumiría mis responsabilidades, y abrazaría el riesgo porque entiendo que es la única manera de buscar, por lo menos buscar, la felicidad.
Creo que todos nosotros tenemos el derecho de cumplir nuestros deseos.
(Ayanta Barilli)
7 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:
Ni Luis María Navarro, ni Javier Medina , ni Ignacio Tanto y tampoco Mauricio Zabaleta , ninguno de estos tenían sabor a mar. Un amor de piel tostada, ojos azules y tristes.Este amor primero sin nombre ,sin nombre por la cobardía que pudiera ser natural y al temor del sueño irrealizado.
Cuanto de bello y hermoso es ese primer momento que se para en el tiempo para siempre,de alcanzar lo mas intimo del amor y el deseo por primera vez ,cuando se hace con alguien amado asta doler la felicidad.
Ya pasaron algunos años desde esos 17, quizás no cambiaron tanto las cosas( por lo menos en el corazón ) exteriormente quizás no te asustes mucho ,quien sabe..
De todas maneras en ese rincón del recuerdo , donde guardas ese instante de vida mágico siempre vivirá el .
El riesgo es y debe ser diario en el amor y el conseguir tus deseos una obligación vital, así que se valiente..UN SOL AZUL DESDE HOY.
Anda que....
Me alegra saberte recordadora de esos primeros amores. Yo tambien las tengo muy presentes.
La primera, con 8 años, detrás de las casas molineras del barrio de España en Valladolid (simil a tio Raimundo del foro) había unas huertas con unos terraplenes que daban al querido pisuerga, pues bien, nos deslizábamo en sacos de nitrato por esos imaginarios toboganies, ella, Geli, a punto de romperse la crisma, en el instante mismo de perder el control del trineo plástico, la agarré por el brazo y salvé sus rodillas de ser objeto de mercromina y alcoholes puros. A cambio ella, me estampó un beso en la mejilla, que creo que estuve una semana sin lavarme la cara. Hace poco me enteré que me dejó, yéndose al otro lado del espejo de mi mundo.Después, Fuensanta, de Mondoñedo, la conocí en unos campamentos de la parroquia, ella era la hija de la cocinera del gran caserón donde nos alojábamos. Una tarde, ayudando a fregar los pucheros (quizá castigado) estaba allí, esperando a su mami. La regalé unas moras, negras. Por cogerlas, me resbalé de una escalera y aún tengo una cicatriz en la rodilla, bueno, por encima de ella. A los tres dias, me besó, esta vez en los labios. Rico.
Luego, Cristina, Isabel, Nieves, Mila, Mari Carmen, Marian...etc. (no me quejo), las últimas, Eva y Ana.
Ellas, todas, dejaron huella en mi alma, Geli, imborrable y más por su partida reciente. Las dos últimas, una por ser la novia formal con presentación a los papás, a las dos partes, porque me dejó por un tipo soso, serio, estirao, con cara de enfado constante. Ahora nos vemos, de vez en cuando, en la distancia, nos reconocemos, nos miramos, yo me pavoneo orgulloso de mi familia, que podría haber sido la suya. Pero eligió al otro.Y el gran amor de mi vida, Ana. Ella es el todo y lo siguiente. Para mi, mujer, amante, amiga, administradora, confidente, jefa, mi stop preferido que frena mi impetu e hiperactividad. Para nuestras hijas, enfermera, asistenta, amiga, maestra, consentidora. Paara el resto de la familia, es la mamá pata que consigue apacigüar los desaires de aquellos que no son humildes en la familia, aquellos que olvidan de donde vienen y donde están. Y para sus amigas, simplemente la mejor.
Doy cada día gracias por que se cruzara en mi vida. Como sabeis, fué la radio. Por ello, creo que desde entonces, me enamora la radio.
El pianista esnamorado.
Bonita reflexión, porque hace que cada amor fuera primero y único aunque el de verdad fuera ése que no tiene nombre...
Mi primer amor se llamaba Jaime. Y después, mucho después vino Germán. Yo fui el primer amor de José Manuel y de Pepe. Incluso en la infancia los amores no son correspondidos. Una pena. Ahora estoy a punto de separarme del octavo gran amor de mi vida...
Vaya, qué valentía al confesar tus amores. Sigamos el ejemplo, que perdemos?
Mi primer amor imposible fue en salita de 5 y se llamaba Daniel, morocho de pelo indomable y no me daba ni la hora.
A los 9 fui amor imposible de un compañero de mi hermana 3 años mayor que yo.
A los 13 fui amor imposible de otro llamado Enrique.
A los 14 me enamoré locamente de alguien que claro, no me correspondió y se llamaba Marcelo. Ese fuego me consumió mas o menos hasta los 20 en que conocí a mi esposo que fue el clavo que lo sacó.
A los 17 salí con un tal Daniel pero para probar las bondades de salir en pareja, ya que no había fuego verdadero al menos de mi parte -él estaba apurado por casarse y yo estaba estudiando, me moría de sólo pensar en tener un bebé!!-.
Salí con alguno que otro en el medio pero a los 20 conocí a mi actual marido.
Reconozco que debí seguir probando, total... pero no es algo que podamos manejar con absoluta libertad, o al menos yo no puedo.
... Y es loco porque me dedicaba a componer canciones sobre el amor, hasta que lo conocí a él, ahi se cortó la cosa.
Besos!!
Pues vamos allá con los míos:
La Primera fue una amiga del cole. Era la niña más guapa de la clase (y del mundo para mí). Yo tenía seis años y le regalaba todos los días la mitad de mis galletas de chocolate en el recreo. Luego apareción Juanjo, un niño alto y rubio del Norte, que me la quitó.
La segunda fue Alejandra, en mi adolescencia. Ella nunca supo que me gustaba, pero le escribí diez o doce cartas de amor anónimas. Luego se fue a otro instituto y la perdí de vista.
Después vino Mercedes Cano. Era lista, divertida y un poco chicazo, porque jugaba al fútbol mejor que yo. Nos hicimos novios dos años después de conocernos.Luego me dejó y se quedó embarazada de un chico cinco años mayor que nosotros.
Por último encontré a Lucía, el definitivo amor de mi vida. Sé que es ella, porque si algún día saliera de mi vida, iría a buscarla aunque fuera al otro lado del mundo.
Mi primer amor fue Ignacio. Salió de mi vida inesperadamente, tal vez por eso lo idealicé y nunca he vuelto a enamorarme de nadie como aquella vez.
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