A veces (y no trates
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravía la brújula
y ya no entiendes nada.
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravía la brújula
y ya no entiendes nada.
El día se convierte en una sucesión
de hechos incoherentes, de funciones
que vas desempeñando por inercia y por hábito.
Y lo vives. Y dictas el oficio
a quienes corresponde. Y das la clase
lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente.
Y en la noche redactas el texto que la imprenta
devorará mañana.
Y vigilas (oh, sólo por encima)
la marcha de la casa, la perfecta
coordinación de múltiples programas
—porque el hijo mayor ya viste de etiqueta
para ir de chambelán a un baile de quince años
y el menor quiere ser futbolista y el de en medio
tiene un póster del Che junto a su tocadiscos.
Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas,
junto a la cocinera, sobre el costo
de la vida y el ars magna combinatoria
del que surge el menú posible y cotidiano.
Y aún tienes voluntad para desmaquillarte
y ponerte la crema nutritiva y aún leer
algunas líneas antes de consumir la lámpara.
Y ya en la oscuridad, en el umbral del sueño,
echas de menos lo que se ha perdido:
el diamante de más precio, la carta
de marear, el libro
con cien preguntas básicas (y sus correspondientes
respuestas) para un diálogo
elemental siquiera con la Esfinge.
Y tienes la penosa sensación
de que en el crucigrama se deslizó una errata
que lo hace irresoluble.
Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes
dormir si no destapas
el frasco de pastillas y si no tragas una
en la que se condensa,
químicamente pura, la ordenación del mundo.
(Rosario Castellanos)
4 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:
A veces la marea te acaba llevando contra el agreste acantilado de la deseperación, de la calma inducida por el fracaso aceptado.
Cuando esas veces acudan a tu ánimo, solo queda que la carta de marear mas cercana que tengas la grapes a tu pupitre y con el foco de la ilusión forzada al principio vuelvas a tomar el gobierno de tu nave.
Qué fácil parece cuando la marea empuja al otro y cual cuesta arriba se planta al que la ola la siente en su propio costado.
Un beso, Blas
A veces es necesario enmascarar la vida con sedantes para creer que somos felices. Pero ese momento de bienestar virtual es efímero y nadie se escapa. Cuando se pasa el efecto volvemos a caer en la realidad de problemas cotidianos que poco a poco termina diluyéndonos en las aguas estancadas de la rutina.
Un saludo.
Es cierto,Blas, todo se ve muy fácil desde afuera, pero cuando estás tú en el ojo del huracán...qué negro se ve el horizonte.
Pero no es menos cierto que después de la tormenta aparece la calma...y la tempestad con la perspectiva del tiempo, acaba siendo el naufragio de un barco de papel en un vaso de agua.
Besos.
Este mundo es agridulce. Siempre nos enseña los dientes, para mostrarnos su mejor sonrisa...
Tuyo x siempre, como bien sabes, mi querida Dama.
Publicar un comentario