Valium 10

sábado, 17 de enero de 2009



A veces (y no trates

de restarle importancia

diciendo que no ocurre con frecuencia)

se te quiebra la vara con que mides,

se te extravía la brújula

y ya no entiendes nada.




El día se convierte en una sucesión

de hechos incoherentes, de funciones

que vas desempeñando por inercia y por hábito.



Y lo vives. Y dictas el oficio

a quienes corresponde. Y das la clase

lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente.

Y en la noche redactas el texto que la imprenta

devorará mañana.

Y vigilas (oh, sólo por encima)

la marcha de la casa, la perfecta

coordinación de múltiples programas

—porque el hijo mayor ya viste de etiqueta

para ir de chambelán a un baile de quince años

y el menor quiere ser futbolista y el de en medio

tiene un póster del Che junto a su tocadiscos.



Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas,

junto a la cocinera, sobre el costo

de la vida y el ars magna combinatoria

del que surge el menú posible y cotidiano.



Y aún tienes voluntad para desmaquillarte

y ponerte la crema nutritiva y aún leer

algunas líneas antes de consumir la lámpara.



Y ya en la oscuridad, en el umbral del sueño,

echas de menos lo que se ha perdido:

el diamante de más precio, la carta

de marear, el libro

con cien preguntas básicas (y sus correspondientes

respuestas) para un diálogo

elemental siquiera con la Esfinge.



Y tienes la penosa sensación

de que en el crucigrama se deslizó una errata

que lo hace irresoluble.



Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes

dormir si no destapas

el frasco de pastillas y si no tragas una

en la que se condensa,

químicamente pura, la ordenación del mundo.

(Rosario Castellanos)

4 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Blas de Lezo on sábado, 17 de enero de 2009, 14:22:00 CET dijo...

A veces la marea te acaba llevando contra el agreste acantilado de la deseperación, de la calma inducida por el fracaso aceptado.
Cuando esas veces acudan a tu ánimo, solo queda que la carta de marear mas cercana que tengas la grapes a tu pupitre y con el foco de la ilusión forzada al principio vuelvas a tomar el gobierno de tu nave.

Qué fácil parece cuando la marea empuja al otro y cual cuesta arriba se planta al que la ola la siente en su propio costado.

Un beso, Blas

Anónimo dijo...

A veces es necesario enmascarar la vida con sedantes para creer que somos felices. Pero ese momento de bienestar virtual es efímero y nadie se escapa. Cuando se pasa el efecto volvemos a caer en la realidad de problemas cotidianos que poco a poco termina diluyéndonos en las aguas estancadas de la rutina.
Un saludo.

Abril on sábado, 17 de enero de 2009, 22:21:00 CET dijo...

Es cierto,Blas, todo se ve muy fácil desde afuera, pero cuando estás tú en el ojo del huracán...qué negro se ve el horizonte.
Pero no es menos cierto que después de la tormenta aparece la calma...y la tempestad con la perspectiva del tiempo, acaba siendo el naufragio de un barco de papel en un vaso de agua.

Besos.

Anónimo dijo...

Este mundo es agridulce. Siempre nos enseña los dientes, para mostrarnos su mejor sonrisa...

Tuyo x siempre, como bien sabes, mi querida Dama.

 

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