Madame Blanche le recibió sin decir una palabra. El cabello negro, reluciente, el rostro oriental, perfecto. Pequeñas flores azules en los dedos, como si fueran anillos. Un vestido largo, blanco, casi transparente. Los pies desnudos.
Hervé Joncour se sentó frente a ella. Sacó de su bolsillo la carta.
-¿Os acordáis de mí?
Madame Blanche asintió con un milimétrico gesto de la cabeza.
- Os necesito otra vez.
Le tendió la carta. Ella no tenía nnguna razón para hacerlo, pero la cogió y la abrió. Miró las siete hojas una a una, después levantó la vista hacia Hervé Joncour.
- Yo no amo esta lengua, monsieur. Quiero olvidarla, y quiero olvidar aquella tierra, y mi vida allí, y todo.
Hervé Joncour permaneció inmóvil, con las manos aferradas a los brazos del sillón.
-Voy a leer por vos esta carta. Lo haré. Y no quiero dinero. Pero quiero una promesa: no volváis jamás a pedirme esto.
-Os lo prometo, madame.
Ella le miró fijamente a los ojos.Después bajó la vista hacia la primera página de la carta, papel arroz, tinta negra.
"-Amado señor mío
Dijo
-no tengas miedo, no te muevas, permanece en silencio, nadie nos verá.
Sigue así, quiero mirarte, yo te he mirado mucho,pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate donde estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si te es posible, y acaríciate, son tan hermosas tus manos, he soñado con ellas tantas veces que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, continúa, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate, amado señor mío, acaricia tu sexo, te lo ruego, despacio...
ella se detuvo. Continuad, os ruego, dijo él.
...es hermosa tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, amado señor mío, no abras los ojos,todavía no, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me sientes?, estoy aquí, puedo rozarte, esto es seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel...
ella leía despacio
...tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, de repente sentirás el calor de mis labios sobre ti, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso...
él escuchaba inmóvil
...tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las pestañas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo,apoyaré mis labios, allá abajo y los abriré bajando poco a poco...
dijo ella. Tenía la cabeza reclinada sobre las hojas, y con una mano se rozaba el cuello, lentamente
...dejaré que tu sexo entreabra mi boca,entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva descenderá por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío para siempre,si no me crees abre los ojos amado señor mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que sucede, y este cuerpo mío ya sin seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que te deslizas debajo de mí, aferras mis caderas, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote lentamente, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan que me marche, los golpes dentro de mí, es violencia dulce, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde quieras, amado señor mío, no hay final, no acabará,¿lo ves?, nadie podrá borrar este instante que sucede, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos separando las lágrimas de mis pestañas, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome aferrada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, amado señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá,hasta el final.
No nos veremos más, señor.
Lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis. Creedme: lo hemos hecho para siempre. Preservad vuestra vida resguardada de mí. Y no dudéis un instante, si fuese útil para vuestra felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora os dice, sin añoranza, adiós."
(Fragmento de "Seda". Alessandro Baricco)