Con el móvil he perdido la capacidad de discriminar lo urgente de lo demorable y vivo con la necesidad imperiosa de comunicar noticias nuevas. Y así voy, a modo de reportera de guerra tratando de dar noticias, antes de que otro me pise la exclusiva, sobre acontecimientos que no deberían de trascender de lo puramente anecdótico.
Nunca he sido puntual, pero el hecho de tener móvil me ha convertido en un chaman de la impuntualidad sin remedio. Me permite hacer llamadas cortas cada diez minutos para mitigar la espera de la persona con la que he quedado, que también llegará tarde a la cita y me hará sus correspondientes llamadas cortas, desde cada semáforo en el que se pare. Antes no ocurrían esas cosas. Si no estabas en el sitio fijado, a los quince minutos te daban el merecido plantón y tú lo asumías con naturalidad. El hecho de tener móvil, supone cambiar de planes cada diez minutos. Te da una idea engañosa de omnipresencia en la distancia y crees controlarlo todo con una simple llamada. Nada más lejos de la realidad. Porque los plantones con móvil o sin él siguen siendo plantones. Hace meses que intento quedar con una vieja amiga y siempre que hablamos –a través del móvil, por supuesto- quedamos en llamarnos “algún día”. Antes, que ninguna de las dos tenía móvil, nos veíamos casi todos los fines de semana. Claro, que las circunstancias de ambas han cambiado y el móvil forma parte de esos cambios.
Y la publicidad continuamente anda bombardeándote con nuevos modelos y tarifas. La vida es mucho más que Vodafon, Amena no te hace Libre, porque con un móvil eres más esclav@ y Movistar no te lleva a las estrellas, ni te da nuevos caminos que recorrer, sino nuevas forma de perderte en ti mismo… y a esto lo llamamos ¿evolución?
La Dama

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