Titiriteros emocionales

jueves, 12 de junio de 2008




Amor número 14 tiene la tensión arterial elevada. Eso es lo que le han dicho en el chequeo médico anual de su empresa. Tiene eso que alguien ha llamado acertadamente “hipertensión de bata blanca”. Amor número 14 odia que lo presionen. Por eso cada vez que se empieza a inflar el manguito del tensiómetro alrededor de su brazo, su sistema nervioso autónomo le juega malas pasadas. Comienzan a sudarle las manos, nota sequedad de boca y palpitaciones, aumenta su peristaltismo intestinal y hace extravagantes movimientos involuntarios con la mano, que impiden realizarle una correcta medición. Amor número 14 tiene un umbral bajo para el estrés emocional, no así para el sufrimiento físico, como me ha demostrado en ocasiones. Su mente funciona como una mágnum de gatillo fácil. Es como si viviese permanentemente unido a una carga explosiva en el pecho a punto de estallar ante cualquier contratiempo. Me divierte imaginar que es un espía secreto, uno de esas películas antiguas de cine negro, con un micrófono oculto bajo la ropa en campo enemigo, preparado para activar el detonador y provocar su suicidio si es descubierto en territorio hostil.
A El Hombre que tiene aspecto de bailar tangos arrastrados le da “grima” que le exploren los oídos. Tan sólo notar el roce del cono del otoscopio en el conducto auditivo externo, hace que se retuerza como una anaconda, agarrándose a cualquier cosa que tenga cerca hasta pulverizarla con la mano. Se convierte en un auténtico doblador de cucharas. Es un Uri Geller del siglo XXI, con imaginarse tan sólo el hecho de que alguien le introduzca algo en el oído. El Hombre que tiene aspecto de bailar tangos arrastrados tiene un don único en el mundo para magnificar acontecimientos. En su mente todo funciona bajo luces de neón, rayos láser y lámparas de espejos. Ha creado un mundo imaginario, con pinceladas de realidad que le ha permitido encontrar el optimismo que andaba buscando en años de vacas flacas. Sus historias son amenas y él disfruta exagerándolas hasta el extremo, llenando su discurso de caricatos del mundo real. Con esas historias conquistó a La Mujer que se niega a envejecer, hace siete años.
La Mujer que se niega a envejecer a pesar de los derrumbes emocionales, es su indiscutible media naranja, su alter ego, su versión femenina. Juntos han creado un mundo paralelo y una tragicomedia de la que han hecho un estilo de vida. Comparten el gusto por lo innovador con mezcla de retro, neogótico y zen. Él inventa cada día un nuevo personaje para ella y ella cocina el bacalao para él de mil formas diferentes…A veces ella hace como que llora mientras pela las cebollas para el bacalao y él -que no soporta las lágrimas, aunque sean de cocodrilo- saca un ramo de rosas de su chistera azul para hacerla feliz. La tragicomedia y las cebollas siempre han combinado muy bien.
La Mujer que ya no recuerda su pasado llora por El Hombre que nunca fue a la guerra. En realidad no llora por él exactamente, llora porque no se acuerda de las cosas, llora porque a veces está más lúcida y entonces se acuerda de cómo era y de cómo la conquistó El Hombre que nunca fue a la guerra. Se acuerda de cuando la casa estaba llena de críos, que no paraban de hacer ruido que entonces la volvía loca. Ahora es el silencio lo que la enajena y cada vez que suena el teléfono corre para oír la voz de aquellos críos oculta debajo de la voz de los adultos en los que se convirtieron…
Amor número 14, El Hombre que tiene aspecto de bailar tangos arrastrados, La Mujer que se niega a envejecer, La Mujer que ya no recuerda su pasado y El Hombre que nunca fue a la guerra, a veces se confabulan para tirar de mis miembros en sentidos opuestos y cuando parece que voy a desintegrarme se ponen de acuerdo para caminar en la misma dirección y dejarme descansar sobre sus hombros, recordándome que somos una familia... cuasiperfecta.
(La Dama)

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