La del Pirata Cojo

lunes, 13 de diciembre de 2010


No soy un fulano
con la lágrima fácil,
de esos que se quejan sólo por vicio.
Si la vida se deja yo le meto mano
y si no aún me excita mi oficio,
y como además sale gratis soñar
y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación
partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas,
a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel
de todos los hombres
que nunca seré:
Al Capone en Chicago
legionario en Melilla
pintor en Montparnasse.
Mercenario en Damasco
costalero en Sevilla
negro en Nueva Orleans.
Viejo verde en Sodoma
deportado en Siberia
sultán en un harén.
¿Policía? ni en broma
triunfador de la feria
gitanito en Jerez.
Tahur en Montecarlo
cigarrillo en tu boca
taxista en Nueva York.
El más chulo del barrio
tiro porque me toca
suspenso en religión.
Confesor de la reina
banderillero en Cádiz
tabernero en Dublín.
Billarista a tres bandas
insumiso en el cielo
dueño de un cabaret.
Arañazo en tu espalda
tenor en Rigoletto
pianista de un burdel.
Bongosero en la Habana
casanova en Venecia
anciano en Shangri La.
Polizón en tu cama
vocalista de orquesta
mejor tiempo en Le Mans
Cronista de sucesos
detective en apuros
conservado en alcóhol.
Violador en tus sueños
suicida en el viaducto
guapo en un culebrón.
Morfinómano en China
desertor en la guerra
boxeador en Detroit.
Cazador en la India
marinero en Marsella
fotógrafo en Play Boy.
Pero si me dan a elegir
entre todas las vidas, yo escojo
la del pirata cojo
con pata de palo
con parche en el ojo,
con cara de malo,
el viejo truhán, capitán
de un barco que tuviera
por bandera
un par de tibias y una calavera

(Joaquín Sabina: “Quería ser sólo una perversa canción infantil pero se ha convertido en el himno de los conciertos de esta gira. Se la debo a unas fiebres de mi hija Carmela.”)

¿No es más muerte que la muerte?

sábado, 27 de noviembre de 2010



Un hilo de baba líquida se derrama por la comisura de sus labios. Sus ojos miran alrededor, tiemblan de miedo, de impotencia, y apenas puede emitir un sonido sordo que a nadie llega en un vacío cruel. Al poco aparece la asistenta. Le limpia la boca, encajada entre salivas que actúan de cemento en sus labios, y le dedica una sonrisa abierta a la que nunca corresponde. El gesto de ese hombre delata la irreversible quietud de un cuerpo que transita por las tinieblas de la dependencia, al modo de una figura sujeta a los cables de una tramoya que la tienen maniatada. Y su voz, cada día más hilo quebradizo, llora en silencio palabras que se estrellan en la estulticia, en la moralina de una sociedad hipócrita y pacata con el "más allá".

La asistenta ya reconoce y lee en sus párpados: tanto tiempo a su lado le han conferido capacidades intelectivas que sólo ella entiende, como si entre ellos dos se hubiera creado un sistema de símbolos y expresiones que configura un lenguaje nuevo y exclusivo. Le está diciendo que se ha orinado, que se ha vuelto a orinar. Sí. Es la tercera vez en la mañana. Y comprueba que hasta los camales del pijama han adquirido una tonalidad oscura y viscosa que lo atrapa como una tela de araña inmensa de la que no se puede salir. Hace 15 años su coche se empotró secamente contra un árbol…; iría hablando de fútbol, escuchando una canción o, quién sabe, planeando con su chica una cena inolvidable. Un giro de una crueldad innombrable le dejó clavado, hincado a la Tierra, sobre el metro y medio de una cama inerte y sin alma. Su novia salió ilesa. Milagrosamente, magulladuras, raspaduras y un fuerte golpe en el brazo fueron las solas señales del accidente. Al año lo abandonó. Huyó. Asistir a su decadencia progresiva fue también para ella un cadalso insoportable. Pero ella sí podía correr…

¿Hay un mundo mejor? –se interroga-. No importa la respuesta. Nadie está dispuesto a liberarlo de las argollas del sufrimiento… Escucha razones: “La vida es un regalo, un don que no siempre se sabe interpretar; hay designios que deben ser aceptados como prueba máxima de Amor.”, escucha decir a un cura entrado en carnes, mientras le desliza suavemente la mano por su frente y lo mira con condescendencia. “Aunque nada hubiera tras la vida –diría si pudiera-, ¡mejor el desenlace de esa nada que la consciencia agonizante de saberte muerto!”. Ya no puede más. No quiere poder. Ni la paciencia ni la esperanza ni la súplica ejercen de consuelo a un corazón que bombea dentro de un caparazón sin aire. Hace demasiado que sus ojos sólo siguen de lejos el movimiento de quienes le visitan: sobrinos que, contemplativos, preguntan por qué su tío no los acaricia, no los impulsa a los cielos ni les compra helados en verano; o la desolación rota de unos padres que caminan alrededor de su lecho la peor condena: ver la degradación paulatina, milímetro a milímetro, segundo a segundo, del hijo que un día les sonrió y les dijo, “Os quiero”.

Tiene 40 años. Y ha vivido 25. ¿Llegará a estar más tiempo muerto que vivo? Sólo el hombre sabe cuánto y por qué alargar una agonía sin retorno, mientras las justificaciones religiosas opacan un dolor amigo del infierno, de ese fuego que todo lo corroe, todo..., excepto la consciencia de saberse para siempre ardiendo, sin fin. La condena para un inocente que ni el derecho a un último "vuelo" se le concede; un inocente que calla, calla, calla...

(Claudio Rizo)

Ventanas

sábado, 20 de noviembre de 2010



Detrás de qué ventana está el paisaje que pintamos

qué tipo de astronave nos conducirá hasta aquí

en qué escalón se llegara a echar los sueños a vivir

Qué tipo de color dará a la vida una respuesta

dónde podré encontrar las migas que tire al partir

estos bolsillos pueden dar fe de que hay cosas que perdí

Y si ésta se cierra que otra quede entreabierta

qué será de las ventanas que no abrí

qué será de los temores, qué será de las canciones

cuando el mundo sea tal como pedí.

Qué tipo de alimento engordará nuestra conciencia

qué tipo de locura nos recetarán al fin

para que un niño pueda ver

lo que con otros me perdí.

(Antonio de Pinto)

Historia de lo nuestro

jueves, 4 de noviembre de 2010



No hay forma de coger atajos. En el Amor accedemos a la espiral vertiginosa y entregamos el corazón... a cambio de este maravilloso viaje.

(La Dama)

El Trauco

viernes, 22 de octubre de 2010



- Es el hombre de mi vida –me dijo contundente.
Yo no creo en las personas para toda la vida, porque en este mundo no existen las certezas; pero no podía mantenerme impávida ante la contundencia luminosa de una de mis mejores amigas, y pregunté con genuino interés.
- ¿Y eso por qué?
- Recoge las pilas malas y las deja donde no contaminan.
¡Diablos! Me desconcertó. Una esperaría que alguien que se declara enamorada le encuentre el cometa Halley en los ojos, que su boca le recuerde el Mediterráneo, que su pecho desnudo le sugiera la imagen de una playa centroamericana, que sus manos le suelten los huracanes… Cualquiera de esas cosas, pero no se espera que ser rastrillo de pilas botadas por el mundo sea suficiente para que la mantenga a mil kilómetros del lugar donde yo necesito a mi amiga, a la que me mira y me sabe centímetro a centímetro, incluida el alma y la tormenta.
Aunque tiene sentido después de todo. Si caminas a su lado (además de ir recogiendo pilas de todos los tamaños) va ordenando las cosas. Entrar con ella a un Supermercado es una prueba de la flexibilidad y la rapidez: irá devolviendo los tarros al lugar que le corresponden, volverá a dejar la mantequilla que encontró entre medio de las virutillas y las ceras al lugar de los refrigerados, ordenará los carteles mal puestos y los precios chuecos en los visores, y todo mientras te habla de este mundo y el otro. Cuando recorre mis dominios domésticos, yo voy prendiendo luces, y ella va detrás apagándolas. Y si das una mirada rápida verás que ordenó mis collares por color y porte, sin que te alcanzaras a dar cuenta de cuándo fue eso.
- ¿Y cómo lo conociste? –le digo.
- En un bus, me senté a su lado. A mí me gustó la voz, después lo miré. Pero lo miré cuando ya me gustaba.
Este tipo de diálogos es el que me convence que es mía. No podía ser de otra manera. ¿Que una debe enamorarse de hombres que te cortejan? ¿Que una debe enamorarse después de un test de compatibilidad, de conocerle la carta astral y saber qué diente le salió primero? Eso quedará para las que van por la vida prendidas del cuerpo y la juventud, de las profesiones, de los happy hour y los trajes de satín con cuello mao. Nosotras, las otras, nos enamoramos de la ortografía, de la irreverencia, de la genialidad, de la voz o de un dibujo literario perfecto que nos pusieron en la mente. Nos deslumbran. Nos enamoramos del que se resiste o del que se rinde sin cláusulas, de los dañados que ya no confían o de los cándidos que van por la vida confiando todas las veces, del que invadimos o del que nos coloniza… Con la única condición que nos ame tan total, tan íntegra, tan brutal y tan inteligentemente, como somos capaces de amar nosotras.
- ¿Y cómo se llama?
- Manuel.
Pues ¿qué hacerle? Manuel, bienvenido a mi vida… (Yo sabía que en Chiloé habían Traucos).

(Milita Babilónica)

Deseo



Te seguiré hasta el final te buscaré en todas partes
bajo la luz y la sombra en los dibujos del aire
te seguiré hasta el final te pediré de rodillas
que te desnudes amor te mostraré mis heridas

y con las luces del alba antes que tú te despiertes
se hará ceniza el deseo me marcharé para siempre

te seguiré hasta el final entre los musgos del bosque
te pediré tantas veces que hagamos nuestra la noche
te seguiré hasta el final con el tesón del acero
te buscaré por la lluvia para mojarme en tu beso

y con las luces del alba antes que tú te despiertes
se hará ceniza el deseo me marcharé para siempre

y cuando todo se acabe y se hagan polvo las hadas
no habré sabido por qué me he vuelto loco por nada

te seguiré hasta el final por la escalera del viento
para rogarte por Dios que me hagas sitio en tus besos

y con las luces del alba antes que tú te despiertes
se hará ceniza el deseo me marcharé para siempre

y cuando todo se acabe y se hagan polvo las hadas
no habré sabido por qué me he vuelto loco por nada.

(Pedro Guerra)

La Tabla de Flandes (fragmento)

jueves, 21 de octubre de 2010



"El mundo no es tan simple como quieren hacernos creer. Los contornos son imprecisos, los matices cuentan. Nada es negro o blanco; el mal puede ser un disfraz del bien o la belleza, y viceversa, sin que una cosa excluya la otra. Un ser humano puede amar y traicionar a la persona amada, sin que por eso pierda realidad su sentimiento. Se puede ser padre, hermano, hijo y amante al mismo tiempo; víctima y verdugo... Pon los ejemplos que gustes. La vida es una aventura incierta en un paisaje difuso, de límites en continuo movimiento, donde las fronteras son artificiales; donde todo puede acabar y empezar de nuevo a cada instante, o terminar de golpe, como un hachazo inesperado, para siempre jamás. Donde sólo somos un pequeño relámpago entre dos noches eternas y donde, princesa, tenemos muy poco tiempo."

(Arturo Pérez-Reverte)

Peor para el sol

domingo, 17 de octubre de 2010



¿Qué adelantas sabiendo mi nombre?,
Cada noche tengo uno distinto,
Y siguiendo la voz del instinto
Me lanzo a buscar...
Imagino, preciosa, que un hombre.
Algo más, un amante discreto
Que se atreva a perderme el respeto
¿no quieres probar?

Vivo justo detrás de la esquina
No me acuerdo si tengo marido
Si me quitas con arte el vestido
Te invito a champan.
Le solté al barman mil de propina
Apuré la cerveza de un sorbo
Acertó el que el templo del morbo
Le puso a este bar.

Peor para el sol que se mete a las siete
En la cuna del mar a roncar,
Mientras un servidor
Le levanta la falda a la luna.

Al llegar al portal nos buscamos
Como dos estudiantes en celo,
Un piso antes del séptimo cielo
Se abrió el ascensor.
Nos sirvió para el último gramo
El cristal de su foto de boda
No faltó ni el desfile de moda
De ropa interior.

En mi casa no hay nada prohibido
Pero no vayas a enamorarte
Con el alba tendrás que marcharte
Para no volver.
Olvidando que me has conocido,
Que una vez estuviste en mi cama,
Hay caprichos de amor que una dama
No debe tener.

(estribillo)

Es mejor, le pedí, que te calles,
No me gusta invertir en quimeras,
Me han traído hasta aquí tus caderas
No tu corazón.
Y después, para qué más detalles,
Ya sabéis, copas, risas, excesos
Como van a caber tantos besos
En una canción.

Volví al bar a la noche siguiente
A brindar con su silla vacía,
Me pedí una cerveza bien fría
Y entonces no se...
...si soñé o era suya la ardiente
Voz que me iba diciendo al oído,
Me moría de ganas, querido,
De verte otra vez.

(Joaquín Sabina)

Sin daños a terceros

martes, 12 de octubre de 2010



Justamente ahora
irrumpes en mi vida
con tu cuerpo exacto y ojos de asesino.
Tarde como siempre,
nos llega la fortuna.

Tú ibas con ella,
Yo iba con él,
jugando a ser felices por desesperados
por no aguardar los sueños,
por miedo a quedar solos...

pero llegamos tarde,
te ví
me viste
nos reconocimos enseguida pero tarde
maldita sea la hora
que encontré lo que soñé,
tarde.

Tanto soñarte y extrañarte sin tenerte
tanto inventar
tanto buscarte por las calles como loca
sin encontrarte
ahí va una de tonta
por desesperada
confundiendo amor por compañia
y ese miedo idiota de verte vieja y sin pareja
que hace escoger con la cabeza lo que es del corazón.
Y, no tengo nada contra ellos,
la rabia es contra el tiempo por ponerte junto a mi, tarde.

Ganas de huir,
de no verte ni la sombra,
de pensar que esto fue un sueño o una pesadilla
que nunca apareciste,
que nunca has existido.

Ganas de besarte,
de coincidir contigo,
de acercarme un poco y amarrarte en un abrazo
de mirarte a los ojos y decirte: Bienvenido...

Pero llegamos tarde.
Te ví,
me viste
nos reconocimos enseguida pero tarde
quizás en otras vidas,
quizás en otras muertes.

Que ganas de rozarte,
que ganas de tocarte
y acercarme a tí
y golpearte con un beso,
de fugarnos para siempre
sin daños a terceros...

(Ricardo Arjona)

Cuando me reconozco



Gozo mi feminidad cuando tus manos la expresan,
extirpándola del cuerpo tras cada caricia, sin apenas queja.
Es entonces cuando me siento mujer, cuando me reconozco,
en el reflejo de tu tersa piel, en el fondo de tus ojos.
Es el lecho ese tormo, donde tú me creas,
jugando en él a ser Dios, creyéndome yo ser Eva.
Es entonces cuando poseo creencias, cuado la fe
se despoja de la ausencia, tatuando en mi piel
ancestrales leyendas.
En la humedad de la alcoba, cuando tu boca desgrana
mi nombre entre las sábanas, preciso abarcar el momento
que entre nosotros se escapa, resbalando como el sudor
que la euforia del placer arranca.
Es en la erótica noche cuando el deleite nos presta sus alas,
pidiendo tan sólo a cambio un hueco en la almohada.
Es entonces cuando olvido los contornos, cuando el perfil
que nos limita no es mas que un observador curioso.
Me complace cada instante que me surges de la nada,
convirtiéndome en el fin de mi principio, en la dicha
que como mortal codicio, en el engaño de una vida eterna
que sin ti no es nada, en la cordura de mi enajenada alma,
en las horas que descuento cuando no te tengo, en todo
cuanto creía cuando de niña soñaba y en esa parte de mi
que he hallado asomándome a tu rostro.

(De la red)

Credo



De pronto uno se aleja
......de las imágenes queridas
amiga
quedás frágil en el horizonte
te he dejado pensando en muchas cosas
pero ojalá pienses un poco en mí

vos sabés
en esta excursión a la muerte
......que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueño

está demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de Dios

a esta altura del partido
creo en los ojos y en las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.

(Mario Benedetti)

Amor de tarde



Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

(Mario Benedetti)

Alicia y las hormigas

domingo, 10 de octubre de 2010



Alicia vive en esta ciudad pensando que tiene escondida una llamarada detrás de un carbón de piedra. Tiene sueños extraños, orgías oníricas de colores chillones, como papagayos sueltos en mitad de la ladera encementada. Se sienta en el borde del camino y con la uña comienza a marcar carreteras para hormigas que, porfiadas, no transitan por los lugares que les señala. Las observa con detención. Cuando era pequeña y tenía un moño a cada lado de la cabeza funcionando como antenas de mundos internos, Alicia mataba a una de ellas y esperaba pacientemente que otra hormiga de la colonia viniera a recoger los restos de aquella muerta a golpes de índice. (Y su pregunta de siempre, si ella muriese ¿habría alguien que viniera por su cuerpo o acabaría perdiendo el olor, sus moños, su cintura inexistente y la cobardía de sus manos vírgenes? ). Ella no sabe pertenecer, no hay espacio que sienta propio ni sonidos guturales que recuerde luego del sexo. Alicia es una extranjera que rueda buscando la llamarada detrás del carbón de piedra. Sólo eso.

Tres secciones tiene el cuerpo de una hormiga. Tres secciones tiene el suyo: la intelectualidad morigerada por el miedo, la emocionalidad dividida en largas cintas de papel como serpentina blanca, y la vagina que le estorba casi siempre (un secreto de magma que debe cubrir).
Pasan los vehículos ostentando urgencias que ella no siente. Son hormigas en tándem. Ella no tiene hormiga líder que le enseñe lo que su inexperiencia desconoce y va a golpes de errores moviendo las seis patas y las antenas.

Labra pequeñas figuras de obsidiana, triángulos isósceles de perfecta y brillante negrura que tienen bocas y ojos singulares. El cincel le golpea entre la quijada y el quejido, entre los labios y el clítoris, hasta convertirla en un arpegio.

Alicia, sentada al borde del camino en el que hace carreteras para las hormigas, canta bajito “naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido…” y cruza los brazos hasta tocarse los hombros en un intento de autocontención vana y flagelante. Si alguien la mirara conjugaría todos los verbos de la ausencia…

(Milita Babilónica)

La Caja



Hoy he abierto una caja, de esas que, arrumbadas largo tiempo, guardan recuerdos y secretos debajo de una ligera cortina de polvo. Vivencias almacenadas en pocos centímetros, en las catacumbas de lo invisible, ajenas a los minutos del presente, quizás porque algún día dejaron de serme útiles y preferí darles un descanso justo. Libros a través de los que viajé, utensilios que me valdrían para arreglar un monopatín, postales de lugares que visité, alguna fotografía mal enfocada, quebradiza, con una cicatriz sobre la imagen de alguien con quien sonreí, incluso cartas escritas por un corazón ilusionado cuya destinataria nunca recibió. Vacié y vacié, desenrollando las toneladas de sentimientos unidos a cada uno de ellos como una madeja de hilo que nunca termina de girar. Al fondo de la caja, descubrí un último objeto. Luminoso, revelador, ese sin el que posiblemente yo no hubiera sido el mismo. A buen seguro. De pequeño tamaño, color negro, con una diminuta rueda en su lateral que hacía mucho que no rulaba, y con múltiples agujeritos como si un ciempiés hubiera bailado la danza del vientre sobre él durante años.

Lo saqué y me devolvió de golpe a la infancia; en una milésima de segundo, y sin permiso, pues así actúa la memoria del corazón cuando tropieza con algo inolvidable. Me transportó a aquellos domingos otoñales, con una vida todavía por escribir, alfombras de hojas desparramadas libremente por el suelo y el aire filtrándose, frío ya, entre ese objeto y mi oído; apoyó mi cabeza sobre la almohada bajo la que una voz cálida me susurraba confidencias de personas que no conocía pero que cada noche me resultaban más familiares; y a los cines, también me devolvió a los cines en los que me parapetaba de un plomo de cinta escuchando en su oscura clandestinidad los goles de la jornada. Su sonido enlatado me sugería mundos nuevos, me permitía viajar lejos, pendido de un simple pensamiento, sin tomar el avión o sin subir a un tren. Fabulaba historias, imaginaba los rostros que me hablaban en la madrugada, novelaba territorios inexistentes en una quietud de soledad maravillosa. Porque la radio, esos agujerillos por los que se filtraba el latido, el bombeo del mundo y de sus gentes, conoció gran parte de mis secretos. Y los conserva, sin derramarlos. Porque disfrutada a solas, la radio, en su complicidad y charlatanería, extiende un manto de posibilidades imaginativas que la imagen roba.

El día en que mi voz, mi propia voz, delgada como un hilo de pescar, también emergió de su interior, llegando a oídos anónimos, desconocidos, sin rostro, padecí de un temblor de piernas que me duró semanas. No fue un bautizo fácil, lo confieso. Sólo dieciséis años, más acné que arrestos, cuando recité cual actor en obra de teatro al entonces Presidente del Hércules, Emilio Orgilés, el interrogatorio de preguntas que mi querido padre me escribió un día antes en una libreta grande, con tapas azules, y que aún protejo como si de la edición más antigua de El Quijote se tratara. Era el sonido de un robot teledirigido, mi voz. Pero llegó la música, a los meses… y me solté. Abrí los brazos y atrapé todo lo que en ellos cupo. Radio Novelda. La SER. Informativos, magazines, entrevistas… La enseñanza de la radio despertó en mí, con el tiempo, una suerte de creatividad de la que hoy me aprovecho. Aprendí a amar la palabra, el verbo adecuado, la entonación correcta… La cuña grababa. El gol cantado. La canción presentada. Todo formaba parte de un gigantesco páramo que estaba por poblar de sensaciones y aprendizajes, entremezclado de nervios, de esa extraña sensación de movimiento sísmico que rompe en lo más profundo instantes antes de abrir un micro.

Hoy que me atreví a devolverle la luz y el alma a esa caja arrumbada en el fondo de un armario, quiso el destino que aún estuvieras ahí, arrinconada, garante de mi pasado, con tus pilas ya ganadas por el óxido…, pero al acercar de nuevo mi oído a tu cuerpecillo, al percibir cierto aroma de mi pasado en ti, detuve el tiempo, lo retrocedí y… aún, aún escuché, o creí estar escuchando, el desgañitado grito de un locutor entre el fervor de un gentío exultante: “¡Gol, gol, goooooooooooool!”.

(Claudio Rizo)

El Pescador de Estrellas

miércoles, 6 de octubre de 2010



Si alguna vez quisiera alcanzar una estrella, pediría consejo a un profesional, es decir, a un pescador de estrellas. No es tan fácil atrapar una. Las estrellas son entes escurridizos y frágiles. Es posible que, en el intento de darle caza a una, se resbale entre los dedos de las manos inexpertas y salte al primer remanso de agua que encuentre: en una fuente próxima, un charco o una lágrima y desaparezca en un abrir y cerrar de ojos disuelta en el agua.

No es fácil como digo, darle caza a una, especialmente si se trata de una estrella fugaz. Las fugaces son astros muy cotizados, por su escasez en relación a la enorme demanda de deseos que tenemos los habitantes de este planeta.

Si tuviera la necesidad imperiosa de atrapar una, para formular un deseo, no porque yo crea que cumplen deseos ni supersticiones similares, no, sino por motivos estrictamente científicos, alquilaría los servicios de un pescador de estrellas. El de pescador de estrellas es un oficio en declive con pocos seguidores dispuestos a darle continuidad en el tiempo, ya que la labor es estrictamente artesanal: nada de herramientas sofisticadas; apenas una simple red, unos aparejos de pesca y poco más. Este aprendizaje ha ido pasando de padres a hijos durante milenios y ya está prácticamente en desuso, pues los jóvenes, más que pescar estrellas desean dedicarse a otras actividades que dejan más dinero y requieren menor dedicación, como: perseguir sueños imposibles, inventar historias o cultivar la mente. En el mercado, el cultivo de la mente es un valor en alza. La superproducción se exporta y el resultado de esto es lo que se ha dado a conocer como: “fuga de cerebros”.

Los pocos pescadores de estrellas que aún conservan este trabajo provienen de generaciones enteras de pescadores de estrellas, que fueron grandes comerciantes en un pasado más glorioso.

El caso es que es difícil encontrar en los tiempos que corren a un pescador de estrellas, para que a cambio de un puñado de sueños, te atrape una. Sin embargo, yo he tenido suerte. Hace unos días se instaló uno justo en la casa de al lado y ha sembrado todo el jardín con las estrellas que no pudo vender estos años atrás. Y de noche, cuando todo está en calma y sale la Luna, las estrellas iluminan el prado donde vivimos. Todos los vecinos nos sentimos contentos con el nuevo inquilino y su maravilloso jardín de estrellas, cuya luz nos incita a formular deseos suficientes para seguir necesitando que existan las estrellas y sus pescadores, más allá de lo que duren nuestros sueños…

(La Dama)

Mía

domingo, 3 de octubre de 2010



Mía, porque jamás dejarás de nombrarme
y cuando duermas
habrás de soñarme;
hasta tú misma dirás
que eres mía.

Mía,aunque mañana te liguen otros lazos
no habrá quien sepa llorar
en tus brazos...
Nunca te olvides: sigues siendo mía.

Mía, aunque tú vayas por otro camino
y que jamás nos ayude el destino
nunca te olvides sigues siendo mía

Mía, aunque con otros contemples la noche
y de alegria hagas un derroche
nunca te olvides
sigues siendo mía

Mía, porque jamás dejarás de nombrarme
y cuando duermas
habrás de soñarme;
hasta tú misma dirás
que eres mía.

Mía,aunque mañana te liguen otros lazos
no habrá quien sepa llorar
en tus brazos...
Nunca te olvides: sigues siendo mía.

(Armando Manzanero)

Cosas del corazón

sábado, 2 de octubre de 2010



Una sale a la calle con el corazón suelto, pensando en que después de tantos años ya está domesticado, y cuando cruza el semáforo en rojo aparece la epidemia de abrazos, sonrisas y miradas extraviadas a los desconocidos que arrancan un: “qué guapa eres, no me había fijado” y un “me encanta estar contigo”. Y de ahí a los “te quiero y te necesito” sólo hay un pasadizo secreto que cabe en la cabeza de un alfiler…

Y entonces el corazón se abre sin querer de par en par y te deja una vez más desnuda a los ojos del amor. Y ya no hay enemigo pequeño. La batalla la has vuelto a perder y lo mejor de todo es que quieres desaparecer en esa mirada de perrillo abandonado que atrapa todo el sueño de tus noches vacías.

Una epidemia de ilusión te invade como si no tuvieras la experiencia de los mil amores primeros; como si una segunda adolescencia soplara sobre tu cuello y te dejas llevar por la danza de un nuevo encantador de serpientes. Sientes que el hombre que has esperado pacientemente desde siempre acaba de hacer acto de presencia como si lo estuvieses esperando en una estación de tren. Lleva toda tu vida de retraso y pensabas echarle la bronca cuando se anunciase en el umbral de tu puerta para llenar un vacío antiguo que nunca ha llenado nadie, pero es verlo aparecer y sufrir una amnesia en el mecano de los reproches, abrazándote a él como si llevases toda la vida esperándolo...

(La Dama)

Barbie de extrarradio

viernes, 1 de octubre de 2010



En la guerra, como en el amor
todo vale y siempre queda un perdedor.
Normalmente, pierde el que quiere más
al igual que en una mesa de black jack.

Me olvidaré de tu amor de garrafón,
olvidaré de tus besos de judas,
hoy voy a darle a mi pobre corazón,
una de capas de alguna pintura,
que borre las humedades
que le han dejado tus recuerdos.

Tu subes como la marea
yo bajo como la tensión
pa mi es como un rompecabezas
lo que pa ti cae de cajón
yo tengo arrugas en el alma
tu piedras en el corazón
mis sentimientos van en chándal
y los tuyos visten de Dior
Una taza de té por favor
para este desnatado corazón
que poco a poco se desangra
barbie de extrarradio.

Hoy las penas, como la pasión
duran poco y dejan siempre un mal sabor
una mezcla entre sal y limón
exprimido en mi marchito corazón.

Me olvidaré de tu amor de garrafón
olvidaré de tus besos de judas
hoy voy a darle a mi pobre corazón
una de capas de alguna pintura
que borre las humedades
que le han dejado tus recuerdos.

Tu subes como la marea
yo bajo como la tensión
pa mi es como un rompecabezas
lo que pa ti cae de cajón
yo tengo arrugas en el alma
tu piedras en el corazón
mis sentimientos van en chándal
y los tuyos visten de Dior
Una taza de té por favor
para este desnatado corazón
que poco a poco se desangra
barbie de extrarradio.

Y detente
pase mis años olvidado en una trampa
para ratones en la que tu eres el queso
tu con carrera en el amor
y yo en 1º de la ESO
pa estudiar el primer beso que me diste
y ahora te digo que no tienes corazón
que no me dejas elección
que nuestra relación fue un chiste
querida barbie de extrarradio
corre tu tinte está esperando

(Melendi)

Los Amantes

martes, 28 de septiembre de 2010



¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos ?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.


Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.

(Julio Cortázar)

Vamos a guardar este día

viernes, 24 de septiembre de 2010



Vamos a guardar este día
entre las horas, para siempre,
el cuarto a oscuras,
Debussy y la lluvia,
tú a mi lado, descansando de amar.
Tu cabellera en que el humo de mi cigarrillo
flotaba densamente, imantado, como una mano
acariciando.
Tu espalda como una llanura en el silencio
y el declive inmóvil de tu costado
en que trataban de levantarse,
como de un sueño, mis besos.

La atmósfera pesada
de encierro, de amor, de fatiga,
con tu corazón de virgen odiándome y odiándote.
todo ese malestar del sexo ahíto,
esa convalecencia en que nos buscaban los ojos
a través de la sombra para reconciliarnos.
Tu gesto de mujer de piedra,
última máscara en que a pesar de ti te refugiabas,
domesticabas tu soledad.
Los dos, nuevos en el alma, preguntando por qué.
Y más tarde tu mano apretando la mía,
cayéndose tu cabeza blandamente en mi pecho,
y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello.
Vamos a guardar este día
entre las horas para siempre.

(Jaime Sabines)

Ese gran simulacro

miércoles, 22 de septiembre de 2010



Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir/ arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
planos que arrancan lagrimas
cadáveres que miran aun desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido esta tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda

en el fondo del olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede/aunque quiera/olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinan por el olvido
como si fuese el Camino de Santiago

el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.

(Mario Benedetti)

Poema de un Recuerdo

sábado, 18 de septiembre de 2010



Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela.

Dime por favor en que vacío,
no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma,
y no el sentir que tú te encuentras lejos.

Dime por favor por qué camino,
podré yo caminar, sin ser tu huella;
dónde podré correr no por buscarte,
y dónde descansar de mi tristeza.

Dime por favor cuál es la noche,
que no tiene el color de tu mirada;
cuál es el sol, que tiene luz tan solo,
y no la sensación de que me llamas.

Dime por favor donde hay un mar,
que no susurre a mis oídos tus palabras.

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza;
dime cuál es el hueco de mi almohada,
que no tiene apoyada tu cabeza.

Dime por favor cuál es la noche,
en que vendrás, para velar tu sueño;
que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero.

(Gustavo Alejandro Castiñeiras)

Quiero ser en tu vida



Quiero ser en tu vida, algo más que un instante,
algo más que una sombra y algo más que un afán,
Quiero ser en ti mismo una huella imborrable
y un recuerdo constante y una sola verdad.

Palpitar en tus rezos con temor a abandono.
ser en todo y por todo complemento de ti.
Una sed infinita de caricias y besos,
pero no una costumbre de estar cerca de mí.

Quiero ser en tu vida, una pena de ausencia
y un dolor de distancia y una eterna amistad.
Algo más que una imagen y algo más que el ensueño
que venciendo caminos llega, pasa y se va...

Ser el llanto en tus ojos y en tus labios la risa,
ser el fin y el principio, la tiniebla y la luz
y la tierra y el cielo... y la vida y la muerte.
Ser igual que en mi vida has venido a ser tú...

(Martín Galas Jr.)

Cuando estemos viejos



Cuando estemos viejos
y se nos achique el paisaje en los ojos
y el sol del invierno se nos ponga flojo
y nos cachetee la cara el espejo
cuando estemos viejos
y tiemblen mis manos al tomar las tuyas
y nos falte el llanto
la risa y la bulla
de esos dos diablillos
que ya estarán lejos.

Cuando estemos viejos
cuando estemos solos
cuando no haya nada
y nos duela todo
cuando solo exista la casa vacía
y anden en silencio tu sombra y la mía
nos querremos tanto!
que nuestro cariño
llenará la ausencia de esos dos chiquillos...

Cuando estemos viejos
yo te lo prometo,compañera mía!
serán nuestros años plenos de dulzura
serán nuestras horas llenas de poesía
andaremos juntos,viejitos inquietos
las 4 estaciones de un mundo de nietos
y verás,mi vida,que miente el espejo
pues seremos novios
cuando...estemos viejos...

(D. Martín)

Noches de Boda

viernes, 10 de septiembre de 2010



Que el maquillaje no apague tu risa,
que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo.
Que el fin del mundo te pille bailando,
que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.
Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de tí el desamparo,
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.

(Joaquín Sabina)

La calle Mayor

jueves, 2 de septiembre de 2010



El sábado trae regalos, por momentos relucientes… allá bajo el sol de la risueña Alicante. Porque así veo yo la ciudad, sonriente, fresca, soleada…, aunque la lluvia salpique mis zapatos, desde que me adentro en sus laberintos caminando distraídamente sobre sus aceras, o desde que detengo el vertiginoso decurso del tiempo en un rico y fresco mojito, elaborado en cualquier local de esos que estrechamente se pierden en mitad de una calle.

Es curioso cómo se gana querencia con el trato. Antes, no hará tanto, la capital alicantina para mí no significaba más que una parada casi “obligada”, una visita conveniente para comprar algún artículo o para distender la tarde dominical bajo el manto de una película mecido en el sopor que deja el olor a palomitas. Pero todos cambiamos: las ciudades, las personas... Y más allá de la alteración en la fisonomía de un lugar, del quiebro de sus colores o de un embrujo despreciado, son los ojos, heraldos de la información que aquietan o inquietan al alma, los que perciben aquella disposición con un acento nuevo y entrañable. Subjetividad, a fin de cuentas. Modesta. Antigua. Incrustada, pues. Por momentos, cosmopolita calle Mayor, dejas en mí una fotografía indeleble que da acicate a los momentos bajos y bruñe con oro los altos.

Con retraso, aterrizo en la calle Mayor, a eso de las tres de la tarde. La crisis dibuja su cara más sufrida en los menúes (cada día más baratos) estampados en las pizarras de los establecimientos y comprobada en los apremiantes rostros de los camareros que a mi paso me invitan a degustar las bondades culinarias de lo que allí adentro se cuece. Hay que entrar. A estas horas ya tengo un incómodo taladro en el estómago que me impide hacer distingos. Observo con sorpresa que la zona para no fumadores está vacía. Es un páramo, una fría estancia repleta de cubiertos y platos limpios, como si una bomba química hubiera borrado todo rastro humano sin apenas ruido. Arriba, sin embargo, en donde se empipa uno con placer el puro o el cigarro tras la pitanza (en enero próximo ya ni eso), se dan mesas llenas, con niños de un lado para otro y conversaciones ya alicaídas por el efecto anestésico de la manduca. Ocupo una mesa esquinera, mirando en derredor, con timidez, recién llegado, como quien entra a hurtadillas en una biblioteca para no atraer la atención de la concurrencia. Pero no evito el giro de los cuellos a mi paso. Ya relajado, al cuarto de hora, me lanzo a las viandas, normalmente pescado, mientras miro a través de la ventana cómo educadamente circula la sangre de la ciudad unos metros más abajo. La invariable costumbre casi me hace abandonar el último el local, justo cuando los rostros de los camareros yo no son apremiantes, como cuando me recibieron, sino de puro hastío. ¡Qué pelma!, -creo que leo en sus ojos, mientras me despiden con forzada simpatía-. Entonces pienso que no hay propina que relaje un retraso. Y con razón.

Salgo. Es la calle Mayor, a la que cada sábado veo como recién inaugurada, por la que transito a paso de soldado herido, en exasperante lentitud, atrapando el gesto de sus edificios, la armonía de sus años, la antigüedad de sus calles instalada en ese enjambre de Historia, que se llama, con justicia, El Barrio. Entonces, se entorna la tarde en tonos ocres. Veo cómo abril, a las seis, bendice el paso de los enamorados dejándoles una alfombra roja por la que caminan sin prisa, sin tiempo, sin destino... Y noto, de nuevo, como que se me regalara un objeto de inapreciable valor. Irrepetible y mágico.

(Colaboración de Claudio Rizo).

Canción Del Amor Prohibido

viernes, 27 de agosto de 2010



Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente.

Sólo tú y yo sabemos porque mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tu apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así dos orillas tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

(José Angel Buesa)

Elegí un mal día para dejar de fumar...



Y eso que nunca he fumado, aunque hice el intento en la adolescencia, pero no sabía echar el humo y me asfixiaba. Me quedé con las ganas, como en otras muchas cosas que vinieron después...

Era un mal día para empezar a escuchar jazz. El jazz es una afición nueva que tengo pendiente. Alguien me la ha contagiado. Los hobbies y los vicios se contagian, está comprobado. Lo dicen ocho de cada diez dentistas en España (los mismos que fueron entrevistados para el anuncio de Colgate). También el malhumor, el acento y la gesticulación. Sólo tienes que tener las compañías adecuadas. Dime con quién andas y te diré qué te ha contagiado... Eso decía mi abuela.

No me cuesta nada mimetizarme con el ambiente. Soy un camaleón humano. Se me pegan las costumbres (las buenas y las no tanto), las pausas y los dejes en el habla y la forma de caminar. El estilo no, eso es imposible. No hay improvisación que parchee el estilo.


No era el mejor día para coger el autobús. Lo sé: dejar tu destino al azar en manos de que el conductor tenga un buen día, es definitivamente arriesgado. Pero con frecuencia lo hago. Me refiero a arriesgarme. Siempre he jugado en la rueda de la fortuna. Y además evito sufrir con el coche porque tengo un trauma con el aparcamiento. Y, dicho sea de paso, una cruzada con el ayuntamiento. El alcalde pretende financiar sus obras salomónicas con mis denuncias. Creo que me ha puesto un vigilante de zona azul dedicado a perseguirme, con un cronómetro esperando a que me pase un minuto para multarme. Y como sabe que la puntualidad no es mi fuerte…

Era un día desastroso para ver a un ex. Me he encontrado con Amor nº 10 y se me han atragantado las palabras, como el humo que intentaba canalizar de los cigarros de mi adolescencia. Sin embargo ha sido exitoso reencontrarme con mi pasado, en forma de una antigua compañera que se ha quedado petrificada al verme. En cualquier otra persona lo hubiera pasado por alto, pero en ella, que hace diez años me miraba por encima del hombro…me he dado el gustazo, la verdad. Ha sido como ir a una de esas fiestas de antiguos alumnos, donde el patito feo que recordaban todos ahora es un cisne de un blanco inmaculado...

No era el mejor día para dirigir el mundo (mi mundo). Ayer me sentía con la mecha apagada. Y todo lo sufrió un repartidor de sueños o de caprichos (según se mire), que tiene conmigo una paciencia infinita.

Hoy habría sido un mal día para dejar de fumar. Menos mal que no he tenido que hacerlo…

(La Dama)

Psicoanálisis del Amor

viernes, 13 de agosto de 2010



[...]No creo que sea completa esa enumeración de los métodos con que el hombre se esfuerza por conquistar la felicidad y alejar el sufrimiento; también sé que el mismo material se presta a otras clasificaciones. Existe un método que todavía no he mencionado; no porque lo haya olvidado, sino porque aún ha de ocuparnos en otro respecto. ¡Cómo podría olvidar precisamente esta técnica del arte de vivir! Se distingue por la más curiosa combinación de rasgos característicos.

Naturalmente, también ella persigue la independencia del destino y con esta intención traslada la satisfacción a los procesos psíquicos internos, utilizando al efecto la ya mencionada desplazabilidad de la libido, pero sin apartarse por ello del mundo exterior, aferrándose por el contrario a sus objetos y hallando la felicidad en la vinculación afectiva con éstos. Por otra parte, al hacerlo no se conforma con la resignante y fatigada finalidad de eludir el sufrimiento, sino que la deja a un lado sin prestarle atención, para concentrarse en el anhelo primordial y apasionado del cumplimiento positivo de la felicidad.

Quizá se acerque mucho más a esta meta que cualquiera de los métodos anteriores. Naturalmente, me refiero a aquella orientación de la vida que hace del amor el centro de todas las cosas, que deriva toda satisfacción del amar y ser amado. Semejante actitud psíquica nos es familiar a todos; una de las formas en que el amor se manifiesta nos proporciona la experiencia placentera más poderosa y subyugante, estableciendo así el prototipo de nuestras aspiraciones de felicidad. Nada más natural que sigamos buscándola por el mismo camino que nos permitió encontrarla por vez primera.

El punto débil de esta técnica de vida es demasiado evidente, y si no fuera así, a nadie se le habría ocurrido abandonar por otro tal camino hacia la felicidad. En efecto: jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado a su amor.

Pero no queda agotada con esto la técnica de vida que se funda sobre la aptitud del amor para procurar felicidad; aún queda mucho por decir al respecto.


(Sigmund Freud)

Te Quiero

domingo, 25 de julio de 2010



Te quiero... y me mueves el tiempo de mi vida sin horas.
Te quiero en los arroyos pálidos que viajan en la noche,
y no termina nunca de conducir estrellas a la mar.
Te quiero en aquella mañana desprendida del vuelo de los siglos que huyó su nave
blanca hasta el agua sin ondas donde nadaban tristes, tu voz y mi canción.
Te quiero en el dolor sin llanto que tanta noche
ha recogido el sueño en el cielo invertido en mis pupilas
para mirarte cósmica, en la voz socavada de mi ruido de
siglos derrumbándose.
Te quiero (grito de noche blanca) en el insomnio reflexivo
de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
Te quiero... Mi amor se escapa leve de expresiones y rutas, y va rompiendo
sombras y alcanzando tu imagen desde el punto
inocente donde soy yerba y trino.

(Julia de Burgos)

El Muro de las Mentiras



He mentido. He mentido mucho. He mentido siempre. He mentido tanto que no sé distinguir la verdad de mis mentiras.
Al principio fue por necesidad, para ocultar secretos que me parecían inconfesables, pero luego se fue convirtiendo en una rutina. Si sentía hambre, decía que no lo sentía. Si estaba triste, decía que no lo estaba. Si algo me parecía bonito, decía que era horrible. No quería hacer daño a nadie, pero empezó a ser una costumbre. Cada mentira, como un efecto dominó, llevaba a otra y se convertía en un ladrillo con el que construir mi día a día. Y así empecé a poner ladrillo sobre ladrillo hasta crear un muro que me ocultaba de los demás y a los demás de mí. Para atenuar mi angustia por la tendencia irrefrenable a mentir, comencé a disfrazarme hasta transformarme en otra persona y vivir como esa persona en quien me había convertido. Mi invento me superó y había cobrado vida propia. Había creado una encantadora de serpientes y la gente se postraba a sus pies. Evitaba los espejos porque no quería que me devolvieran al pasado. Pero un día me vi reflejada en un estanque. Empecé a sentir miedo. No reconocí a la que ví sobre el agua. Lancé una piedra sobre ella y salí corriendo.
Pero no hay lugar en el mundo donde una pueda escapar de sí misma. Y la imagen de aquella mujer que no se parecía a mí me atormentaba. Y entonces decidí acabar con ella. Borré el carmín de su sonrisa falsa y fui a un acantilado para lanzar sus zapatos de tacón de aguja al mar. Quemé sus notas de papel donde apuntaba los nombres de sus víctimas. Seres a los que había destrozado el corazón y abandonado después sin contemplaciones. Y empecé a derribar el muro que había construido, ladrillo a ladrillo, como comenzó.
Y entonces dejé de mentirle a todos. Las verdades salieron de mi boca como los vientos huyendo de la caja de Pandora. No me quedó ni la Esperanza de la leyenda. Pero me sentí libre, muy libre. El lastre de años había desaparecido repentinamente junto a la hoguera que hice con mis mentiras. Y empecé a retomar mi vida anterior. Y lo más importante: dejé de mentirle a la única persona que siempre ha estado conmigo: yo misma.

(La Dama)

Es 20 de Julio...

martes, 20 de julio de 2010



Noto el calor de julio rozarme las mejillas. Se despereza el verano, con sus primeros rigores, y presiento que una multitud de hermanos ya me espera a las afueras del Santuario para hablarme de sus cosas. El murmullo exterior acude a mis oídos, como olas intermitentes de una playa, y un febril pálpito de emoción se apodera de mi cuerpo alertándome de que el Día ha llegado. Es 20 de julio. Madrugaré, acicalaré mi cuerpo –siempre fui algo coqueta y… resultona- y os abriré las puertas de mi Casa, para que el aire de la vida y la alegría del reencuentro inunde todas sus estancias...

Ya veo las primeras caras sonrientes, familias al completo que vienen para acompañarme en romería al pueblo como cada año. Os veo con cierta inquietud colocarme sobre las andas y emprender juntos el camino. El sol también se cuela, invitado eterno, con su luz templada de media tarde, mientras descendemos. Hacemos un descanso: estamos en la Casa Lino y me giráis 180 grados para contemplar, en una suerte de tiempo suspendido, la grandeza del Santuario donde habito. ¡Viva la Santa! ¡Viva Santamaría Magdalena! ¡Vivaaaaa!... Eleváis entonces mi nombre a los cielos en gestos agradecidos; aunque yo también, hacia mis adentros, sin que apenas lo notéis, susurro vuestros nombres y recupero para mí los dolores y las bendiciones que durante los años me habéis ido narrando. Serpenteamos el descenso y descansamos las piernas en una amable casa de campo donde se apacigua el calor mediante el ofrecimiento de sangría a los romeros, y en el primer Molino, también parada habitual, mientras escuchamos pugnar en los cielos el sonido de los cohetes y de las tracas, o disfrutamos del lanzamiento jubiloso de globos con que alguna huerta nos recibe a nuestro paso. Ya en el Paseo de los Molinos, la romería se convierte en Procesión. Un gentío arremolinado me acoge con gentil hospitalidad. Es el momento de colocarme frente al espejo en mi invisible tocador –lo merecéis- y de vestirme para el momento. Refulgentes piedrecitas colgáis sobre mi cuerpo; una nueva Cruz de madera sustituye a la que me acompaña durante el invierno; me colocáis una corona con el escudo del pueblo encastrado en su frontal, y hasta la Vara de Mando, que simboliza el ordenamiento del engranaje social, forma parte inseparable de mi nuevo traje de Fiesta. Sobre unas lustrosas andas ya temblequea mi figura pendida de los hombros del Patronato, precedida de las Bellezas del pueblo junto a sus Damas de Honor, y escoltada por las autoridades civiles, eclesiásticas y de orden público. Pero a mis lados escucho a la gente lamentar un tiempo actual de desgarro económico y azotes varios, y lloro…; hijos que están viendo perder propiedades y futuros, o que terribles enfermedades acuden a sus vigilias como pesadillas insistentes, cada noche. Entonces noto sus manos rozar fervorosamente mi cuerpo en busca de esperanza, o los veo casi macilentos, acompañándome con sus pies desnudos sobre un suelo inhóspito, expresando promesas redentoras o agradecimientos sinceros.

La nostálgica calle Mayor –trecho antiguo y hermoso- me permite bordear el ayuntamiento, mientras contemplo la imagen remozada, como de postal, de la Plaza Vieja a la que tanto amo. En su centro se yergue la institución de los Mares: nuestro Jorge Juan, con quien, por medio de un lenguaje puramente celestial, nos mandamos un saludo de complicidad y bienvenida. Me encuentro ya frente a la entrada de la Iglesia de San Pedro, la más antigua de la villa, con cuyo honorable Patrón –que también lo fue de vosotros- me dispongo a su reencuentro con toda la reverencia que me cabe. Hacemos un alto, poco antes de la entrada a la Iglesia, y emerge de su interior el sutil sonido de un órgano que encapsula y atrapa el ambiente en un todo mágico. Un sonido al que le acompaña los gestos complacidos y entregados de mis hermanos. De entre la multitud que me rodeáis, de entre la gente que me mira y me aclama, surgen, a golpes discontinuos de gran emoción, de nuevo las sílabas que entrelazan mi nombre suspendido sobre la indescriptible magia de mi Himno: ¡Viva Santamaría Magdalena! ¡Vivaaaaaaaaa! ¡Viva la Santa! ¡Vivaaaaaaaaa!
Me conducen por el pasillo central de una iglesia cuyos bancos y paredes diría que han desaparecido ante tanta concurrencia. Espontáneamente se forma a mi paso unos cánticos y unos aplausos que me ensordecen, que estremecen cada rinconcito de mi cuerpo; hasta el calor pegajoso de julio que allí se forma, parece desvanecerse ante la fiebre de amor que me llega. En el Altar Mayor, con cuidado milimétrico, me giran y dejan mi mirada, por fin, enfocada a la vuestra. De frente, sin barreras, cara a cara, piel a piel, os vuelvo a encontrar, a cada uno, madres, padres, niños, abuelas… en la ofrenda de un tributo eterno que no merezco. Y os sigo enviando mensajes de esperanza y fe desde el Altar, por medio de ese lenguaje que sólo el alma percibe, un alma limpia y creyente, pues sólo esa es capaz de escuchar mis palabras… Alrededor de la media noche, se dibuja en el cielo un lienzo de luz, color y sonido. Es La Alborada, que como el postre de una cena que nunca olvida la memoria, os invita a salir a las calles del pueblo para encontraros en bares y comparsas con la fiesta civil que tan respetuosamente convive con la religiosa. Mientras la noche, regocijada en su logro, va adueñándose de nuestras vidas…

Aquí, en la parroquia de San Pedro, permanezco unos días; siempre pocos. Es 22 de julio. Salgo fuera, de nuevo sobre mis andas y con mi gente cobijándome, por unas calles que he visto nacer y desarrollarse, y que cada año siguen sorprendiéndome como si se tratara de un amigo al que de tanto en tanto ves. Mi espíritu abandona por un instante mi cuerpo en ese desfilar, se eleva, y se marcha, sin pedir permiso, por las amplitudes de María Cristina, curioseando en sus avenidas de ciudad; por el corazón de Emilio Castelar, agradecido para el viandante aunque algo enojoso para el conductor; por las placetas que se acomodan en cada barrio, o por la Glorieta, que tan altiva camina con su traje de moderna.

Es como un tiempo de vacaciones del que dispones, para recuperar lo tuyo, pero del que ya ves, cuando mejor te sientes, que sus minutos terminan…

El primer lunes de agosto ya escucho, antes que al gallo, el ronroneo de mi familia que se dispone a devolverme al Santuario. Desde las cinco y media de la mañana habéis madrugado para orarme. Sobre mis andas, ya hecha la muda para mi Casa de invierno, me despido de San Pedro, por un año. Menos mal que la distancia no interfiere en los sentimientos ni en las querencias, pienso. Pero salgo feliz... Se vuelve a formar una nube humana allá por donde voy, ofreciéndoos sin desmayo para llevarme sobre vuestros hombros y acercándoos para saludarme, tocando mis pies y mi cuerpo. Bien de mañana, el cielo llora Aleluyas con poemas y frases nacidas del sentimiento frente a la carismática papelería “El Roget”. Me lleváis en volandas hacia San Roque. Un poco antes, me sobrecojo ante la suelta de unas palomas que nos indican en su trayectoria el anuncio de que vendrá un "tiempo mejor". De que confiéis. Fuertes y sanas, también me señalan en su ascenso que se aproxima el momento de mi partida. Entonces, en Cardenal Cisneros vuelve a desprenderse de mis ojos una lágrima invisible, una lágrima que, aunque no la veáis, simboliza mi gratitud y mi afecto. Miro por última vez al pueblo, mi villa, mi querida Novelda, y antes de que os percatéis de mi dolor, continúo en la mañana de agosto hacia el Santuario, convencida de que pronto estaré de vuelta... Una breve parada en la Casa de los Pinos sirve de recuperación de ánimos y de fuerzas, y es cuando a paso ligero ya me conducís, bien pertrechados de bocadillos de tortilla de patatas y coca-cola, hacia vuestro Castillo de sueños y luchas...

De nuevo estoy aquí, también es mi Casa, en el Santuario de Novelda. Recuerdo, ya en soledad, hace 5 o 6 décadas, a familias enteras que llegaban a este frontispicio para pasar dos noches seguidas en lo que se conocía como una cambra, dejando descansar sus cuerpos sobre ajados jergones. No les empujaba otro deseo que el de hacerse en el Santuario, a las 12 de la noche, con el número que les aproximaría a mi figura en la procesión de descenso al pueblo al día siguiente. Qué familias...
Los cuadros que visten mi Casa me arropan y me transmiten seguridad, como vuestras visitas cada veintidós de mes, tan esperadas siempre. En esos lienzos veo cómo por primera vez escuché a Jesús; de qué manera resucitó a Lázaro; de la forma en que le lavé los pies con perfume y se los sequé con mis largos cabellos; cómo comprobé que Nuestro Señor resucitó, tras acudir a su sepulcro vacío; o incluso cuando le oré por mis pecados durante 7 años, con una calavera sobre mi mano que representaba mi destino, mientras un ángel, como vosotros, suspendido en el espacio, se empeñaba en ofrecerme frutas como alimento. Y donde habrá un órgano de Piedra, en breve, majestuoso y único, incalculablemente grande, cuyos sonidos se esparcirán por todos los rincones de este mundo. Para recordar que julio, queridos hermanos, amado San Pedro…, siempre llega.

(Claudio Rizo)

Recogimiento

lunes, 19 de julio de 2010



Sé sabia, Pena mía, y permanece en calma.
Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:
Envuelve a la ciudad una atmósfera oscura
A unos la paz trayendo y a los más la zozobra.

Mientras que la gran masa de los viles mortales,
Del Placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,
Cosecha sinsabores en la fiesta servil,
Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí

Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridos
Con vestidos ridículos, sobre las balaustradas
Del cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;

Descansa bajo un arco el moribundo sol
Y, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,
Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.

(Charles Baudelaire)

Nuestro amor será leyenda

miércoles, 14 de julio de 2010



No hay doctor que me retenga
No hay dolor que me detenga
No hay planeta que me eclipse
O de tu lado me desvíe

Del clamor yo no dependo
Del halago me desprendo
No hay error que me resigne
Ni un porqué que me empecine

No hay rencor que me de frío
No hay amor como este mío
Tus acciones te definen
El destino es quien camine
No hay temblor que me delate
No hay distancia que esté lejos

Desde lejos nos tenemos en el fuego
Desde lejos nos tenemos en los mares
Desde lejos yo te siento amor
Desde lejos nos tenemos en los huesos
Desde lejos nuestros cuerpos se hacen aire
Desde lejos yo te puedo amar
Desde lejos nuestro amor será leyenda
Desde lejos hablarán
De este amor que es de leyenda van a hablar

No hay honor en esta guerra (ni en ninguna Guerra)
Ni fervor que la merezca
No hay un fin que me de brío
No hay bufón que me divierta

Si eres fe yo me convierto
Tu existencia me da aliento
Te lo digo convencido
No hay amor como este mío

Y eso siento más o menos
Y por eso mismo muero
Dime si no merecemos
Dar la vida en intentar
Si he de amarte desde lejos
Quiero hacerlo hasta el final… final, final.

Desde lejos yo te quiero con el fuego
Desde lejos yo te tengo con los mares
Desde lejos yo te siento amor
Desde lejos nos tenemos en los huesos
Desde lejos nuestros cuerpos se hacen aire
Desde lejos yo te puedo hablar
Desde lejos nuestro amor será leyenda
Desde lejos hablarán
De este amor que es de leyenda y tú te vas

(Alejandro Sanz)

Y entonces va él y me regala esta canción...
 

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