Dejar de pensar en ti

viernes, 28 de noviembre de 2008



Dejar de pensar en ti,
Es lo que me desconsuela
Me he tenido que mentir
Como si mentir sirviera

Dejar de pensar en ti…
He tenido que amarrar,
Mis sueños con mil cadenas
Imposibles de soltar,
Pero mis sueños son míos
Y si los dejo volar,
Me enredaré con tus ganas
Y no me podré escapar...

Soñar es libre más que tú y que yo,
Soñar es lo único que queda
Soñar huyendo siempre de esta realidad.

Dejar de pensar en ti,
Es lo que me desconsuela
Me he tenido que mentir
Como si mentir sirviera,
Para dejar de pensar en ti

Soñar es libre más que tú y que yo,
Soñar es lo único que queda,
Soñar, huyendo siempre de esta realidad
Para dejar de pensar en ti

Me debo morder los labios,
Para no probar bocado
De los besos que te dí
De los besos que me diste,
Y aún no sé por qué te fuiste…

Dejar de pensar en ti.

A la Mujer Violentada

martes, 25 de noviembre de 2008


A esa flor de engalanada virtud,
Señora de acariciantes tempestades,
Escribo hoy ausente de inquietud,
Mas, pleno de ingentes ansiedades.

Forjadora de pasión,
Alimento de sueño,
A vuestra alma encomiendo,
Que haga de mí su dueño.

¿No es por más cierto más glorioso,
que aún siendo vuestro cuerpo hermoso,
no ha de ser de él, todo hombre esclavo honroso?

Mas, si en oscura situación,
Perturbado y descerebrado engendro,
Violentase tan magna creación,
No lloréis en vuestro dolor,
Ni calléis en vuestra rabia,
Que a quien mujer maltrata,
Su impotencia le delata,
Argumentando su incapacidad,
Con discursos de vergonzante banalidad.

Serpientes que un día rollizos corderos fuisteis,
¿Dónde están ahora vuestras promesas de eternos valores,
que una bella mañana disfrazasteis de sentidos temores?
Caducas manifestaciones de pelo en pecho,
¿Acaso se ha de enturbiar la razón
aún entregándoos el propio corazón?
¿No os divirtieron en la ilusión?
¿No os extasiaron en la pasión?
Acaso, ¿no os consolaron en la aflicción?
¿Por qué ha de llegar pues instante,
en que se ha de en carne sentir,
que tal compromiso radiante,
con violencia ha de convivir?

Damas,
No escondáis más vuestro singular rostro,
Tras velo de profunda virtud,
Que ocultar el deseo envejece efímera juventud.

Ni ofrezcáis más esos mágicos encantos,
A sujetos de mezquina y deshonrosa mención,
Que no se hizo miel para tan defenestrada situación.

Mostraos pues como sois,
Y no sufráis en silencioso temor,
¡Que el hombre ponzoñoso se pudra en fétido hedor!

Convertid en cambio vuestros lamentos en dulce algarabía,
Pues el tiempo del amargo silencio pasará,
Como pasa efímera melodía.

Así es que, ¡Sonreíd, bellas damas!
No sed motivo de llanto.
Enorgulleced vuestro espíritu,
Con el dulce hechizo del canto.
Alegraos dulces dádivas de la creación,
Que vuestro es el futuro,
Un tiempo pleno de razón.

(M.A. Cordones)
Nota: En recuerdo de todas las víctimas del maltrato de género.

Un Sueño



Muchas veces he tenido el mismo sueño . . . me parece que debo bailar ante ti; llevo un vestido etéreo, y tengo la sensación de que todo me va a salir bien; la multitud se aprieta a mi alrededor. Te busco con los ojos: Ahí estás, sentado enfrente; parece que te preocupa otra cosa, y no te fijas en mí; pero avanzo hacia tí calzada de oro, mis mangas de plata cuelgan negligentemente, y espero. Levantas la cabeza, tu mirada se detiene en mí; a pasos ligeros, trazo círculos mágicos; tú ya no quitas de mí los ojos, obligado a seguirme en todas mis evoluciones, y tengo la sensación de un éxito triunfal. Todo lo que apenas adivinas te lo hago ver por mis movimientos, y estás sorprendido de esa sabiduría que mi danza describe para ti. Luego me sacudo de mis hombros mi manto impalpable, te muestro mis alas, y me elevo en el espacio. Me encanta ver cómo me sigues con los ojos; después, dulcemente, vuelvo a bajar y caigo entre tus brazos, que me estrechan.

(Bettina a Goethe)

Enemigo íntimo

lunes, 24 de noviembre de 2008



Hay tardes en que todo
huele a enebro quemado
y a tierra prometida.
Tardes en que está cerca el mar y se oye
la voz que dice: "Ven".
Pero algo nos retiene todavía
junto a los otros: el amor, el verbo
transitivo, con su pequeña garra
de lobezno o su esperanza apenas.
No ha llegado el momento. La partida
no puede improvisarse, porque sólo
al final de una savia prolongada,
de una pausada sangre,
brota la espiga desde
la simiente enterrada.
En esas largas
tardes en que se toca casi el mar
y su música, un poco
más y nos bastaría
cerrar los ojos para morir. Viene
de abajo la llamada, del lugar
donde se desmorona la apariencia
del fruto y sólo queda su dulzor.
Pero hemos de aguardar
un tiempo aún: más labios, más caricias,
el amor otra vez, la misma, porque
la vida y el amor transcurren juntos
o son quizá una sola
enfermedad mortal.
Hay tardes de domingo en que se sabe
que algo está consumándose entre el cálido
alborozo del mundo,y en las que recostar sobre la hierba
la cabeza no es más que un tibio ensayo
de la muerte. Y está
bien todo entonces, y se ordena todo,
y una firme alegría nos inunda
de abril seguro. Vuelven
las estrellas el rostro hacia nosotros
para la despedida.
Dispone un hueco exacto
la tierra. Se percibe
el pulso azul del mar. "Esto era aquello".
Con esmero el olvido ha principiado
su menuda tarea...
Y de repente
busca una boca nuestra boca, y unas
manos oprimen nuestras manos y hay
una amorosa voz
que nos dice: "Despierta.
Estoy yo aquí. Levántate".
Y vivimos.

(A. Gala)

La Herida



Una amiga mía, presa de las primeras palpitaciones de un flehazo, me contó el otro día con frénetico énfasis hasta el menor detalle de su incipiente historia;la inquietud aguda, el desasosiego, los momentos de éxtasis entreverados con la desesperación más absoluta. Porque la pasión funciona así: te aliena, te pone nerviosísima, te impide concentrarte en tu trabajo, te convierte en un ser frágil y alelado al que una sola palabra del amado puede hundir en los infiernos o elevar a la gloria.

Qué extraña cosa es que añoremos ese estado de absoluta miseria. Quiero deir que, cuando llevamos algún tiempo ausentes de la pasión, echamos de menos ese desbaratamiento total de los sentidos. Puede que disfrutemos de una vida satisfactoria; puede que tengamos amigos, y éxito profesional, y amores reposados. Pues bien, pese a todo ello, podemos sentir nostalgia de la pasión, que es como sentir nostalgia de la enfermedad estando sano.

Me pregunto qué significará para nosotros esa dolencia para que nos sea tan necesaria. Esa pasión que tanto nos quita, ¿qué nos da? Tal vez un vislumbre de eternidad y de belleza; y la fugaz ilusión de no estar tan solos frente a la oscuridad del ser, frente al agujero del vivir y frente a nuestra muerte. Qué enigmática es la naturaleza del amor: ese repetir y repetir de la misma emoción y los mismos errores, sin aprender jamás de la experiencia. Los amados cambian: el amor es siempre el mismo. Llevamos los humanos dentro nuestro la necesidad de la pasión, como quien lleva una herida. ¿De qué otro modos se puede entender, si no, que una persona madura y sensata caiga de golpe en el desconsuelo más feroz por el simple hecho de intuir cierta frialdad en el amado? No es ese concreto y nimio desapego lo que nos hunde: es que se nos reabre la herida infinita, el hueco emocional irrellenable.

(Rosa Montero)

Carta de una mujer perfumada

domingo, 23 de noviembre de 2008



Para escribir cartas de amor
no es necesaria
la cautela
ni el orden
ni encontrar la perfecta esquela
tan sólo encender la lámpara
como se enciende el cuerpo del amor.
Untarse toda,
perfumarse toda
de mieles y sortilegios
elegir la caligrafía más desvelada,
la más humilde.
Entonces, se extiende
se acaricia el empeine de sus plumajes
y comienzan a recogerse las palabras
como el deseo del amor.

II

Para escribir cartas de amor
es necesario estar reposada
elegir las palabras como si fueran banquetes clandestinos
vestirse toda de rojo, color deseo, color relámpago
y decir: en esta tarde arrodillada de luz
yo te amo, te entrego un manojo de suaves palabras
como la llave de mi alma

III

Me ilumino toda al nombrarte
nada se pierde
con llamarte en el bosque fallido
con escribirte como sonámbula como
maga toda vestida
de verde
escribir
más que una carta de amor
basta con extender mi mano hacia la tuya
es esa la
vigencia
del perfume.

(Marjorie Agosin)

Ya nunca más diré: «Todo termina»

sábado, 22 de noviembre de 2008



Ya nunca más diré: «Todo termina»,
sino: «Sonríe, alma, y comencemos.»
En nuevas manos pongo nuevos remos
y nuevas torres se alzan de la ruina.

Otra alegre mañana determina
el corazón del mundo y sus extremos.
Juntos, alma, tú y yo inauguraremos
este otro amor y su preciosa espina.

Para mirar mi muerte atrás miraba
y encontré renaciente la llanura
y sellada la boca de mi herida.

Ni el nombre sé yo ya de quien amaba,
desmemoriado y terco en la aventura
de que quien me mató me dé la vida.

(Antonio Gala)

La Coraza Invisible



"La infancia y la vejez se parecen.

En ambos casos, por motivos diferentes, somos más bien inermes, todavía no participamos –o ya no participamos- en la vida activa, y eso nos permite vivir con una sensibilidad sin esquemas, abierta.

Es durante la adolescencia cuando empieza a formarse alrededor de nuestro cuerpo una coraza invisible. Se forma durante la adolescencia y sigue aumentando a lo largo de toda la edad adulta. El proceso de su crecimiento se parece un poco al de las perlas: cuanto más grande y profunda es la herida, más fuerte es la coraza que se le desarrolla alrededor.

Pero después, con el paso del tiempo, como un vestido que se ha llevado demasiado, en los sitios de mayor roce empieza a desgastarse, deja ver la trama, repentinamente por un movimiento brusco se desgarra.

Al principio no te das cuenta de nada, estás convencida de que la coraza todavía te envuelve por completo, hasta que un día, de pronto, ante una cuestión estúpida y sin saber por qué, vuelves a encontrarte llorando como un niño."

(Susanna Tamaro. "Donde el Corazón te lleve")

Sólo Ausencia

viernes, 21 de noviembre de 2008



Yo seré sólo ausencia cuando gires tu tiempo.
Se te abrirán los libros por páginas de entonces.
Otra vez la ventana con las mismas estrellas,
y otra vez sin quererlo aquella misma calle.

Un lunes, un domingo...
Para cada recuerdo tendrás fechas.

Deja abierta la puerta al pan de cada día.
Cuando gires tu tiempo por árboles del río,
yo seré sólo ausencia.

Escúchale los pasos y tiéndele la mano
a la sombra que copie tu soledad de siempre.

(Concha Lagos)

Radiografía de un Chaleco

martes, 18 de noviembre de 2008


Victor llevaba un chaleco de múltiples bolsillos, siempre repletos de las cosas más insólitas. Lápices, caramelos, lupas, papeles, objetos tanto útiles como manifiestamente inútiles podían surgir de él en cualquier momento, como de la chistera de un mago enloquecido. Pero nadie, ni siquiera el propio Victor, sospechaba que todos esos objetos se habían distribuido ordenadamente y con un propósito. Los papeles y bolígrafos vivían en el bolsillo derecho, cerca de la mano que Victor usaba para escribir. La brújula, la grapadora y otros objetos inusuales aguardaban pacientemente una oportunidad de ser útiles en los bolsillos del lado izquierdo, cerca de su mano torpe. Las llaves, cartera y otros objetos aburridos e importantes hallaron su lugar en los bolsillos protegidos con cremallera. Las fotografías, amuletos y recuerdos del pasado se establecieron en los bolsillos de la espalda, ausentes de la vida cotidiana pero accesibles en momentos de necesidad.

Y en el bolsillo interior, a la altura del corazón, Victor guardaba un diablillo, regalo de una amiga a la que hace tiempo amó...

(De la Web: Microcuentos )

Treintaitantos



Mi hermano pequeño es padre desde hace un año. Hasta hace tres, él y yo íbamos a las reuniones familiares sin pareja. Él, desde que se convirtió en padre, está más unido al clan, que cada vez se parece más a la gran familia de Vito Corleone.
Anoche cené con mis hermanos y mis cuñados. Trataba de imaginar a Amor nº 14 a mi lado y me parecía estar viendo un dibujo de Roger Rabbit: todos adultos humanos y mezclados con una caricatura de Amor nº 14 con un explosivo de la marca ACME en su plato a punto de estallar.
Cuando vives asilvestrada, ningún hermano se queda a dormir en tu casa, a su paso por la ciudad que sigues compartiendo con tus padres, suele elegir la casa de los hermanos domesticados. Y si los visitas, te toca compartir litera con algún sobrino o vas a la habitación del ordenador. Es un ritual en las casas domesticadas y los rituales deben cumplirse.
La hermana asilvestrada trae memorias de otro tiempo, porque la manera de vivir recuerda a la adolescencia y siempre hace referencia al tiempo compartido con ella. La vida de mis hermanos es diferente, ahora que son más padres o esposos que hermanos o hijos. Cuando hablan de los niños tú te levantas de la mesa y te pierdes por el fondo buscando platos que lavar. Me siento fuera de lugar, como Bridget Jones en la fiesta equivocada disfrazada de conejita.
En esas reuniones familiares siempre se aprovecha para hacer recuento de los barcos hundidos y siempre estás en medio tratando de esquivar las preguntas que comienzan por un…¿Te acuerdas de ….?
La hermana asilvestrada les trae un poco el recuerdo de Espinete, Verano Azul o Mazinger Z y por un instante se olvidan de que han crecido y tienen responsabilidades, para volver a sacar a la luz ese niño que todos llevamos en el corazón.

(La Dama)

Otra vez a soñar desde lo oscuro



Otra vez a soñar desde el oscuro
imposible por qué, mano tendida,
intentando apresar amor y vida,
fijarle a lo inseguro lo seguro.

Otras veces cabalgando hacia tu muro,
soledad que me tiras de la brida,
seguidora incansable de mi huida,
vencedora en la lucha en que perduro.

Otra vez a mirar arena y cielo
en tu playa sin fin siempre desnuda,
bebiéndome el silencio que te nombra.

Otra vez como ayer perdido el vuelo
por el salto hacia atrás de miedo y duda,
seguida y seguidora de tu sombra.

(Concha Lagos)

Pájaros de Barro

domingo, 16 de noviembre de 2008


Por si el tiempo me arrastra
a playas desiertas,
hoy cierro yo el libro
de las horas muertas;
hago pájaros de barro...
hago pájaros de barro y los echo a volar.

Por si el tiempo me arrastra
a playas desiertas,
hoy rechazo la bajeza
del abandono y la pena.
Ni una página en blanco más.
Siento el asombro de un transeúnte solitario.

En los mapas me pierdo,
por sus hojas navego.
Ahora sopla el viento,
cuando el mar quedó lejos hace tiempo.

Ya no subo la cuesta
que me lleva a tu casa,
ya no duerme mi perro junto a tu candela.
En los vértices del tiempo
anidan los sentimientos.
Hoy son pájaros de barro que quieren volar.

En los valles me pierdo,
en las carreteras duermo.
Ahora sopla el viento,
cuando el mar quedó lejos hace tiempo,
cuando no tengo barca, remos, ni guitarra,
cuando ya no canta el ruiseñor de la mañana.

Ahora sopla el viento,
cuando el mar quedó lejos hace tiempo.
En los valles me pierdo,
en las carreteras duermo.

(Manolo García)

Detenida en el Hueco de tu Espacio...




Detenida en el hueco de tu espacio,
fácil a la impaciencia de tu mano,
en el juego incansable, agua y luz,
de la arena y la ola por la playa.

Encendida de ti, llama en tu fuego,
varada ya en tu orilla, puerto y ancla,
presintiendo las cifras de la resta,
mientras sumo otra vez amor y duda.

Otra vez a volar, redoble, vuelo.
A contra luz voltean las campanas
el alegre repique de esta tarde
en vuelo por el aire de tu torre.

(Concha Lagos)

Rayuela

viernes, 14 de noviembre de 2008



La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. en lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriéndo la habilidad necesaria para salvar diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo; lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia del divino cohete, en la especulación de otro cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato.

(Julio Cortázar)

Reloj Parado a las Siete




En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.

Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.

Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo.

Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.

Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.

También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.

Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.

Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás.

Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.

Pero sé que la vida es otra cosa.

Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.

Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.

Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.

Por eso te amo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo.

(Giovanni Papini)

Mi Pozo



LA SOLEDAD ES una paz oscura
una suerte de luto sin orgullo
una tranquila sumisión
un pozo
la soledad es uno mismo
sin compasión y con verguenza
pero también es una dulce
lengua
para hablar con los monstruos
de la noche
y quedarse como siempre
perplejo.

A veces
cuando el amor se ajena
o los amigos van quedando inmóviles
o el tacto y la conciencia recomponen
las averías de lo inefable
suelo ponerme mi soledad
y nadie
reconoce ese luto sin orgullo
ese decir lo mismo hasta el cansancio
esa tranquila sumisión
mi pozo.

(Mario Benedetti)

Desayuno con Diamantes




"¿Sabes lo que te pasa? No tienes valor, tienes miedo, miedo de enfrentarte contigo misma y decir está bien, la vida es una realidad, las personas se pertenecen las unas a las otras porque es la única forma de conseguir la verdadera felicidad.
Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje y te asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula.
Bueno nena, ya estás en una jaula, tú misma la has construido y en ella seguirás vayas a donde vayas, porque no importa donde huyas, siempre acabarás tropezando contigo misma."

(Breakfast at Tiffany's)

En el parque



Cae lentamente el sol,
mientras que la ciudad se difumina en mi vida,
vuelvo a encontrar la paz que el día me negó
y la hierba a mis pies me dice "pronto vendrá".

Te veo aparecer envuelta
en el color dulce que mana la tarde
recobro tu calor que el día me robó
y susurro al oído "te quiero amor".

En el parque
la armonía del momento se hace luz
nos regala una sonrisa el firmamento
y la puesta de sol se hace amor.

En el parque
cuando salgan las estrellas te amaré
y la alfombra de la hierba
nos dirá "bienvenidos al hogar".

La noche nos fundió
hizo un cuerpo de dos
que triste que exista el día.

Volver a la ciudad apartarme de ti
hasta que caiga el sol no te veré.

En el parque
cuando salgan las estrellas te amaré
y la alfombra de la hierba
nos dirá "bienvenidos al hogar".

En el parque
la armonía del momento se hace luz
y nos dice su sonrisa el firmamento
"bienvenidos al hogar".

(Miguel Ríos)

Cáscara y nada



A VECES EL futuro es un sueño cerrado
y uno arroja la llave al precipicio
el corazón a veces nos despierta a los gritos
y uno se vuelve sordo de ternura

a veces es preciso que se nos caiga el cielo
para saber todo lo que nos falta
para inventar el surco del insomnio
para quedarse a solas con el mundo.

Casi siempre es la hora de la verdad vacía
sólo cáscara y nada
Dios inmóvil
es el temor recién amanecido
y ya opaco de veras
ya de veras maldito.
A veces el futuro es una noche sola
y uno gasta la urgencia en llegar a dormirse.

(Mario Benedetti)

Quisiera hacerle hoy a mi vida un nudo



Quisiera hacerle hoy a mi vida un nudo
y que se detuviera en este punto.
Aprisionar la sangre aquí, en las venas,
para que inquieta y ciega no corriera,
y esperar, esperar un largo tiempo:
como esos negros trenes que, de pronto,
traspasados de silencio y sombra,
se quedan en la noche detenidos.

Quisiera ya quedar por siempre absorta
con los remos flotando en el vacío;
sin claros firmamentos ni horizontes,
con la palabra exacta suspendida
en flor sobre los labios;
y olvidar los audaces pensamientos,
los «por qué», los letargos,
el silbido afilado de los vientos;
sin punta ya todos los alfileres
que el corazón usaron de acerico.

(Concha Lagos)

Es tan poco




LO QUE CONOCES
es tan poco
lo que conoces
de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista de afuera
son los postigos de mi tristeza
el llamador de mi tristeza.

Pero no sabes
nada
a lo sumo
piensas a veces
que es tan poco
lo que conozco
de ti
lo que conozco
o sea tus nubes
o tus silencios
o tus gestos
lo que conozco
es la tristeza
de tu casa vista de afuera
son los postigos
de tu tristeza
el llamador de tu tristeza.
Pero no llamas.
Pero no llamo.

(Mario Benedetti)

Quiero mirar estatuas



Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.

Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.

Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.

(Concha Lagos)

Barco Viejo

jueves, 13 de noviembre de 2008



La tristeza del mundo
es decir mi tristeza
empezó hace treinta años
en una noche hueca.

Por entonces los ángeles
trepaban por mis nervios
me dejaban promesas
me colgaban temores
y eso alcanzaba para todo el tiempo
para entender la vida
todo el tiempo.

Después de todo
no eran ángeles
eran tan sólo
escalofríos.

También tuve y no tengo un abuelo
con un siglo de cuentos
y una barba de seda
y dijo buenas noches
y se metió en su sueño
como huésped antiguo y de confianza.

Claro
no era su sueño
era su única muerte
nada más.

Por entonces había
nubes como montañas
y el horizonte era una cuerda floja
y los lunes
y miércoles
y viernes
Dios hacía equilibrio
sin caerse.

Pero no era Dios
era tan sólo
un barco viejo.

(Mario Benedetti)

Poema de la Despedida

miércoles, 12 de noviembre de 2008



Te digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizas no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No sé si me quisiste... No sé si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a tí.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco,
Pero si sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en tí.

(José Ángel Buesa)

A la Orilla de la Chimenea

lunes, 10 de noviembre de 2008



Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,
puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.
y si quieres también
puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino...

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama,
puedo ponerme digno y decir:
"toma mi dirección cuando te hartes de amores
baratos de un rato... me llamas".
Y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven,
tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío...
o tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.
y si quieres también
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe,
tu noche y tu día,
tu rencor, tu por qué, tu agonía...

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

(Joaquín Sabina)


Dedicada a Miguel, porque él es quien le pone banda sonora a mis noches de insomnio y quien enciende mis estrellas...
(La Dama)

Duerme Tranquilo

sábado, 8 de noviembre de 2008



Dijiste la palabra que enamora
a mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
debe ser fresca, su decir ameno;
para tu oficio de amador no es bueno
el rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
que el de llevar, entre los negros pozos
de las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
de algún bárbaro rey y tiene estatua.


(Alfonsina Storni)

Cortocircuito

viernes, 7 de noviembre de 2008



Tengo tendencia a complicarme la vida. Es algo congénito, vive conmigo desde que me recuerdo. Justo cuando todo es un mar en calma, en mi cabeza hay cables sueltos que chisporrotean al oscilar sobre un charco de dudas y mi vida se convierte en un cortocircuito...y vuelta a empezar.
Me miro en el espejo y me digo:
-“Creo que me vas a complicar la vida…”
Y entonces cierro los ojos, respiro hondo, me tiro de cabeza y empiezo a volar…sabiendo que esta vez no tengo alas ni paracaídas.

(La Dama)

El Loco


Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que
me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había
confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de
gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a
refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma
se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser
comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

(K. Gibran)

Bienvenida

jueves, 6 de noviembre de 2008



Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más docil
ni más cauta
tan solo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.

(Mario Benedetti)

Castillos de Arena

miércoles, 5 de noviembre de 2008



¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen más que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa…

(Gioconda Belli)

Más de Cien Mentiras

lunes, 3 de noviembre de 2008


Tenemos memoria, tenemos amigos,
tenemos los trenes, la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe, sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.

Tenemos urgencias, amores que matan,
tenemos silencio, tabaco, razones,
tenemos Venecia, tenemos Manhattan,
tenemos cenizas de revoluciones.

Tenemos zapatos, orgullo, presente,
tenemos costumbres, pudores, jadeos,
tenemos la boca, la lengua, los dientes,
saliva, cinismo, locura, deseo.

Tenemos el sexo y el rock y la droga,
los pies en el barrio y el grito en el cielo,
tenemos Quintero, León y Quiroga,
y un "bisnes" pendiente con Pedro Botero.

Más de cien palabras, más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.

Tenemos un as escondido en la manga,
tenemos nostalgia, piedad, insolencia,
monjas de Fellini, curas de Berlanga,
veneno, resaca, perfume, violencia.

Tenemos un techo con libros y besos,
tenemos el morbo, los celos, la sangre,
tenemos la niebla metida en los huesos,
tenemos el lujo de no tener hambre.

Tenemos talones de Aquiles sin fondos,
ropa de domingo, ninguna bandera,
nubes de verano, guerras de Macondo,
setas en noviembre, fiebre en primavera.

Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas,
"qué importa", "lo siento", "hasta siempre", "te quiero",
hinchas del Atleti, gángsters de Coppola,
verónica y cuarto de Curro Romero.

Tenemos el mal de la melancolía,
la sed y la rabia, el ruido y las nueces,
tenemos el agua y, dos veces al día,
el santo milagro del pan y los peces.

Tenemos lolitas, tenemos donjuanes;
Lennon y McCartney, Gardel y LePera;
tenemos horóscopos, Biblias, Coranes,
ramblas en la luna, vírgenes de cera.

Tenemos naufragios soñados en playas
de islotes sin nombre ni ley ni rutina,
tenemos heridas, tenemos medallas,
laureles de gloria, coronas de espinas.

Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobres exquisitos, ricos miserables,
ratoncitos Pérez, dolores de muelas.

Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron
y un alma en oferta que nunca vendimos.

Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma,
abuelos que siempre ganaban batallas,
caminos que nunca llevaban a Roma.

(Joaquin Sabina+Jaime Asúa)

Viento del Sur

domingo, 2 de noviembre de 2008



Al volver la cabeza, Don Quijote vio cómo se perdía, tras la línea del horizonte y en medio del fragor del combate, el país donde nunca más había de volver. Mortalmente herido por un mes de julio que se había abierto paso a zarpazos, a Don Quijote ya no le quedaba sino buscar un lugar lo suficientemente anónimo como para que albergara su desazón. Comenzó entonces una trashumancia confusa y sin rumbo, en la que nostalgia y pesadumbre lo tuvieron consumido y derrotado como nunca antes recordaba haberlo estado.
Atravesó Europa como una sombra barrida por el viento, buscando un trozo de mundo que no le fuera doloroso y ajeno. En febriles jornadas fatigó Asia,Africa y América; dobló el cabo de Hornos y el de Buena Esperanza; siguió las huellas de Colón, de Cook, de Elcano, de Urdaneta, del Spirit of Saint Louis, del Beagle y del Plus Ultra; buscó Eldorado, la Atlántida, la tierra de las amazonas, al Preste Juan de las Indias, el oro de California y de Australia y la piedra filosofal.
Llegó un día en el que, errabundo y abatido, dejó que se fueran consumiendo las horas y los días, perdido en alguna parcela de sus recuerdos; buscando alguna certeza pasada a la que aferrarse, náufrago ya de la Historia. Los días se sucedían monótonos e inmisericordes; sin comienzo ni fin; sin esperas ni esperanzas.
De repente un día sintió el viento sur; se detuvo y recordó. Recordó a Sancho, arrebatado por una única ola, furibunda y rabiosa, frente a Cádiz,en una fecha lejana ya y dolorosa, y este recuerdo le hizo gritar su nombre,pero sólo obtuvo un eco inerte y mezquino. Recordó también el amor, como fiebre pasajera vencida por el tiempo y la pena, mientras el viento le acercaba aromas cercanos y familiares, mezclados con el olor de la tierra ensangrentada.
Ensimismado como estaba, apenas reparó en un pájaro inmenso, de grandes ojos ciegos y reflejos metálicos que pasó junto a él, sobre el Pacífico. Ni siquiera le sorprendió que poco después volviera a zumbar en sus oídos el aire hueco, artificial y mortecino que dejó tras de sí a la vuelta, aliviado ya del huevo de la muerte.
Casi al mismo tiempo, mientras una ráfaga hirviente y violenta lo atravesaba, dispersándolo para siempre, Don Quijote aún pudo distinguir,entre el olor dulzón de la carne quemada, una naturaleza muerta de relojes blandos; relojes reblandecidos a miles de grados, que aún se obstinaban en marcar las ocho horas y quince minutos del día seis de agosto de mil novecientos cuarenta y cinco.

(Carlos M. Gutiérrez)

El Filósofo



Ya poco queda del filósofo en la cantina. Pedazos, retazos. Le faltaba un pie, una pierna al filósofo. Un brazo, una mano. Pocas cosas: un cenicero,la huella de su uña en la madera, el rastrillar del zapato. Limitados a verlo de esa forma era como un cristal en la ventana descomponiendo la luz, irritándola, arañando las paredes donde el papel reproducía figuras borrosas, como ahora el filósofo, arriesgándose a no ser, a irse entre volutas.

Las pocas personas que prestaban atención a la presencia del filósofo, a más de nosotros, también desaparecieron. Luzmila, quien una vez le dio con el plato y su sonrisa en plena cara, se limpió las manos en el delantal,esos dedos rojos de lavar loza, y salió del cuadro, y aunque se presumía que estaba allí, ya nunca más se la pudo ver. El árabe, conocido como el turco, el libanés, el judío, el infiel, el maldito que se lleva la quincena entre las telas, también se fue con los vientos, pasó el umbral, al sol, y se perdió calle abajo, carreta en mano, nunca volvió. Alonso Aguado, borracho entre las patas de las mesas se convirtió en tres o cuatro tapas de cerveza cuando volteamos a mirar. Asimismo vieron al filósofo otras personas que encontraron la nada como un perrito amarrado al poste del alumbrado, y por ello sufrieron y se desvanecieron.

Que el filósofo hubiera perdido las extremidades es una historia singular que uno no puede narrar sin detenerse en el pensamiento como frente a un semáforo. La historia era que a cada idea que tenía el filósofo le apostaba un pedazo del cuerpo. Tan convencido estaba de la verdad de sus argumentos.
Así, a la idea de que el viento estaba compuesto de dos partes iguales con distinto peso y volumen, la cual hacía descender de los antiguos helenos, le tiró al azar la suerte de sus dedos y por consiguiente su mano, y la perdió cuando el viento del amor único le traspasó la camisa y le arrulló el corazón. Él decía, contento, que esa vez casi apuesta la cabeza.
Un pie por la caída de los cuerpos como razón de la inmanencia del alma; toda una pierna por los negocios turbios de la fe y la esperanza; el hígado por la transubstanciación de los cuerpos; el apéndice por la infalibilidad del Papa. No sabemos a qué extraña razón apostó a Luzmila y a los otros.
Poco queda del filósofo en la cantina: cenizas, los garabatos de su uña en la madera, el rastrillo de un zapato contra el suelo. Afortunadamente no tuvo tiempo de tener una nueva idea por nosotros, o tal vez supuso que no valíamos el hilo de su pensamiento. Y aunque esta reflexión es triste, nos permite saborear el gusto de una victoria.

(Armando Romero)

Dejémonos de Cuentos



Como cada jueves, con infinita precaución y asegurando sus pasos, la jovencita cruzaba el bosque. En su cabeza resonaban aún los encendidos consejos de su madre que, como todos los jueves, mientras preparaba la cesta de viandas, embutidos y dulces para la abuelita, no cesaba de encarecerle acerca de los peligros que acechaban en el bosque a una chica, tanto más a una tan joven e ingenua como ella. En esas estaba, repasando las consignas de seguridad maternas, cuando le llegó un ruido, lejano aún pero que se hacía más perceptible e inquietante a cada paso. Brevemente, como cada jueves, dirimió en su interior la eterna disyuntiva entre la prudencia y ese afán tan insano por saciar los impulsos curiosos. A medida que se iba acercando a la fuente del sonido pudo precisar que era periódico y seco. Sigilosamente se fue aproximando, mientras ponía gran cuidado en no servista u oída. Instantes después, agachada tras un arbusto, observaba a unjoven y fornido leñador afanándose, sudoroso, en derribar un roble gigantesco. El sudor le resbalaba por la espalda, y los rayos que se filtraban por entre las copas de los árboles le conferían un halo refulgentey provocador. Y así estuvo un rato la muchacha, mirándole y remirándole con jóvenes e ingenuos ojos por entre los resquicios que dejaba la vegetación. De repente, siguiendo un impulso incontenible y en un salto felino, sin encomendarse a Dios ni al diablo, patrón, éste, más propicio para tales menesteres, se plantó ante el sorprendido leñador que no alcanzó a defenderse. Minutos después, tras ajustarse la bermeja caperuza y alisarse la falda,sin reparar siquiera en el exhausto talador, Caperucita se encaminó, pendiente la cestita del brazo acabestrillado y silbando y brincando despreocupadamente, hacia la casa de su abuelita. El lobo seguía sin dar crédito a sus ojos; como cada jueves.


(Carlos M. Gutierrez)

Lluvia

sábado, 1 de noviembre de 2008




Hay lluvia en todos los huecos de mi memoria.
La lluvia forma parte de mi esencia de agua y no hay mejor río que el que se desborda por los ojos para abrirse paso antes de inundar el alma.
Estos días percibo una lluvia antigua, que se clava como finos alfileres en mi cara. Y no quiero hacer otra cosa que permanecer bajo esa lluvia fina… Cae la lluvia sobre mis ojos cerrados, sobre mi pelo y desde mis manos se suicida… y yo me dejo recorrer como una montaña.
Esta noche la lluvia se mezcla con mis lágrimas…

(La Dama)

En el Cielo del Paladar tienes un Beso...



Llevas guardado un beso en el cielo del paladar. Te preguntarás cómo llegó ahí. De tanto mirarte, de tanto soñarte, me transporté a una célula de tu piel. Aterricé en tu frente y apoyándome en tus cejas me deslicé por el suave tobogán de tu nariz. De una peca salté a otra y después a otra, rendí pleitesía a tus labios y me descolgué por la fina columna de tu cuello. En tu clavícula descansé para subir a la cima de tu pecho. Allí arriba huele a natillas de mi abuela, a bebé lactante, a piel dulce y no hubiese descendido, si no fuese por la curiosidad de visitar otros paisajes de tu cuerpo. Me perdí en las preciosas dunas de tu vientre, anduve por el borde de tu ombligo alcanzando las cataratas del pubis. Rodeé tu cintura y me volví loco al deslizarme por el cuarto creciente de tu cadera. Abrazado a ella contemplé el paisaje de tus piernas, la isla de la rodilla, lo escondido de las corvas y el delta de tu tobillo desembocando en el pie. Volví a ascender por tu cara sur. Contemplando el paisaje lunar de tu espalda, me deleité con los mares de piel y vello como olas. Me colgué de tu melena aprovechando que te llega a los hombros y de un salto me pegué al lóbulo de tu oreja. ¡Perdóname! No pude evitarlo, le di un pequeño mordisco. Es una golosina.
A través del oído me metí en tu cabeza. Esta parte es la que más me gustó de aquel viaje. ¡No! No pienses que estuve cotilleando, no anduve registrando los recuerdos, ni pensamientos, nada de esperanzas, planes, expectativas, no intenté encontrar tu diario donde anotas los sentimientos más ocultos, y no es que no me tentara la idea; es que hubiese sido un asalto a mano armada, un robo a tu intimidad y me dio mucho pudor.
Exclusivamente me recreé en admirar tus espacios, objetos y manías favoritas. Las cosas que te gustan, que es una de tus partes, que más me enamoran;
Liar cigarrillos, que no sobre comida, una canción de Patty Pravo o acaso de Tory Amos, el ponche con coca cola y el cous-cous. Descubrí que eres tan guapa por dentro, como por fuera.
Aprovechando un río de saliva, me acerqué hasta tu boca y antes de irme, en el cielo de tu paladar te guardé un beso. Así, cuando pases la lengua por allí, algo te sabrá a mi.

(Marcos Hernando Jiménez)
 

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