Rezando en secreto

viernes, 22 de febrero de 2013



A estas alturas de mi vida me es fácil comprobar lo poco que me importa a qué sexo pertenece la otra mitad de mi memoria.
Alguien puede decirme: ¿Qué se hace cuando la jornada pone remiendos a los sentimientos; cuando la vida te empuja hacia otro lado, mientras, de este lado , se quedan afectos, que crecen, viven?
¿Qué se hace cuando esas raíces profundas plantadas en algún lugar de tu pasado cumplen su ciclo y se apagan?
¿Qué se hace cuando nuestro cuerpo lleno de adioses quiere llorar, gritar, extiende su mano para aferrar al afecto que parte y sólo encuentra vacío?
Porque a mi, se me pone analgésica el alma, cubro con vendas las heridas del corazón y sigo andando.
Me confesó su amor cuando yo no estaba preparada para escucharle.
Luego, aprendí a quererle y a su vez, aprendió a respetar mis silencios y mis distancias.
Se marchó una noche, cuando llego la muerte, la vi trepar por su pelo, sólo que baje los ojos y seguí comiendo.
Rezando en secreto para que se conformara únicamente contigo.
Un derrame cerebral le devoró todos los pensamientos.
Ahora, echo mucho de menos sus abrazos.

(Andrea Guadalupe)

Imposibles

jueves, 21 de febrero de 2013



Todas las mañanas se acerca a la playa con su cubo de plástico naranja. Se descalza. Dobla su pantalón repetidas veces hasta dejar las rodillas al descubierto y mira fijamente al mar durante unos segundos. Susurra algo y se dirige hacia la orilla analizando el tempo de las olas. Cuando se retiran, chapotea, llena el cubo de agua y regresa a la arena. Anda unos pasos y la vuelca. Poco a poco, el pequeño charco desaparece ante sus ojos hasta que sólo queda una mancha marrón oscuro. Durante toda la mañana trata de vaciar el mar.

Por la tarde se sienta a la sombra de un viejo roble, cerca del hospital. Con una mano sujeta una pequeña y fina aguja de coser y con la otra agarra una cuerda gruesa. Pasa horas intentando enhebrar esa aguja aunque es evidente que el ojo metálico tendría que ser cien veces mayor para que una cuerda de ese diámetro pasase por su interior.

Al caer la noche se acomoda en uno de los bancos del paseo. Inclina la cabeza hacia atrás, mira al cielo y empieza a contar estrellas en voz alta. En la número doce se detiene pensativo, pero pronto recobra la confianza en sus matemáticas y sigue adelante. A veces, llega hasta ochenta o cien. Pero siempre acaba por descontarse. Cuando esto sucede, se le oye suspirar aliviado, cierra los ojos, parpadea con fuerza e inmediatamente vuelve a comenzar.

Vaciar el mar a cubos de plástico naranja, enhebrar agujas de coser con cuerdas gruesas, contar todas las estrellas del firmamento... Después del accidente de tráfico, su mujer entró en coma profundo. Así estuvo más de 12 años. Los médicos le dijeron que era imposible que pudiera despertar, que sólo cabía esperar un milagro. Desde que decidió desconectar la máquina que la mantenía con vida, todos los días, se asegura de que los milagros no existen. Si existieran -se dice- no podría soportarlo.

(Jaume Pons)

“Espagueti”, “Farolo”, “Plato de lentejas”

 
“Espagueti”, “Farolo”, “Plato de lentejas”, “Chupachup de 20 duros”, “Pata chicle”, “Montera”. La crueldad y sinceridad de los niños, que desde que tenía 12 años hasta los16, empleaba estos términos para describir mi aspecto físico y destreza a la hora de la práctica de deportes y juegos.

Hasta los 16 tuve que soportar este tipo de vejaciones, por parte de lo que por entonces se sentían en un escalafón superior al mío. A partir de aquella edad, tal vez porque mi presencia física podría resultar algo más amenazadora o porque encontré cierto gusto en verme un poco distinto al resto, dejé de escuchar aquellos insultos y motes.

No fue el cuento del patito feo que se convierte en cisne, ni mis pequeños psicópatas, torturadores de patio, se dieron cuenta de que la belleza está en el interior. Los dibujos de Disney lo repetían en todas sus películas, pero nadie se lo creía, ni tan sólo yo.

Hasta entonces había generado un mundo propio. Uno de mis ídolos de entonces y ahora era y es; El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Pensarán que es muy raro en un adolescente tales gustos, pero mi empatía con aquel personaje era total y no sólo era el gusto literario, como él, había imaginado que los molinos eran gigantes… ¿O tal vez me esforcé en imaginar que los molinos eran gigantes?. Ante la cruda realidad de la no aceptación social en patios y parques públicos, fui desterrado a compartir juegos y visiones cervantinas, a montar mis esperpénticas diversiones con el “refuse” de turno.

En aquella época embaucaba o era embaucado en aventuras idiotas para los niños “normales”, impresionantes para nosotros. En ocasiones era Sancho Panza, la mayoría Don Quijote, les juro que vi ejércitos en rebaños de ovejas, liberé galeotes, luché contra el “Vizcaíno”, fui “El Caballero de la Triste Figura” y el de “Los Leones”, volé a lomos de un caballo de madera con mi Sancho Panza abrazado a mi armadura, al cual le di buenos consejos para gobernar su ínsula y al que también exigí que se azotara para liberar a Dulcinea del encantamiento. ¡Dios mío! Aún me acuerdo de a mi Dulcinea del toboso, no sé si fueron una o varias porqueras o simplemente compañeras de pupitre, pero era mi Dulcinea del Toboso. Fui derrotado cerca de mil veces en las playas de Barcelona por caballeros de cuyo nombre no quiero acordarme.

De niño era un loco lúcido, un arrebato de imaginación, una fantasía con patas de chicle empujado a mi bellísima enajenación mental por mi marginalidad.

¡No! No era el cuento del patito feo que se convirtió en cisne. Pasé del niño que vivía en los juegos de su cabeza, al cretino que se evade por los doblados, abriendo baúles de recuerdos, bebiendo del bálsamo de Fierabrás y probándome el yelmo de Mambrino. El cretino que se ríe de cuando y quienes le insultaban, de los que le enseñaron que no tenía que ser perfecto, porque a diferencia de ellos, me inventaba todos los días.
 
(Marcos Hernando Jiménez )


 Nota del autor: Le dedico esta reflexión a aquel niño que, con ayuda de un amigo, hizo un agujero de cerca de 1,5 m. de profundidad para construir el cuartel general de los detectives secretos, grupo que lo formaban él y su amigo. El cuartel general no se termino de construir, por supuesto. Pero años después, ese niño, ya no tan niño. Vio en un telediario, como cerca de Fuenlabrada, sacaban 1.000 kilos de heroína en el mayor alijo encontrado en la historia de Móstoles del agujero que él y un amigo habían escavado para que fuera su cuartel general y que había sido aprovechado como almacén de alcaloides semisintéticos derivados de la morfina. ¡Que asalto a los sueños de un ingenioso niño marginal!. Una vez más Don Quijote se quedaba colgado de las palas del molino.

7 Razones por las que no tengo novia

miércoles, 20 de febrero de 2013


 
Siete razones por las que no tengo pelada.

Es muy poco común que me enamore. Tal vez por eso cuando lo hago; es con mucha pasión y locura.

Después de estar un tiempo solo, decidí hacer una lista del porqué sigo solo. En total hallé siete razones; cada una relacionada con otra y aún así, después de todo, me di cuenta de que no entiendo por qué pasan las cosas.

Sería bueno que alguien me explicara y por eso escribo esta carta.

1.- Lo más claro que recuerdo, es la última chica que me interesó y es basándome en ella que saque mis conclusiones. La frase que viene a mi mente en cuanto pienso en la chica es. “Sí. En vrdad io tmbn t kiero y kiero star contigo. Tú eres la única prsona q m mira komo d vrdad soy y q siempre m kiso. ” Sí... En caso de duda, ella HABLA también así. Imaginen como. Desde aquella escena en la que estuvimos los dos; no volvimos a hablar. En parte, porque a mi manera descubrí varios secretos que ella tenía, con la simple técnica, de jugar con su mente... Es un capricho que tengo.

Así saqué dos de las razones que aquí enumero.

Primera Razón: Pongo mucha atención a las personas que quiero.

La otra irá más adelante.

2.- En cierta ocasión yo el dije: “Nunca sé como piensas y la verdad es que aquella característica tuya es la que más me atrae.” Eso fue algo que solía decirle constantemente. En verdad la conozco, pero es muy común que haga cosas que no puedo explicar. Con esa frase quería hacerle saber que entendí la diferencia entre “conocer” y “entender” a alguien. Poco antes de que dejáramos de hablar. Usó esa frase en mi contra.

Segunda Razón: Tiendo a siempre decir lo que pienso o siento; esperando que los demás hagan lo mismo. Nunca sale como yo espero.

3.- Ahora viene el asunto de salir juntos. La primera vez que la invité a tomar un helado. Aceptó gustosa con una sonrisa de oreja a oreja. Dos días antes de nuestra cita, hablamos y dijo: “Sabs q no puedo; tngo q hacr algo cn mi pa.” El asunto paso... después de que me sintiera como basura durante una semana.

En otra ocasión la invité a dar un paseo. Canceló en el día de la cita. Yo había tenido que escaparme de muchos otros planes que ya tenía... y ella cancela... No recuerdo la excusa; pero sí arruinó mi día.

Finalmente fue ella quien me invitó a salir. Me pidió que fuéramos a comer algo juntos. Al contrario de otras veces, en esta, no cambié ninguno de los planes que ya tenía, ni pensé en lo que haríamos.

Cuando llamó a mi celular, diez minutos antes de nuestro encuentro, yo estaba al otro lado de la ciudad, en medio de un juego de DotA. Tomé el teléfono y contesté con aire despreocupado. “Hola.” Ella empezó dudosa y con voz baja como era su costumbre. “Hola... komo stas... Sabs q yo...” No oí el resto de su charla, pues justo en el momento, gritaron a mi oído: “¡Ve Manuel; movete jugando!” Sonreí instintivamente mientras decía para el celular. “Está bien. Nos vemos el lunes.” Hasta ahora no tengo idea de lo que me dijo en aquella ocasión pero al menos saqué otra razón.

Tercera Razón: No pongo suficiente atención cuando pierdo la paciencia.

4.- Antes de que todo este jugueteo de citas con ella comenzara. Dijo que quería estar conmigo. Sentía algo por ella, pero en verdad no estaba interesado. Se lo dejé saber y ella me respondió con: “Así q esas tnemos. ¿q quieres, q t conquiste? No hay problema. Io lo hago.”
Sin que ella lo supiera, sólo con amenazarme de esa manera ya lo había logrado. Tiempo incluso antes de que todo este problema se desatara, yo ya había sentido algo por ella. No sé si lo sabía, pero lo que me dijo hizo que recordara ese viejo amor.

Al día siguiente, le dejé saber que había triunfado en su campaña. Le dije lo que sentía y ella respondió: “Creo q s mjor q speremos hasta sexto. Primero kiero lograr ntenderte y sabr qué es lo q piensas. Speremos hasta sexto, ¿sí?” Algo de eso sonaba curiosamente igual a lo que yo solía decirle. Eso me llevó a otra conclusión.

Cuarta Razón: Siempre termino diciendo cosas que pueden ser usadas en mi contra.

5.- Todo martes y jueves tengo entrenamiento después de clases. Está chica de la que hablo, también entrenaba, aunque un deporte diferente. Lo hacía los mismos días a la misma hora que yo.
Algunas veces, de puro capricho, le pedí que hiciéramos algo juntos en lugar de entrenar. Lo hacía con cierto aire de complicidad, pero siempre que YO se lo pedía, tenía una competencia cerca. Curiosamente, eso no pasaba cuando ella se lo ofrecía a alguien más. Aquello me dio otra pista.

Quinta Razón: No sé suficiente sobre las cosas que hace.

Un día, al poco tiempo después del incidente descrito arriba, ella me dijo: “Sabs q... M gusta la idea d 'escaparnos' dl entrenamiento y hacer algo cntigo. Hagámoslo.”

Esta vez; yo tenía una competencia cerca. Siguiente pista.

Sexta Razón: No sé ordenar mis prioridades.

7.- Aquí viene de nuevo, lo que mencioné al principio de esta carta. Cuando ella me dijo: “Sí. En vrdad io tmbn t kiero y kiero star contigo. Tú eres la única prsona q m mira komo d vrdad soy y q siempre m kiso.”Pasé todo un día emocionado e inquieto; pensando en ella, sin embargo, en mi cabeza quedaban varias lecciones pasadas; había aprendido que siempre se retractaba cuando estaba punto de pasar algo bueno ente nosotros; y en el caso de ser novios... Era algo que también había fallado en un par de ocasiones... No quería aceptar la idea de que fuera a pasar de nuevo, pero tampoco quería salir lastimado como siempre.

Siempre terminaba en un miserable y tortuoso período de ansia y espera entre el momento en que hablaba con ella y me llenaba la cabeza de maripositas, hasta el día en que, semanas más tarde, todo se iba al caño, cuando ella lo elegía.

En este caso, decidí que al menos quería evitar esa tortura.

Decidí que no mantendría aquel asunto en mi cabeza por más de 24 horas. Al día inmediatamente siguiente, la aborde. Ella tenía la actitud de siempre: elusiva y fingiendo hacerse la desentendida.

Me resultaba curiosamente familiar.

Logré estar a solas con ella por más de dos minutos. Una gran hazaña conociéndola.

Ella quiso hacer una conversación casual.

Yo no.

Sabía como pasaban las cosas con ella. Lo odiaba.

Le dije que quería aclararlo todo. Que no soportaba más.

Intentó desviarse. No hablar de aquello.

No sabía por qué.

Le hice una pregunta directa. Logró ladearla con maña.

“No quiero que seamos sólo amigos Andrea. No quiero seguir con este juego tuyo.” Le dije perdiendo la calma. Su mirada se puso en blanco en cuanto me escuchó. “Sé que en dos semanas vas a venir y me vas a decir, como las veces anteriores; que tienes pelado.”

¡TENGO PELADO! Chilló interrumpiéndome.

Sentí una presión el el pecho... Apenas y recuerdo lo siguiente que dije.

Era mi estupidez, por haber caído en su juego, lo que me dolía más. Era más fuerte incluso, que el dolor que sentía por lo que acababa de decirme.

Ella profirió en voz baja: “Discúlpame... Hay alguien muy importante abajo.”

Se retiró hacia unas gradas cercanas.

Eso me dio la pauta para la última conclusión.

Séptima Razón: No tengo pelada porque no tengo paciencia; de otra manera; hubiera “esperado a sexto” como ella quería, para que su novio se graduara. Algo en lo que pensé después.

Es así termino esta carta Sr. Don Honestic. Necesito su ayuda. Necesito que busque en los rincones más alejados de la razón, una explicación para la conducta de esta niña, pues no importa cuantas vueltas le dé, no entiendo la ambigua conducta... de mi extraña... ex-amiga.

Y le juro que no tengo tiempo, pues por como van las cosas, no me queda duda de que pronto caeré en otro de sus juegos. Por favor... líbreme de aquella desgracia y deme una cura para estos siete males, que me alejan de ser feliz.

Siempre suyo.

Un tipo que no tiene pelada y al que talvez pueda aclararle el porqué.
 
(Joshua Aguayo)

La deshora

lunes, 18 de febrero de 2013



¿Y qué habré de decir para que entiendan
los nardos que ya todo ha concluido?
¿Qué palabra podría convencerlos
de que no es tu llegada lo que aguardo?
Se abren las luces nuevas y murmuro:
«Hoy no diré su nombre.
Estoy en el pasado. Hay que partir
a buscar pastos nuevos.» Pero el alma,
enferma y distraída, no me sigue
y se queda extasiada en tus praderas.

¿Qué puedo yo contra esta voluntad
de estarme con tu olor y tu recuerdo?
¿Cuenta acaso mañana para quien
vivió hasta ayer su tierra prometida?

En la llanura no aparece el nuevo
pastor imperativo
y hacia el anochecer, indestructibles,
manejo pruebas de papel y seda.
Cerca pasan el agua y la sonrisa:
el pasado es lo único que anhelo.
«Esta sangre -me digo-
debiera ser de piedra»,
mas sé que he de olvidar lo inolvidable:
llegarán otras manos y otra boca,
otra cintura borrará la tuya.
Pero hoy debo decir a los amantes
que, donde quiera que tú estés, te amo.


(Antonio Gala)

Aunque tú no lo sepas

jueves, 14 de febrero de 2013


 
Como la luz de un sueño, 
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú lo no sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.
 
(Luis García Montero)

La verdadera historia del lobo feroz

miércoles, 13 de febrero de 2013


Este cuento, no crean que es tan cuento es la verdadera historia…la verdadera historia de ese falso cuento, que de chicos y no tan chicos le fue contado.
Cansado de que mi imagen fuera apocada, decidí sacar a la luz mi verdad. Había una vez...no…no…Había una niña con una capita roja, que en el bosque la llamábamos.
Esa funda…ese gorro de color rojo y ya me empiezo a enojar…era inconfundible. Esta niña cantaba y bailaba, pero también corría por el bosque destruyendo las margaritas, cortando las hojas de los queridos arboles, ahuyentaba a gritos a los pequeños conejos, los pájaros, las ardillas y las mariposas…
Desechaba sus papeles de caramelos en el rio, contaminando el agua. Nadie la quería, todos corríamos al verla, solo escuchar que se aproximaba hacia que cada uno de los animales se escondiera en el primer lugar que encontrara.
Todo empezó un día que viniendo yo del sindicato de lobos me cruce por casualidad con este pequeño monstruo. Al verla me enterneció su carita de ángel; fue así que le pregunte a donde se dirigía, pensé que podía oscurecer y se podría perder en el bosque, Le dije: ¿A dónde vas, muchachita?
Y ella me contesto: A la casa de mi abuelita, (apretándome los molletes), que lindo lobito, ¿no quieres acompañarme? Sin dejar que pudiera decir palabra me agarro de la cola y me arrastró.
La muy malcriada me arrastraba, me decía que al llegar a casa de su abuelita me realizaría un corte de pelo, porque el que tenía estaba pasado de moda.
Ahyyy , por mi antepasados que como pude me zafe y corrí sin dirección , más que cortarme el pelo la muy salvaje tal vez me cortaba una pata o valla a saber que si se le erraba con la tijera. Como odio cuando escucho su vocecita llamándome lobito. Lobito ven que quiero jugar ti, pobre de mí…
Recuerdo que un día me agarro por sorpresa y sácate!!!, me pinto la cara con unos brillos que traía en su sesta me puso una peluca de colores y me amarro al árbol. Fui el hazmerreir de todo el bosque. Otra vez me convido con un caramelo que estaba relleno de pegamento una semana sin probar bocado; esa niña es un demonio …!!!
Yo le quise dar una lección , para que así escarmentara . Su abuela una persona noble y buena prometió ayudarme después que escuchara mi relato :“ Claro que te ayudare , estimado lobito , no permitiré que mi nieta destruya el bosque y maltrate a los animales que en el habitan , cuenta con migo para lo que sea necesario “ , afirmo la abuelita de caperucita roja.
Una calurosa tarde llame al celular de la abuelita para acordar una cita , ya que ella es una persona extremadamente ocupada . Sus reuniones el club de jubilado del bosque , sus encuentros con amigas para tomar el té junto al rio y las clases de Tai chi chuan no le dejan tiempo libre .
Arreglada la cita solo quedaba acudir a su casa . Al llegar me recibió en su jardín de invierno , que paraíso!!! Aire acondicionado , LCD y sillón masajeador …me convido con refresco ¡que placer!. Luego para que me sintiera aún más cómodo y para compensar los malos tratos de su nieta me invito a zambullirme en su piscina ubicada en parque .
Acostumbrado a mi madriguera , un PH al fondo , con poca iluminación y compartida con una pareja de topos y una marmota , eso era ¡fabuloso!. Esa tarde entre refresco y refresco, zambullida y zambullida pudimos acordar que ella se encargaría de hablar con su nieta y pedirle que reflexionara sobre las actitudes que tenía para con los habitantes del bosque.
Después de unos días la abuelita me llamo para que esa tarde fuera a su casa, ya que iría Caperucita Roja a llevarle unos pastelitos. Me vestí con mi mejor traje , me lave los dientes, me peine y me fui cantando de alegría pensando que esa tarde por fin encontraría la tranquilidad tan ansiada .
Pero no…casi termino en el comedor de la abuelita …pero no comiendo …sino de tapis. Al llegar toque la puerta y salió la abuelita y sorprendida me dijo :” llegaste temprano …esta justo por salir a pasear a mi querido perrito Inolfo …pasa y espérame …siéntete como en tu casa en diez minutos regreso…”.
La caminata me dio hambre y sed .Fui a la cocina y me serví uno de esos riquísimos refrescos que ya había probado , tome , tome y tome … comí unas galletas … de repente comencé a tener sueño …los ojos se me cerraban , mis patas estaban sin fuerza y mi cuerpo me pedía descanso.
Me fui a dormir una siesta . La cama de la abuelita era tan cómoda que decidí taparme y dormir plácidamente …Hasta que de repente sentí un portazo …que es ese ruido me pregunte . Sin tiempo en el cual pudiera salirme de la cama …vi una sombra que se acercaba …del miedo me tape todo…tiritaba de miedo…y de repente …Sentí su vos “Abuelita” Abuelita” , el monstro había llegado , pude agarrar un camisón de la abuelita que estaba cerca y me cubrí para que no me reconociera …me puse un gorro también …pero nada…todo fue en vano.
La niña entro y de repente el verme me dijo :”Vos no sos mi abuelita…¿Quién sos? Me pregunto . Yo no respondía estaba paralizado. Me agarro las orejas y me dijo ¡ que linda orejitas que tienes ¡ Pero están muy sucias , tal vez tenga que lavarlas .
Yo pensé que me dejaba sordo. Sacó de un cajón un trozo de algodón y empezó a pasármelo por las orejas. Mirando mi hocico me dijo :” qué lindo pelitos tienes , son demasiado largos hay que cortarlos “ y sin dudar con una tijera me corto los bigotes. Abriéndome la boca me dijo “que lindos dientes que tienes , pero están llenos de sarro “ te voy a pasar la lijadora para que queden limpios , limpios” .
Yo estaba sudando , y no sabía cómo escapar …al pasarme la lijadora raspo mi lengua …hay que dolor … pedí a gritos socorro , se me callo el sombrero y …me reconoció. Lobito , me dijo ven para acá que ahora te toca cortarte las uñas , después depilarte el lomo y luego …grite y grité.
En eso se sintió un disparo…claro había un torneo de tiro , y los leñadores al oír los gritos vinieron. El pequeño monstruo había metido la cabeza dentro de mi boca para atarme la campañilla y ver si sonaba …en eso entraron a la habitación comenzaron a dispararme , me corrieron , me tiran para matarme y como pude salte por la ventana , cayendo arriba de un cactus lleno de espinas.
Salí de esa casa huyendo cruce el rio y nunca más regrese. Fuel el peor día de mi vida . Desde ese día no salgo de mi madriguera , más solo que para buscar un poco de alimento y agua . Nunca pude contar mi verdad y la verdadera historia de este cuento.
Bueno ahora que ustedes la conocen verán que no siempre existe una sola verdad. Hay que escuchar la historia de los dos lados del rio.
 
(Sandra Sorbara)

Los niños que creían en nada

martes, 12 de febrero de 2013



Nadie le daría trabajo con lo vieja que estaba, e indagar sobre si disponía de ahorros para montar un negocio en toda regla sería una falta de sensibilidad; por no decir un exceso de estupidez. Qué hacer cuando las carnes te exigen sobrevivir. ¿Pedir limosna? Buenos Aires ya no estaba para eso. Tendría que ganarse la vida haciendo algo de dudosa moralidad. Qué cosa. Qué podría hacer sin perjudicar a la gente. Optó por vender aire, como lo hacían miles de empresas, pero ella no sería una desalmada. Cobraría montos irrelevantes y el aire que daría a cambio no contendría un valor superfluo.

Empezaría a venderlo de inmediato porque, además, sabía que ningún pariente le iba a dar cobijo. No los tenía, ni hacia los lados ni hacia abajo. Hacia arriba, menos. Sandra realmente era vieja. 57 años olvidada en la cárcel por haber matado a su marido le impidieron procrear. Era él o ella. Los moratones acumulados en su cuerpo lo demostraban, pero en el juicio no valieron. El abogado contratado por su suegra era de los caros, de esos con influencias.

Desde el 12 de octubre de 2003, Sandra anduvo libre por las calles. ¡Vaya mentira! Sus carnes la arrinconaron más que nunca. En su estómago tenía aire, pero uno muy distinto del que estaba por vender. En la cárcel había aprendido algo de magia. Hacía desaparecer objetos pequeños, como cigarrillos y monedas. Con una esfera de cristal de cuatro centímetros de diámetro no tendría problemas.

Entre la basura, encontró cajas de un tamaño ideal para empaquetar, una y otra vez, su única esfera. Sólo le faltaban cintas de colores para, en el momento de la venta, atar la caja correspondiente y adornarla con un listón. Las consiguió enseguida. 

Frente a una tienda de juguetes, interpretando el papel de una bruja buena de cuento, atraía la atención de los pequeños con un discurso dulce en el tono y seductor en las palabras: “Mira esta bola de cristal. Es ligera como el aire. Es mágica. Mágica para los que poseen el don. ¿Tú lo posees? No mires a tus padres, la respuesta sólo la puede saber uno mismo. Meteré esta bola especial en esta caja… así, ¿ves? Ahora, ataremos la caja con esta cinta para asegurarnos de que se mantenga cerrada hasta que llegues a tu casa. Si al abrirla descubres que la bola se ha desmaterializado (que ya no está), sabrás que posees el don. Pero la bola no habrá desaparecido, sólo habrá cambiado de lugar. Habitará dentro de ti para siempre y te será muy útil en tus sueños, porque con ella vencerás a cualquier monstruo y te ayudará a encontrar mundos llenos de personas y cosas bellas y alegres. Dormirás feliz”. Los padres, confiando en que la vieja los timase con una caja vacía, se la compraban por unas cuantas monedas.

Funcionaba.

El boca a boca hizo cada vez más conocida a la vieja de enfrente de la juguetería en Rivadavia, entre la avenida Otamendi y Campichuelo.

A Sandra Febres Queipo se le recuerda como “La bruja de la bola invisible”. Murió el 7 de enero de 2005. Ni bien pasaron dos meses, la juguetería —que no voy nombrar para no hacerle publicidad— lanzó un producto con la imagen ilustrada de su personaje y con el nombre con el que se le conocía. No lo vendieron como esperaban. En 2008 dejaron de producirlo. Pensaron que la magia de Sandra también era comercializable, pero pasaron por alto el truco de su éxito. Era la voz de ella, la convicción en su tono, lo que agudizaba en los niños el don de creer… de creer que en esa nada que encontraban en la caja fuese posible todo.

(Rafael R. Valcárcel)

Amor en espera (carta para detener el tiempo)

domingo, 10 de febrero de 2013




Amor en espera (carta para detener el tiempo)

En resumen, eso es todo, así dijo y en realidad no habia dicho mucho, en resumen, compactó todo e hizo sólo un epígrafe de un gran tomo. Pensé que así era como las mujeres dan paz a los huracanes, revisé el pecho y aun latía el amor en las dos costillas. Todos los males amorosos dejarían de existir si se mudara el corazón a la cabeza.

Al menos tuvo la valentía de decirme que me iba a extrañar, me dije, al menos yo sé que no quedaré más que en su memoria y al menos ella no sabe que yo la llevaré en todos lados.

Iba recorriendo la calle contrapuesta a la de la despedida, meditando y analizando con ojo quirúrgico las incisiones que hicieron nuestros amores furtivos en las avenidas, ahora tan polvosas y feas, que parecían incluso inseguras. El amor es el único espejo que diluye la perspectiva y muestra algo que no estuvo, que no está ni estará.

El camino de cemento estaba solo y cansado, ella ya no estaba para hacerle el dos a mis pasos. Así venía meditabundo cuando me asaltó la idea traicionera de que esta vez era para siempre.

Vamos a ver qué pasa mañana, me dije, vamos a ver qué pasa...

La mañana resultó sin esbozo de sonrisa, sin señales de que Dios pasara, ni el diablo que tanta falta me hacía. Revisé el celular y sólo apareció un mensaje de la compañía telefónica, me dije, creo que esta vez iba en serio porque me miró fijo, como si quisiera recordarme con mi cara de idiota, toda la vida. Aun es temprano, recapitulé, aun no es tarde, podemos encontrarnos en alguna fiesta.

Salí con el traje de mi vocación de vago y metí en mi maleta mis fugas de papel, mi libreta confesionario y a mis mejores esperanzas, las doble y les hice espacio.
Me paré en la orilla de la calle y esperé un taxi, no venía, así que decidí caminar por varias razones, una de ellas, la más grande, porque no tenía dinero para el viaje. Me puse los lentes de sol que son como el amigo pervertido y discreto que te señala señoritas; acomodé mi maleta y emprendí el camino. Eran las 3 de la tarde, me faltaban dos cuadras para llegar a casa de mi amigo y tú no habías marcado, revise la bandeja de entrada y dejé que mi ingenuidad saliera al quite, pensando que quizás podría haber un mensaje que no pasara revisión y que entrara y se alojara en el buzón. Tonto de mí que aun espero imposibles, no puedo seguir jugando al niño con la tecnología. Sólo había mensajes de la compañía en el catálogo de recibidos, si tan sólo te llamaras movistar todo estaría bien, me dije, todo estaría bien.

Al llegar al departamento de mi amigo, decidí esperarlo, por una gran razón, no estaba y la puerta, por lógica, estaba cerrada. Cuando llegó, yo ya me había marchado. Porque cuando el destino va por la calle, hago una caridad, lo acompaño.

Con el poco patrocinio de mis andanzas por aquí y por allá decidí comer, revisando mis rutas de antes y de siempre, recordé que habia un restaurante bastante bueno, con meseras muy amables y sin perros que estar pateando, pero al estar frente a él, decidí irme a comer donde merodeaban los caninos porque una vez más, no había dinero. Fue una buena comida, si puedo halagar al gordero, espero, por mi bien semántico lingüístico, que así se les diga a los que hacen gorditas.

Ya lleno, descubrí que estaba mal el dicho: Barriga llena, corazón... casi no puede respirar. No me sentía más feliz por haber tragado, al contrario, cuando comía se me antojó que estuvieras ahí conmigo, no podría haberte invitado, pero de todas maneras, que estuvieras ahí. Son tantas las calles donde me faltas y pocos los espacios donde me llenas.

Volví a revisar mi celular y descubrí que el mundo había seguido girando mientras vagaba y me atascaba de grasa; de repente, mi corazón sonrió junto con mi cara, pero no eras tú, seguía siendo mi compañía, que se estaba ganando mi cariño a la fuerza por ser la única que me escribía. Faltaban unos días para terminar la escuela y nuestro plazo, al menos para mí, había caducado muchos días antes, cuando descubrí que te amaba de veras y que de veras te extrañaba, el pacto de acariciarnos habia pasado a otro nivel cuando comencé a buscarte en todas las caras. El final de mi estudio llegaría en unos días cuando por medio del certificado y cédula me exorcizarían de la escuela en donde fui Satán y su pandilla. A todos los lados donde miro se dibuja tu sonrisa, no sé si son los árboles que te conocen o es sólo mi soledad que te necesita.

La responsabilidad llegaba por medio de una hoja que se expedía con moral y ética incluida, con parrandas catalogadas como suicidas, con miedos enmarcados con tinta brillante, yo sabía que tú no entrarías en mi casa cargando a mis hijos, que la vida es una cabrona que se divierte con estas comedias divertidas, que estábamos condenados al exilio del amor y a traer el protocolo en la garganta como las anginas.

Eran las tres de la tarde otra vez y ya habían pasado varios días...

En la terminación, faltaste al momento en que llegué, habías estado más temprano que de costumbre, nosotros, nuestros compañeros, hicimos un viaje y tú te fuiste de luna sin miel a un cuartito con vista al mar, con calefacción y primer piso, servicio y frigorífico, no es sólo mi perspectiva, era un pinche cuartito.
Después del viaje, me fui a la costa. El puerto era idílico, con playas solitarias, con bares repletos de corazones rotos y alegres, peces entusiastas en los acuarios y marineros descarriados con meseros ávidos de historias, nocturnos avezados a la intemperie y malandros escondidos. Lo peor de una noche linda es que tú no estás conmigo ni tampoco formando parte de las estrellas.

Siempre te estuve recordando, ya fuera por los besos que me diste o por los que siempre faltan.
De regreso a la soledad de mi cuarto empecé a sospechar que lo que más lastima son los recuerdos. En los tiempos de receso cuando no me llamaban para ocupar algún lugar entre las filas de maestros ni encontraba trabajo de ningún tipo porque no lo habia buscado, decidí viajar al pasado, cazar el tiempo anterior como Marcel Proust y estuve inventándote en las bibliotecas, en los pasillo del metro, en algunas estaciones, en el parque, en fin, en todos lados, mientras tú te disponías a hacer tu corazón de nuevo, esta vez, sin mí.

Por ese tiempo proseguí con el escrito que llevaba cuatro años atrás, para mi sorpresa, escribía cuatro o cinco horas diarias, casi no rompía hojas y sonreía mucho al revisar la redacción. Eran casi seis meses cuando el futuro llamó a mi casa con voz ronca y me dijo: -está usted contratado, traiga a la escuela sus documentos- quién sabe por qué no sonreí.
Todas las tristezas siguen en mi sonrisa. Recordé los lugares donde habíamos hecho el amor, las calles donde mi mano secuestraba tu mano y tu voz mi corazón, descuidé un poco mi aspecto, seguí haciendo ejercicio, pero la barba creció. Al llegar a la escuela me asaltó la sospecha de que estarías ahí, tan linda y bella y loca como siempre, pero después de buscarte entre rostros conocidos y otros tantos desconocidos, descubrí que no estabas, esperaba verte para que tu mirada me diera la cura contra la resignación.

Me metía a los sitios donde solía encontrarte, pero tus actualizaciones me decían que habías hecho otro o que simplemente ya no frecuentabas aquellos rincones, me fui haciendo a la idea de que ahora tenía que pedirle permiso a tu pareja para poder evocarte en las canciones, que ya no eras mi princesa y que mi ventana ya no daría hacia tu mirada, que mis fugas tendrían una persona menos, que mi cama no necesitaría otra almohada. Hablaba más conmigo y me entendía menos, ahora sé que los monólogos y soliloquios son paracaídas y vendas para no ver el suelo.

Tú te divertías asistiendo a pueblos aledaños, preparaste muy bien el discurso, ganaron las elecciones y sonríes menos, creo que no podré solventar una alegría que este fundada en tu presencia, simplemente las cosas lastiman y ya, no porque uno quiera.

Recuerdo una frase que escuché en algún lado “De noche vienes esmeralda”. Creo que es verdad, las noches son las que más muerden cuando de recordar se trata. Ya han pasado muchos metros, no digo que esté esperándote en una estación porque aparte de no ser cierto, peca en lo absurdo, lo que sí es que aun trato de encontrarte todo el tiempo. Voy seguido al teatro, elijo las obras más caras, pues tu posición siempre fue la más alta, voy a los museos y escojo los de paga, visito el cine seguido, leo en los parques, hoy, cosa rara, casi no me falta dinero, así que dejé de ir a la biblioteca, compro mis libros. En la noche, cuando viene a mi cabeza la idea del perpetuo infierno, le rezo a tu cuello.

Quisiera saber de ti, haz una llamada. Mi corazón es guajiro que no sueña, cubano que no goza, zapato que no suena, mi destino es hielo en primavera, arpa sin plumas, pájaro sin cuerdas.

Aun conservo el pelo largo por si me ves, no me confundas, tengo tantas preguntas que hacerte, tantos cuentos que decirte, tantas llamadas que darte y tú ¿Tienes algo para mí?

Recuerdo la última vez que te vi, cómo no recordarla si alquilo un departamento justo en la calle en la que te despediste, esto pudiera verse como obsesión, pero creo que, pensándolo bien, es la única forma de verle, pues hasta yo lo creo; no sé, imagino que realmente me encanta sentirme desgraciado. Lo sé, este año tampoco llamas.

He aprendido cosas nuevas, la paciencia es casi mi vecina; de mis libros, curiosamente, tengo muchos de política por si algún día hablamos, tenga tema de conversación; a veces pienso que te imaginas lo que yo hago, que quisieras correr y buscarme, encontrarme igual y volverte a enamorar de mí como cuando te dejó de importar el mundo, creo que cuando algo te decepciona me recuerdas porque solía hacerte reír de forma improvisada, casi sin esfuerzo; me gusta pensar que tienes muchas frases mías guardadas en tu corazón coraza. Te molesta el humo de las cosas que te regalé y que se quedaron en tu casa, pues tu nariz aun me guarda.

Solitaria te dejo, con las promesas vanas que hicimos en el momento más alegre de nuestro encuentro, te dejo con tus vainas de vernos de nuevo, con tus atardeceres, con tus paseos, tus bibliotecas, los cines y los metros, con tus compras a no sé donde, con los rincones vacíos donde aun quedamos, te dejo tus jueves locos, tus viernes enfermizos y tus fines de semana bien sanos, te dejo la pluma con la que escribo que lleva tus palabras como cigüeña, te dejo mis besos en tu garganta, te dejo una excusa, la más ingrata, te dejo lo que fui y lo que soy, me queda aún mucho tiempo para reinventarme, en fin, te dejo.

Tocan la puerta y vestida de negro llegas tú, entonces me miras, suspiras hondamente, mi corazón te abraza fuertemente y mi cabeza dice “dile que te firme un papel, hazla que se quede”, y reflexiono, tienes razón, ya ha pasad tiempo, te miro llena ilusiones, con esa mirada de fuga que te caracteriza, con tus manos artesanales, boca, qué boca, prendida en tu rostro como diamante adornándolo todo y yo, te beso. “Hazla que se quede” recuerdo, entonces te miro, subes la mirada mientras tus uñas labran mi espalda, mientras tu presencia invalida mi carta-recorrido, mientras tú presencia le da en la madre a mi actitud idiota de ponerte en punto y aparte, como si eso se pudiera.
--¿Te quedas?—
Hay un silencio –Sí—respondes
--¿Cuánto tiempo?—
--Para siempre---
Y ese para siempre dura seis horas todos los jueves y viernes.

(Leiber)

Cerrar los ojos y detener el tiempo en un abrazo inmenso y sentir que todo está bien y que nada más importa, salvo quienes protagonizamos tal abrazo. El mundo podría detenerse, o perder su órbita, pero el calor de los cuerpos entrelazados en ese momento mágico, el aroma del perfume ajeno que se impregna en la ropa propia te hace perder la noción de la distancia, del tiempo, del estado civil e incluso, de la vida...
 
(Petunia Wollstonecraft)

La chismosa del reino

miércoles, 6 de febrero de 2013



 
¿A que no saben quién está comiendo perdices? ¡El príncipe! Sí, es que se casó hace poquito, con una chica divina, sólo que un poco palidita. También, la pobre acaba de salir de una intoxicación terrible... Tenía un pedazo de manzana envenenada metido en la garganta. Se salvó de milagro, porque el príncipe la zarandeó tanto que entonces lo pudo escupir. Lo que pasa es que el príncipe la encontró en el medio del bosque, dentro de una urna de cristal, ¡qué raro! ¿no? Ahí la pusieron los enanos con los que ella vivía, porque creían que estaba muerta. Sí, ella vivía con siete enanos, pero no vayan a pensar mal, no le quedaba otro remedio, ¡si la bruja esa a toda costa la quería eliminar...! Antes de la manzana ya le mandó una peineta envenenada y no sé qué otras cosas más. Es que son tantas las versiones, que una no sabe quién dice la verdad. Ella se metió nomás ahí, en la casa de los enanos, porque estaba perdida en el bosque, donde la dejó el cazador. Lo que pasó es que el tipo se apiadó de ella, si no estaría muerta y sin corazón. Él le tuvo que llevar a la bruja el corazón de un jabalí, o de un venado, o de no sé qué, porque la muy desgraciada le dijo que mate a la chica y que le lleve su corazón como prueba. ¡Qué asquerosa! Es que no soporta que sea tan linda y de tan chiflada que está ya cree que su espejo le habla y le dice que la chica es la más hermosa del mundo. Claro, antes le decía que la más linda era ella. Dicen que todos los días le preguntaba: espejito, espejito, ¿quién es la más linda del reino? Vos, señora, quién más va a ser... ¡Qué loca! Yo no sé por qué hay madrastras tan malvadas. ¡Ah! ¿No sabían? Esa bruja era la madrastra de la chica. Su papá se murió muy poco después de casarse, así que no supo la joyita que era... Y bueno, el pobre se sentía muy solo, hay que comprenderlo, si se quedó viudo apenas su mujer tuvo la beba. Y la pobre señora, lo buena que era... se la pasaba todo el día bordando y bordando. Dicen que un día que estaba nevando se pinchó un dedo y se le manchó el pañuelito que estaba haciendo, entonces de repente tuvo ganas de tener una hija blanca como la nieve y con los labios rojos como la sangre; fue una idea que se le metió entre ceja y ceja. Será el destino o será pura casualidad, no sé, pero así mismo le salió la bebita. Entonces le puso de nombre Blancanieves. ¿Ya lo sabían? Claro, si los chismes vuelan en este reino.

(Andrea Piccardo)

Hipocondria


Querida Susana:

¿Cómo estás? ¿Cómo andás de salud? Yo sigo con mis achaques. Anoche no pude pegar un ojo por la rinitis alérgica que siempre me ataca con los cambios de tiempo, y además tenía un chiflido en el pecho que espero no sea una bronquitis asmatiforme o algo peor. Amanecí también con el brazo adormecido y una sensación como de cosquilleo, no vaya a ser que me dé como al señor de la esquina, pobrecito, que así mismo empezó y después tuvo una trombosis de la carótida que le produjo una isquemia en el lado izquierdo del cerebro y lo dejó afásico y hemipléjico del lado derecho. El pobre ahora apenas volvió a caminar, pero no dice más que che, qué y algunas otras cosas más, como la otra vez que pasé a saludar a su señora que estaba enferma, con un cólico hepático, y me asusté cuando él me dijo vieja pelotuda, pero después su señora me explicó que él cree que está diciendo otra cosa, que eso le suele pasar. Ahora el señor toma una dosis de ácido acetil salicílico diariamente para evitar los coágulos en la sangre, y a lo mejor yo debería tomar también, por eso voy a preguntarle al médico a ver qué me recomienda, porque no estoy tan segura, ya que podría ser también que esté contraindicado si hay riesgos de derrame.
El otro día me dijo un tipo en la calle “qué ojazos tiene, señora”, después me fijé bien en el espejo y me pareció que tenía un poco de exoftalmia, como tuvo la tía Juana, ¿te acordás? que era un problema de hipertiroidismo y por eso andaba tan acelerada y flaca. Yo también ando así últimamente, ni sé cómo me muevo tanto con los dolores que siempre tengo en las cervicales, las dorsales y el sacro, no sé si será osteoporosis o artritis reumática, y encima a veces también me dan unos dolores en el nervio ciático que ni te cuento, que si me quedara quieta no me levantaría más de la cama. También estoy bastante flaca, pero a lo mejor eso puede ser por los desarreglos gastrointestinales que sufro constantemente, y eso que como sólo verduritas para cuidarme del colesterol y los triglicéridos, y no dejo de consumir fibras, no vaya a ser que por el estreñimiento me agarre una diverticulitis.
Bueno, te dejo por ahora, porque tengo que ir a la farmacia. Te escribo cuando tenga los resultados de los últimos análisis.
Cariños

Dolores

(Andrea Piccardo)
 

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