Tocando la Luna

jueves, 12 de junio de 2008



Me encanta tocar la Luna. Y a veces ocurre que lo hago.

Esta mañana salía de trabajar a los 8:00 a.m. Estoy un poco resfriada, me duele la garganta y me molestan los oídos. Estoy "baja de defensas", como dice la gente. Justo cuando termina mi jornada laboral empieza la de la inmensa mayoría. Y entonces me desenvuelvo en la ciudad dentro del coche como si se tratase de un video-clip. La gente pasa alrededor con aspecto de llegar con el tiempo justo a la oficina. Mientras, yo me permito el lujo de observarlo todo a través de un cristal, sin prisas: el amanecer, los primeros minutos de la mañana, los coches con las luces aún encendidas, los chicos del “20 minutos” que regalan el periódico, el claxon de los que llegan tarde y pierden los nervios en los atascos... En los semáforos vuelven a mí imágenes que vivirán en mi recuerdo hasta que otras nuevas las desplacen. Me gusta salir del trabajo con memoria de pez; a veces ésta es la única forma de sobrevivir en la jungla. Con las luces del semáforo me quedo hipnotizada un par de segundos y entonces los recuerdos se ralentizan aún más en una mente falta de sueño reparador. Hago balance, como en uno de esos episodios de “Anatomía de Grey” con los que últimamente me siento tan identificada. En estos días estoy a punto de tomar decisiones que van a afectar al resto de mi vida, pero en este instante, tan sólo en éste, nada puede perturbar mi sensación de bienestar. Respiro hondo y miro al cielo, allí está aún la Luna que ya se va difuminando en la mañana. Paso por calles conocidas. Casi todas ellas han sido testigo de una escena de amor o desamor en mi vida. Pienso: “allí fue donde nos citamos por primera vez Amor nº 11 y yo; por cierto, nos cruzamos la semana pasada…Ambos nos comportamos como si fuésemos transparentes, aunque paseábamos por la misma acera. Él iba acompañado de una mujer rubia, bajita - a su lado, todo el mundo parece diminuto-. Tenía aspecto de ser una reunión de trabajo -aunque con Amor nº 11 nunca se sabe si estás manteniendo una relación o eres alguien más de su séquito-. Estaba más delgado y parecía más joven. Siempre ha tenido aspecto de niño grande.”

Me pregunto qué hubiera sido de mi vida de haber seguido con Amor nº 11. Probablemente sería en la actualidad una hermosa mujer-florero. Él creía que me necesitaba. Con el tiempo he llegado a pensar que fui un trofeo de caza que nunca consiguió. Aquello me ayudó a obtener su respeto y meses después volvimos a recuperar la comunicación perdida, aunque sólo desde el punto de vista laboral. Desde entonces hasta hoy han pasado cinco años. El mejor papel que tuvo fue el de hacerme olvidar por unos meses a Amor nº 10. Después del receso volvió la vorágine de dudas, dolor, taquicardias, insomnios, desconexión de la realidad… que trajo a mi vida Amor nº 10. Nadie que no te hace llegar a la Luna puede hundirte en los infiernos. Y eso es justo lo que hizo Amor nº 10 conmigo.

Creía que ya tenía superados esos recuerdos, pero una y otra vez, de una forma más o menos agridulce, vuelven a la vida, en cuanto me cogen baja de defensas…una simple infección vírica y todo un máster en autocontrol acaba en la papelera.

Me encanta tocar la Luna. Y a veces, aunque vuelva a bajar a la Tierra, ocurre que lo hago…


La Dama

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