En ciertas ocasiones, me ha parecido ver al mono de aquel anuncio apuntándome con la ballesta y juraría que también al pingüino con el detonador detrás de algún paciente. El subconsciente cobra vida propia y trata de vengarse de aquellos que ponen en peligro mi salud mental. Sufro desdoblamientos de la personalidad y tengo alucinaciones que me evaden de la realidad que me tortura.
Y en los intermedios entre lo real y lo delirante hace apariciones intermitentes mi auxiliar –la mujer de los ojos de Bette Davis- sobre su nube kinton con sus comentarios a pie de página y sus miradas jeroglíficas de femme fatale, que compartimos con una sonrisa de complicidad.
Me han dado ganas de dar la orden al pingüino de accionar su arma letal, para terminar con esta pesadilla. Pero finalmente, como siempre, después de la tormenta ha vuelto la calma y de nuevo la cabeza a su sitio.
A veces me gustaría tener un amigo Yoshimura para mandarle por correo mi cabeza a Japón y vivir una vida distinta con nuevas emociones y un estrés diferente, envuelto en alucinaciones con geishas y samuráis. Pero… ¿qué estoy diciendo?: ni yo sé japonés, ni me gusta la comida oriental, ni creo que en Japón tengan un equivalente a mi auxiliar subida en una nube kinton.
Pensándolo mejor…me quedo aquí con mis pingüinos antiestrés y con mi cabeza de toda la vida.
La Dama

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