Miércoles 23:12h. Cogió el camino más derecho que llevaba a su casa, llovía a cántaros. Para redondearlo, el viento soplaba racheado y le mojaba hasta el cerebelo. Ocho grados centígrados, sensación de frío. Una noche perfecta (para estar bajo techo). Ya estaba llegando a la acera de su portal. Pero antes tenía que pasar por el túnel que se agacha bajo la vía del tren. Suele haber un vagamundo allí con dos perros: Ulises y Tadeo. No sabe cómo se llama el tipo. Cree que no tiene nombre. Pero ese día no estaba, lógicamente. Esperaba que hubiera encontrado algún sitio más resguardado y que alguien le hubiera invitado a un cigarro (da igual la marca). Al bajar las escaleras del túnel creyó oír a alguien hablando. Cómo saber con la ventolera que había qué podría ser lo que causase el ruido. Había dos fluorescentes sin luz que dejaban la tierra media del túnel más bien sombría. Volvió a oír el ruido y , de repente, algo pasó como un cohete. Se giró rápido, casi antes de asustarse, y vió un gato (no era negro). Paró un segundo, respiró y volvió a caminar. Había viento norte y la consiguiente corriente en el túnel. Algo se movía en el suelo y vió una sombra que se levantó y se dirigió a él. Se puso rígido. La figura se tambaleaba. Un fluorescente recobró vida durante un instante e iluminó su cara. Reconocía ese rostro, imposible olvidarlo a pesar del cambio. Era ella. A duras penas conseguía sostenerla para que no se partiera la boca (esa que tantos tíos ansiaron) en el suelo. Balbuceaba palabros indescifrables debidos seguramente al alcohol. Es fácil distinguir un aliento así. Consiguió ponerla en pie y guiarla. Él hizo una pregunta a la que ella respondió:
-Sí.
-Sí.
Jueves 00:13h. El agua hervía en la cazuela. Era el momento de retirarla. Fue al baño a buscar una toalla para secarle el pelo. Estaba empapada. Llevaba puesto un pantalón de pijama de hombre y una sudadera de los Sixers. Cuando volvió con la toalla, ella ya se había tumbado en la cama y no se veía capaz de incorporarse por el cansancio (arrodillarse delante de una taza de váter puede ser agotador). La incorporó y le secó el pelo mientras la sujetaba por la espalda con la otra mano. Ella le pidió por favor que le dejase tumbarse de nuevo. La cabeza le pesaba y su cuerpo no respondía. Él la acostó cuidadosamente. Era como si estuviera arropando a un bebé.
-Gracias.-Se fue el balbuceo- Gracias-En tono más apagado-.
Su respiración se hizo más profunda, se acurrucó a su lado y cayó dormida.
-Gracias.-Se fue el balbuceo- Gracias-En tono más apagado-.
Su respiración se hizo más profunda, se acurrucó a su lado y cayó dormida.
Jueves 00:33h. Se pone en pie y se acerca al escritorio. Abre un cajón y coge un folio amarillento, viejo y vacío. Sólo hay escrito algo en la parte superior perfectamente centrado: "Carta 5001". Se sienta y escribe debajo algo que empieza así: "Te vuelvo a escribir media vida después. Y ahora estamos los dos juntos donde siempre soñé. Es la última carta que te escribo......."
(Del blog: El club de la escritura)
0 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:
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