Extrañar...

martes, 31 de mayo de 2011


Sensación que estos días me hizo regar atisbos de duda en el alma. Extrañar un abrazo de oso, una risa hermosa, unos ojos azules como el mar. Extrañar las frases y sus cartelitos llenos de ingenuos "te amo". Extrañar sus manos, su olor, su rostro, sus hombros, su ser completo e inocente. Extrañar sus retos, sus reproches y miedos. Extrañar nuestros mimos, los días de sol, las tardes con medialunas, las cartas, las llamadas. Extrañar hace fortalecer mientras el silencio te aturde en consejos, donde el interior te busca y pide desesperados gritos de realización. Extrañar hace crecer, hace dudar, hace buscar. Es bueno extrañar a quienes amamos. Solo así comprendemos que la unión entre dos personas va más allá de los defectos, de las distancias y el diálogo no existente. Hay que sembrar paciencia, dejar orgullos y rencores para emprender tiempos de abundancia en materia del corazón. Crecer duele y mucho, pero cuando ves los frutos, ves lo maravilloso y lo esencial de la vida. Tranquilidad y regocijo viene luego, mientras las palabras son empujadas por los hechos.

(Nicolás Manservigi)

El tren del miedo

jueves, 26 de mayo de 2011


Conozco muchas formas de autocastigo. Ocupo algunos minutos de los días que paso encerrado en casa buscando cosas para torturarme. A veces encuentro fotografías de hace unos años, no muchos. Pero lo cierto es que apenas tres o cuatro años alcanzan para transformarlo todo como si hubiera barrido el paso de décadas. Esas fotografías, parecen guardar dentro de ese adolescente que era, un rastro que advierto de la desaparecida inocencia que siempre tengo en boca. Que siempre tengo en boca porque ya apenas me roza.
Cómo cuesta ahora reconstruirlo todo y querer volver a ser, a parecerme un poco más a quien era. Qué recuerdos de cuando sabía querer en aquellos primitivos correos de dos o tres chicas que me quisieron también.
El principio de mi historia con personas que se han convertido en pilares de mi existencia y que me aúpan cuando me creo nada.
No puedo dejar de asustarme, sucumbir al llanto callado por no molestar, pero este monstruo que se llama tiempo sigue dándome mucho miedo.
Este tiempo es como un túnel de feria que promete horror y siempre asusta. Qué pantomima pensar ahora en aquellos payasos con caretas feas que a escobazos reproducían una burda imitación del miedo.
Miedo es eso, el paso del tiempo y no tener nada entre las manos. Recordar que ya se terminó mi adolescencia aunque aún me dé la risa tonta y a veces sea loco. Sigo bebiendo esa bebida de inmadurez que sabe dulce entrando en boca y deja amargo cuando pasa el trago.
Y el tren del miedo y el tren del tiempo da vueltas y vueltas hasta que la muerte o el fin lo pare, pero monótono las vueltas ya no me pintan igual de bonitas que antes.

(El Vendedor de Versos)

El último minuto




Ahora que no recuerdas las tardes de mi infancia,
déjame que perfile la luz de tu memoria
arañando del tedio y de la noche
la pasión insolente de los días felices.

El invierno, que devora los rostros
y convierte los labios en heridas,
nos pasó inadvertido.
Nada pudo atrapar
aquel domingo intacto de febrero
que pareció invencible por más que se anunciaran
la niebla y el vacío.

Agarrado a tu brazo
no existía dolor capaz de deslizarse
por las frágiles piernas
del niño que creía en la inmortalidad.

Nunca más ha podido ser posible,
las llagas que dejaron los inviernos
lograron su propósito.
No sentiré aquel viento nunca más,
no volverá aquel frío como un pájaro
capaz de seducir al mundo con su canto.

Porque todos los sueños
mantenían su pulso al despertar
a pesar de que a veces llegasen las derrotas,
aunque llegasen siempre.
Porque siempre he contado con tu brazo
y tu barba afilada.

No va a ser diferente.

El tacto guarda heridas que nadie le reprocha
y en la memoria hay gestos que recuerdan las manos
como el mar se percibe en la brisa salada.

Iba a ser tan feliz que escocería
muchos años después,
cobrando la alegría con lágrimas e insomnios
tan largos como un río.

Al entrar al estadio,
entre una multitud que nos hacía
anónimos y eternos,
intuí que un instante justifica el vacío,
que no caben mentiras donde habitan
los más nobles propósitos de un hombre.

Y pasó la tristeza inadvertida,
al contrario que Schuster con su melena rubia,
o el regate imposible de Futre ante el portero
para hacer de las redes un destino
donde nunca estorbaron el miedo y la distancia.

Aquellos dos asientos
sobre la fría piedra del invierno,
modestos como el hombre que construye un futuro,
son el lugar más cálido posible,
las más lujosas sábanas
y la ilusión más plena satisfecha.

Ahora que no recuerdas
aquel febrero inmóvil
que me mira, y me escuece, y me provoca
un vacío tan denso como el aire,
y me devuelve el verde de tus ojos
cuando me siento hundido,
y me persigue atento a mis fracasos
y a las desilusiones;
aquel febrero inmóvil será como tus manos,
y el tacto de tu barba
volverá cada vez que un balón acaricie
las redes del futuro en un minuto
que siempre será el último
por mucho que los años me pretendan.

(Fernando Valverde, dedicado a su abuelo)

Vocación y argumento



Yo quisiera contarte
el vacío gastado de estas cuatro paredes,
la lluvia que ha caído desde que el tiempo sabe
mirarme con desprecio como un bufón que ríe
con la cara pintada y unas lágrimas sucias.


Yo quisiera decirte
que aquí todo resulta parecido al invierno,
que diciembre es más dócil que cualquier escondite,
que un viento seco queda detrás de las mentiras,
de los miedos tramposos y los presentimientos.

Yo quisiera encontrarte
aquí para olvidar que el mundo es mundo,
para abrazarnos fuerte
y ver la infinitud de cada compromiso,

reconocer los márgenes de las palabras justas,
olvidar los inviernos y el vacío gastado
de estas cuatro paredes.


Yo te dije que siempre
los poemas resultan ser ficción contenida.


Sobrevivamos pues
más allá de los versos y la literatura,
por encima de trenes y paisajes,
por detrás de las voces que suceden
pidiendo explicaciones a cada expectativa.


Si es cierto que supone una renuncia
la sensación que oprime el pecho hasta dejarlo
justo, desvalido, emocionado a veces,
hablemos del calor de las habitaciones,
de las sábanas sucias y la pasión perdida,
de todas las traiciones que esconden los armarios,
del tedio y de las cartas
que escriben los soldados cuando se están muriendo
de miedo en las trincheras,
como un enamorado que sostiene
la vida en un abrazo arrepentido.


Tal vez entonces sea posible ese milagro
en el que creen los libros de versos que leemos.


No es tan sólo cuestión de perspectiva.
Quedémonos mirando la verdad
de los versos que cuentan historias inventadas.
Recuérdame en paredes que permanecen justas
y que miran nerviosas cómo pesan los días.


Yo te traje a mis noches sin saber que buscabas
una luz que durase mucho más que un segundo.


Aun así permanece,
que ceder a los límites de las eternidades
es más cuestión de fe que de palabras.


Acerquémonos pues a nuestra soledad.

(Fernando Valverde, de "Razones para huir de una ciudad con frío")

El Vino


 
Sí señor... el vino puede sacar
cosas que el hombre se calla;
que deberían salir
cuando el hombre bebe agua.
Va buscando, pecho adentro,
por los silencios del alma
y les va poniendo voces
y los va haciendo palabras.
A veces saca una pena,
que por ser pena, es amarga;
sobre su palco de fuego,
la pone a bailar descalza.
Baila y bailando se crece,
hasta que el vino se acaba
y entonces, vuelve la pena
a ser silencio del alma.
El vino puede sacar
cosas que el hombre se calla.
Cosas que queman por dentro,
cosas que pudren el alma
de los que bajan los ojos,
de los que esconden la cara.
El vino entonces, libera
la valentía encerrada
y los disfraza de machos,
como por arte de magia...
Y entonces, son bravucones,
hasta que el vino se acaba
pues del matón al cobarde,
solo media, la resaca.
El vino puede sacar
cosas que el hombre se calla.
Cambia el prisma de las cosas
cuando más les hace falta
a los que llevan sus culpas
como una cruz a la espalda.
La puta se piensa pura,
como cuando era muchacha
y el cornudo regatea
la medida de sus astas.
Y todo tiene colores
de castidad, simulada,
pues siempre acaban el vino
los dos, en la misma cama.
El vino puede sacar
cosas que el hombre se calla.
Pero... ¡qué lindo es el vino!.
El que se bebe en la casa
del que está limpío por dentro
y tiene brillando el alma.
Que nunca le tiembla el pulso,
cuando pulsa una guitarra.
Que no le falta un amigo
ni noches para gastarlas.

Que cuando tiene un pecado,
siempre se nota en su cara...
Que bebe el vino por vino
y bebe el agua, por agua.

(Alberto Cortez)

Evocación a la magia

martes, 17 de mayo de 2011




¿Te encontraré, Mago?
¿Alguna vez volveré a llorar
con la cara escondida en las rodillas?

¿Alguna vez volveremos a los aeropuertos
sin salas de espera
de donde salíamos como pájaros
prendidos del tiempo y de la última mirada?

¿Volveré a dejarte solo la última noche del año,
saliendo detrás del portazo con mis libros,
o viajaremos cómplices en el secreto,
amándonos y odiándonos,
sentados en una terraza
bajo los fuegos artificiales?

¿Te veré acaso cuando otra vez regrese de alguna parte,
llorando el amor mojado de la desesperación,
contándote que yo pensaba ser Sherezade de tus noches
para que nunca me cortaras la cabeza?

Te encontraré, Mago, en un día sin citas,
sin premeditación,
entre los corteses de tu calle o la mía,
con esta misma nostalgia prendida en la punta de los dedos,
doliéndome las ganas de romper el hechizo que nos hicimos,
el tiempo que reconstruimos
-no vernos para sabernos lejos-
mientras el ojo que no engaña
te refleja en todas las vidrieras de la vida,
en los charcos, las bujías, el cansancio,
en las noches que paso con tu fantasma a cuestas,
ese que me ama
como un loco suelto en medía Revolución,
para siempre jamás,
para siempre, Mago,
para siempre.

(Gioconda Belli)


Los Amantes


Habitan, crecen, desintegran la sombra,

se comen el tiempo, se amparan

se examinan las aureolas,

entre ellos hay una partición

que crece brillando ojos,

un bozal de besos arremangados

en la humedad,

ella se viste de ángel

él se convierte en huésped de sus deseos



Y en la cara de la noche

donde habita lo perdido

se ven dos figuras que entran

en el contorno de un solo cuerpo.

(Osvaldo Norberto Lázaro)
 

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