Ella (pafuera telarañas)

miércoles, 25 de febrero de 2009



Ella se ha cansado de tirar la toalla
se va quitando poco a poco telarañas
no ha dormido esta noche pero no esta cansada
no mira ningún espejo pero se siente toda guapa

Hoy ella se ha puesto color en las pestañas
hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña
hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada
hoy es una mujer que se da cuenta de su alma

Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
Hoy vas a comprender
que el miedo se puede romper con un solo portazo.
Hoy vas a hacer reir
porque tus ojos se han cansado de ser llanto, de ser llanto…
Hoy vas a conseguir
reirte hasta de ti y ver que lo has logrado que…

Hoy vas a ser la mujer
que te dé la gana de ser
Hoy te vas a querer
como nadie te ha sabido querer
Hoy vas a mirar para delante
que para atrás ya te dolió bastante
una mujer valiente, una mujer sonriente
mira cómo pasa

Hoy no ha sido la mujer perfecta que esperaban
ha roto sin pudores las reglas marcadas
Hoy ha calzado tacones para hacer sonar sus pasos
Hoy sabe que su vida nunca más será un fracaso

Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
Hoy vas conquistar el cielo
sin mirar lo alto que queda del suelo...
Hoy vas a ser feliz
aunque el invierno sea frío y sea largo, y sea largo…
Hoy vas a conseguir
reirte hasta de ti y ver que lo has logrado…

Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
Hoy vas a comprender
que el miedo se puede romper con un solo portazo.
Hoy vas a hacer reir
porque tus ojos se han cansado de ser llanto, de ser llanto…
Hoy vas a conseguir
reirte hasta de ti y ver que lo has logrado…

(Bebe)

Palabras de amor

lunes, 23 de febrero de 2009



Él caminaba entre los pasillos abarrotados de gente de una librería del centro. Pasó sus manos sobre el lomo de los libros, como si las yemas de sus dedos fueran capaces de sentir qué necesitaba leer. Una mujer dormida descansaba entre libros despiertos; él posó una mano en su espalda . Sin saberlo siquiera la suavidad de esa piel se le coló en el cuerpo y guiado por el impulso compró un libro que jamás había escuchado nombrar.
Lo recibió la soledad de su casa en penumbras. Se acercó a la mesa y abrió el libro. La primera página trajo a sus ojos la certeza de tenerla cerca, y conoció con sólo seis palabras lo que había buscado toda una vida sin lograr encontrarlo.
Al otro lado de la página, la mujer dormida dudaba en despertar. Sintió correr por su cuerpo hecho de letras el calor de unas manos. Se le erizó la piel, el cuerpo se volvió agua y las piernas ganas de huir. Los ojos que la miraban sin ser vista le mostraban la certeza de otro mundo posible. Pero no hoy, no a ella. Ella no era piel, ni carne, ella no era pelo oscuro, ni hoyuelos en la mejilla; ella sólo era un sueño ajeno volcado en papel para reproducir, por fin, otros sueños. Ignacio la sentía en los dedos al pasar las páginas, en el olor agridulce de la tinta recién impresa, en el dolor de sus ojos con cada palabra.
Las horas en el trabajo, cerca de los números y lejos de ella, se le tornaban cada vez más eternas, como si el tiempo fuese capaz de estirarse siempre un poco más. Se acostumbró a volver a casa, a su compañía de palabras, pero cada nuevo acercamiento anunciaba el final. Una tarde, cada vez más cercana, el libro se terminaría y ella volvería a dormir en él, lejos de sus besos de cristal, de sus abrazos en la noche, lejos del sudor de sus labios.
Ella aún dormía aunque peleaba cada instante por despertar, por vencer el designio de su dios escritor y salir a su encuentro. Soñaba poder encontrarse con esa alma que se consumía con cada nueva llama, con el desperdicio de caricias al viento.Algo la retenía. Quizás el miedo de no sentirse digna a su lado, el miedo a ser sólo un cúmulo de letras, de no ser capaz de ofrecerle nada más.
Un día llegó en que el tiempo ya no pudo extenderse. Sólo quedaban cinco páginas y las saborearon juntos. Disfrutaron cada palabra como el que néctar de esa fruta que jamás comerían, bebieron a la distancia la humedad de los labios ajenos, se llenaron de luces y de sombras , de sueños heridos. Por fin, él se reclinó en su silla de siempre y leyó en voz alta las última palabras de un amor condenado:
“Y al roce de los cuerpos la llama que arde dejará, por fin, de consumirlo todo para lograr entibiar sus almas.”

Ignacio dejó el libro abierto sobre la mesa, finalmente, el eco de las palabras se volvió volutas de humo y lo cubrió todo.

(Nadina Tahuil)

Aunque no sea conmigo

sábado, 21 de febrero de 2009



A placer, puedes tomarte el tiempo necesario
Que por mi parte yo estaré esperando
El día en que te decidas a volver
Y ser feliz como antes fuimos.

Sé muy bien,
Que como yo, estarás sufriendo a diario
La soledad de dos amantes que al dejarse
Están luchando cada quien
Por no encontrarse...

Y no es por eso
Que haya dejado de quererte un solo día
Estoy contigo aunque estés lejos de mi vida
Por tu felicidad a costa de la mía.

Pero si ahora tienes,
Tan solo la mitad del gran amor que aún te tengo
Puedes jurar que al que te quiere lo bendigo
Quiero que seas feliz,
Aunque no sea conmigo...

(Santiago "Chago" Díaz)

Carnaval


Ella se llamaba Alicia, su sonrisa era una mañana que se suicidaba, hacía teatro en un reducto de la Reforma Luterana, hija de padres actores, confiaba en que algún día encontraría un árbol, una cama, un vehículo mejor, unos adornos de porcelana, una posición social y una casa con un marido adentro. Pero aún era muy joven y el camino por recorrer era de distancia y tiempo, distancia de los sueños y tiempo de carnaval.

El se llamaba Alberto, hace apenas unos meses era estrella de Rock en su colonia, o al menos eso pensaban los vecinos que le soportaban hasta altas horas. Había abandonado el glam de fin de los ochentas para hacerse de una carrera universitaria y procurarse un futuro mejor, no creía mucho en las ventas así que optó por una materia social, amigo de los amigos, odiaba a las comparsas y a los borregos, aunque no era nuevo en cuestiones de amores se podría decir que nunca había estado enamorado, al menos no hasta ahora.

Corrían los días de fines de alguna guerra, de exámenes de admisión, las viejas tendencias rigoristas de las preparatorias habían de ser sustituidas por el sutil sistema de filtros de las universidades públicas. El automóvil era ya un medio de transporte de uso común entre los estudiantes que en la mayoría de los casos estrenaban barbas, tetas y ridiculúm vitae. Todo era novedoso salvo ese melancólico color gris ratón de las jaulas escolares. Había lo suficiente para saber que se trataba de una escuela, estaba “Supermena”, el diputado rabo verde, “Chuchito” el afónico, “El Santo” y sus camisas plateadas, “El Contador de Historias”, el buen Vallado y sus pitadas de humo a las siete de la mañana; sin olvidar, claro, a “La Chichí”, El Doctor Muerte y al director comodín, entre otros grandes de la burocracia de la autonomía estatal. Tampoco podían faltar los próceres estudiantiles, las gentiles secretarias y los vigilantes del estacionamiento, siempre quejándose del sueldo y de los compañeros que poco o ningún caso les hacían.Esa mañana estábamos en plena campaña estudiantil, había refrescos, música, vientos de cambio y paleros por doquier. Un aire fresco se respiraba en aquel edificio.

Enfrente estaba ella. Un lobo sabe cuando es el momento, ni antes ni después sino justo a tiempo. El clavó su mirada en aquel deseo encarnado y la llevó a caminar por el bosque encantado, contándole cuentos, mintiéndole de verdad, le cantó “la ternura” y “supongamos”, estaban lejos los días de “calaveras” y “malas compañías”.

Alicia no había cumplido los diecinueve y Alberto tampoco los veinte; para él, ella era un espejo, para ella, él era un remolino de viento.A menudo se contaban los secretos, se reían del tiempo, se sonsacaban, se escapaban de clase o más bien no asistían al colegio, se tocaron, se sintieron, se hicieron… ¿cómo decirles? familiares.

A los seis meses, durante las fiestas del carnaval, conocieron el sexo con cariño y deseo a las puertas de una reserva ecológica, en el interior de un Volkswaguen. A los dos días fue en un parque; a los tres, en una aguada; a los cuatro, conocieron una cama. Los ángeles rodeaban con sus brazos el cuello, que era uno sólo, de la singular pareja. Los astros se alinearon, y el mundo vivía una hermosa tregua o al menos, eso parecía.Alicia y Alberto escribían sin ninguna prisa el cuento de las mil y una noches, a veces con tinta de lágrimas, con vino tinto, con un churro, o con todo junto; y aunque por supuesto que hubo sus desengaños, sus panes glaseados con hiel, nada podía con ellos, simplemente no pensaban en eso, en sus vidas no existía lugar para la desgracia; las comedias de Hollywood siempre con final feliz, hacían su eficaz trabajo de dopar al desamor.Alicia se enamoró primero de Alberto -mujer al fin, siempre un paso adelante en las cosas del querer-. Alberto dejó que ella entrara en su corazón, en su casa, en su tiempo. Ella se hizo amiga de los amigos, cómplice de los padres; ambos se mintieron de verdad o la verdad, nunca se mintieron. El amor y el desamor, usted verá, son cuestiones de tiempo.Será difícil contar lo que sucedió después.

Comenzaré diciendo que transcurrieron los días, que pronto fueron meses y luego años. El descuido, la inseguridad, las parrandas, las infidelidades… fueron haciendo, sin saberlo, su nicho en aquel cielo. Cada vez más cerca se escuchaban los perros ladrándole al tiempo, perros negros y feos, perros con caras de amigos, de esos que te visitan para ver que ocurre con la gastritis, que te ofrecen empleos, que ofrecen los cielos, perros que te lamen los güevos, perros con dueños, dueños del tiempo: Iscariote, Bruto, Maquiavelo, Rasputin, de Santana y Smith, arremetían el puñal de la desolación por las espaldas de Sócrates, Marx, Hegel, Hesse, Sartre, Hemingway y Silvio, comenzaba el destierro.Se habían terminado para siempre las clases; los amigos se ponían muy serios, tal vez por el hambre, tal vez por la seriedad que exige engañar, mentir y cometer cohecho, tal vez por que sabían que todo lo aprendido iba a servir para vender más miedo.Alberto y Alicia eran de pronto dos desempleados que se unían a la cifra de los cuarenta millones que hay en nuestro país. Alicia no estaba dispuesta a vivir desvelos, desde pequeña sabía que su lugar era el cielo y Alberto divagaba sin despegarse de la tierra.Ella cruzaba los veintitrés y él ya los veinticuatro. Sus corazones, al igual que los de la mayoría, se endurecieron por miedo al rechazo, por miedo al tiempo que para esas horas ya jugaba su papel. Él como pudo se sacó un as de la manga y buscó empleo, pero lejos de Alicia, de su Alicia, de los amigos, lejos de un consejo. Alberto le dio un largo beso y le dijo: “Te quiero, no diré más…” Y se marchó con la esperanza y el miedo.

Al llegar a su destino, Alberto creyó que este había sido el fin de aquella historia.Alicia se quedó sola; en todos esos años no habían tenido una separación como esta. Se desesperó, no sabía cuanto la amaba Alberto, cuanto se le extrañaba en aquel puerto. Alicia no aguanto más, a los tres meses hizo un esfuerzo extraordinario y logró conseguir empleo en la misma ciudad que Alberto.Ahora ambos tienen un empleo. Están solos en una ciudad desconocida, ganan buen dinero y viven juntos, pero no se ven, Alberto trabaja en un empleo holgado, pero Alicia sale muy temprano y regresa de madrugada. Alberto se había acostumbrado a estar solo y beber casi a diario, patéticamente recordando a Penélope, cuánta ironía. Alicia encontraba a Alberto borracho y durmiendo cuando llegaba en la madrugada; él se despertaba y hacían el amor mientras Alicia lloraba. Esto llenaba de tristeza a Alberto, quien no podía entender aquella situación; se sentía desvalido, pero su cabeza aún estaba en los bares y las meseras. La telaraña se estaba tejiendo.

Uno tras otro transcurren los días. Alicia argumenta una visita de sus padres y se cambia de departamento. Del cuarto de Alberto se esfumó el olor a las prendas de Alicia, a su cabello, a sus lágrimas, a su sexo. Alberto no soporta más y un martes trece de carnaval, después de comerse una última mesera, se despide de todo aquello y va a buscar a Alicia para pedirle que se case con él, que lo rescate con su dulzura del infierno.Eran casi las seis de la mañana, el sol comenzaba a iluminar los pecados de la gran ciudad.

Ese día Alberto corrió descalzo hacia el departamento de Alicia, en la puerta de este, quedaban los últimos testigos mudos del carnaval. Al cruzar la puerta un leve mareo tambaleó a Alberto; de la sala a la recamara caminó por la noche del fin de los tiempos. Adentro, Alicia dormía desnuda en los brazos de alguien que no era Alberto. Alberto nunca encontró palabras.El se hundió en un mar de tristezas, no había nada que hacer, ni siquiera Alicia consiguió sacarlo del mal sueño, del letargo, de la duda…

Durante un año se siguieron viendo, pero aquello eran los pedazos de un muerto. Un día Alicia le explicó a Alberto que los seres humanos son reciclables. Alberto entendió sin conceder a lo que se refería Alicia, así que un día se soltaron las amarras y nunca regresaron a aquel puerto.Alicia continuó sus clases de actuación en el reducto de la Reforma Luterana; esta vez se ganó el premio: encontró un árbol, una cama, un vehículo mejor, unos adornos de porcelana, una posición social y una casa con un marido adentro; aprendió a poner los cuernos, ya no asiste a los carnavales por temor de encontrarse con Alberto.

Alberto caza “Justines” perdidas, definitivamente no es estrella de Rock; escribe poesía explosiva, duerme de día, sueña de noche; aprendió sin querer a conocerse a sí mismo; siguen sin gustarle las comparsas y los borregos, ya no es nuevo en cuestiones de amor y desamor, sabe bien que algún día se encontrará con Alicia en algún carnaval.

Y vivieron felices para siempre.

(Winston Tamayo, "Historias del desvelo. El amor después del amor")

Gotas de Vida

viernes, 20 de febrero de 2009



Con la lluvia como abrigo,
En la inmensidad del mar,
Vas rozando con tus alas,
La quietud de una mirada.

En la tristeza de una noche,
De locuras, de derroches,
Nace el viento de un lamento,
Maniobrando descontento.

Gotas de vida irán,
Danzando por tu piel,
Sin un momento cruel,
Tibias igual que ayer.

Con estelas de añoranzas,
Pintas sueños de cristal,
Fabricando un manantial,
De ternura y esperanzas.

Una mañana de abril,
Dibujó en tu perfil,
La quietud de una sonrisa,
Pasajera de la brisa.

Gotas de vida irán,
Danzando por tu piel,
Sin un momento cruel,
Tibias igual que ayer.

Y una mañana el Sol,
Te dijo… “ven aquí,
No llores sin razón,
Ven, estoy aquí.
Que tu rojizo paragüero,
No tendrá más agujeros,
Sólo el callado y llevadero,
De un dulce abrazo sincero”.

Gotas de vida irán,
Danzando por tu piel,
Sin un momento cruel,
Tibias igual que ayer.

(Miguel Ángel Cordones)

PD: Sueño cumplido.
Nota mental: "Tachar de la lista:
-Conseguir que alguien me haga una canción"

Alimaña

jueves, 19 de febrero de 2009



Arteria tuneada a golpe de alcohol,
Inmisericorde radiante de salvaje promiscuidad,
Sanguinaria rata que mata y ni siquiera se delata,
Raquítica y deforme especie de gallinácea endiosada.

Cuando lo seguro ya no tiene misterio,
Cuando el volar de tus alas es amparada por el techo,
Cuando tu negocio de ocio se transforma en cariño honesto,
Cuando todos te desean lo mejor y tú les vomitas encima…

No esperes cantos de dulces y emotivas sirenas,
Ni esperes que el dios del vatio te insufle oraciones reflexivas,
Ni siquiera pienses que algún día, en algún lugar, tú serás un hombre…

Porque los días de tristes lamentos han pasado,
Las noches de profundo sufrir se han apagado,
Ahora es el momento de lanzar un grito al aire,
Y decir sin temor…

Vamos, venid...
Que el río de sangre que habéis creado sea,
En última instancia,
El discurrir final de vuestras vidas.

No más salones vacíos de poder,
No más salvación, no más reducción,
No más decisiones amparadas en legislaturas anacrónicas.

Que la alimaña se destruya a sí misma sin más futuro que el pútrido aroma de cuatro paredes húmedas y descoloridas.
Que las almas de esos desalmados sean colgadas a las puertas de su propio infierno.
Para que todos puedan leer:

“Aquí yacen almas que pudieron ser y decidieron no ser.”

(Miguel Ángel Cordones)

Nota: Marta del Castillo, sin quererlo,se ha convertido en un símbolo en estos últimos días. Desde el respeto, el silencio y la indignacion este es un mensaje para ella y para todos. Porque el mundo no es peor por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa. Todos somos de alguna manera Marta. Todos tenemos algo de ella y a todos nos han robado un trozo de vida. D.E.P. y que la Justicia haga el resto.

Sólo tú

lunes, 16 de febrero de 2009



Detrás de los latidos secos que deja el reloj,
detrás de esta sonrisa a media asta y sin color,
detrás de los amigos y del humo a contra luz,
detrás de los espejos y las sombras estas tú...

Detrás de las pisadas de los que vienen y van,
detrás de un calendario que adelanta marcha atrás,
detrás de cada foto de su cara y de su cruz,
detrás de la prisión de mis nocturnos estás tú...

Y por más que me digo mil veces
que debo seguir y vivir,
y por más que reniego tu nombre,
no puedo librarme de ti.

Por que estás en las canciones,
en las costuras de mi cuerpo, en los colores
en otros labios y otros besos, en poemas
que me recuerdan que no estás,
en los silencios que de noche gritan en mi soledad.
En las mañanas, siempre desnuda de tu olor
en las ventanas, cerradas a este corazón
en estas alas, que ya no vuelan hacia el sur;
detrás de todo, detrás no hay nada más que tú...

Detrás de cada esquina de esta fría y gran ciudad,
detrás de ese teléfono que se olvidó de hablar,
detrás de las tormentas de la calma y la quietud,
detrás de otro gesto y otras voces estas tú...

Detrás de cada abrazo que hace despertar mi piel,
detrás de cada carta que escribí y que quemé,
detrás del negro cielo, el blanco invierno,el mar azul,
detrás de cada día y cada noche ahi estas tú.

Y por más que me digo mil veces
que debo seguir y vivir,
y por más que reniego tu nombre,
no puedo librarme de ti.

Por que estás en las canciones,
en las costuras de mi cuerpo en los colores,
en otros labios y otros besos,en poemas
que me recuerdan que no estás,
en los silencios que de noche gritan en mi soledad.
En las mañanas, siempre desnuda de tu olor
en las ventanas, cerradas a este corazón
en estas alas, que ya no vuelan hacia el sur
detrás de todo, detrás no hay nada más que tú,
detrás de todo no queda nada, sólo tú
sólo tú, sólo tú...

(Pastora Soler)

Cosas que hacer antes de morir

jueves, 12 de febrero de 2009



Voy a poner un cartel en mi puerta que diga:

-“SE BUSCAN COSAS CON LAS QUE DISTRAER EL PENSAMIENTO”.

Últimamente todo anda revuelto. Estoy viviendo un febrero vertiginoso. Voy a mil y no puedo parar, como decía aquella canción. Voy cuesta abajo y sin frenos y sé que de un momento a otro llegará el impacto. La película de mi vida se proyecta ante mis ojos en Cinemascope y en Dolby Stereo Surround y de repente estoy en medio de una de esas pesadillas en la que entras en una dimensión desconocida, un universo paralelo que se repliega sobre sí mismo, ves desaparecer el suelo bajo tus pies y empiezas a caer en picado.

Pero no puedo hacer nada excepto esperar, respirar hondo y engañar a la mente con cosas que hacer antes de morir. En el papel de Ann de Sarah Polley en “Mi vida sin mí”, he empezado a confeccionar listas de cosas que quiero hacer antes de que mi casita de chocolate se derrita y yo me quede como la Sirenita de Copenhague, cuando el castillo de naipes que he fabricado en los últimos años, se derrumbe por completo. Así, quiero: montar en globo, superar mi miedo a volar, comprarme algo extravagante en tonos fucsia, ver las estrellas desde un mirador, volver a bailar bajo la lluvia, dormir en la playa, tener un amigo famoso, aprender a tocar el piano, conseguir que alguien me haga una canción, enamorarme de un desconocido que no me vuelva a romper el corazón… y mil cosas más.

No me gustan los cambios y presiento que en breve todo va a dar un giro de ciento ochenta grados. Tengo el corazón a flor de piel. Por eso, cuando veo una ventana, me voy derecha hacia ella para tomar todo el aire que pueda entrar en mis pulmones y medio litro más, porque creo que me va a hacer falta para superar el vértigo del cambio. Las mudanzas me estresan en todos los sentidos. Aunque el orden ni me obsesiona ni me esclaviza, cambiar las cosas de sitio me puede llegar a desequilibrar emocionalmente. Porque, si hay algo que me saque de quicio, es tener que buscar las cosas que estaba segura de haberlas dejado en un sitio fijo. Cuando ocurre eso, me comporto como un ratoncillo blanco en el laberinto de cartón de un investigador psicópata: voy a los mismos lugares donde creía haber dejado mi trocito de queso, una y otra vez… Me monto en una noria mental y entro en un bucle sin retorno donde no encuentro la tecla de escape.

Si pequeños cambios me crean una psicosis, grandes cambios pueden suponer un maremoto emocional… Por eso busco cosas con las que no pensar. Cosas con las que poner la mente en blanco y dejar que lo que tenga que pasar pase de todas maneras. Total, yo no puedo cambiar las cosas… ¿o sí?

(La Dama)

En la Mañana del Mundo

miércoles, 11 de febrero de 2009



Apenas la caricia de tu mano.
Mi piel es de cristal cuando me tocas.
¿Qué apaciguada luz, qué temblor hecho brasa
se deslíe en mis ojos si me miras?
¿Dónde hiere tu risa y por qué hiere
si con ella me abres la mañana del mundo?
Tu existir me hace un dios y tú me creas.
No hay mayor claridad ni otro misterio.

(Abelardo Linares)

Un tsunami en el mundo de Oz

lunes, 9 de febrero de 2009



La historia se repite. Me cansa caminar en círculos concéntricos. Esta vida es un charco donde cae una gota de agua cada cierto tiempo que crea un pequeño tsunami emocional…

La gota de agua es conocida y por mucho que creas estar preparada para enfrentarte a ella , siempre te coge por sorpresa, con las defensas en el "taller de reparaciones urgentes para escudos deteriorados por el uso". Como una gripe, no te mata del todo, pero te humilla, y hace que te estrelles de bruces con esa realidad de la que te habías olvidado hace algún tiempo, desde que vives en la casita de chocolate de Hansel y Gretel.

Me cansa caminar en círculos, concéntricos o viciosos, que para el caso....

Se forma una gran espiral en mi microcosmos y acabo siendo Dorothy en el tornado que la lleva a buscar sin desearlo al Mago de Oz. ¡¡¡Odio los tornados!!! No quiero salir de Kansas para buscarle el corazón a un hombre de hojalata, el valor a un león cobarde y la inteligencia a un espantapájaros bobalicón…No soy una Dorothy abnegada. Ya no. Se me acabaron los altruismos en un lugar de este camino de baldosas amarillas. Soy una Dorothy que cumple con la ley, que paga sus impuestos, que no se mete con nadie, que no quema papeleras, ni hace graffitis en la calle y que trata de vivir pacíficamente en su pequeña cabaña rural una vida convencional sin grandes aventuras…

Pero….ohhhh….el mundo necesita sus dorothys y como andan escasos, echan mano de las veteranas retiradas de los cuentos de hadas como yo.

De manera que estoy de nuevo dentro del tornado buscando corazones, cerebros y valores para desconocidos…y así me va…El Hombre de hojalata no es que no tenga corazón, en realidad es que lo regala cada vez que se enamora. Hace unos días ha recibido su décimo desengaño amoroso y ya no quiere cualquier corazón, nooo… él quiere un corazón sin remiendos, uno que no haya sufrido nada, nada…como si fuera tan fácil encontrar uno así; el León, que es una rata de alcantarilla atrapada en el cuerpo de un felino africano, quiere ser caballero andante y luchar contra todos los molinos de viento del mundo…ingenuo…y el Hombre de paja desea ser premio Nobel de física…y no tiene ni el graduado escolar. Y para colmo se ofenden y dicen que no sirvo para encontrar lo que buscan…agghhh.

No sé donde tengo que ir para dimitir de mi puesto de Dorothy…

¿Dónde se habrá metido ese maldito Mago de las narices? Y…¿por qué tengo que hacer yo su trabajo?

(La Dama)

Despedida

sábado, 7 de febrero de 2009


"El principito enrojeció y después continuó:
-Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡¿Y esto no es importante?!.
No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos.".

"El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.
-Adiós -le dijo a la flor. Esta no respondió.
-Adiós -repitió el principito.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.
-He sido una tonta -le dijo al fin la flor-. Perdóname. Procura ser feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
-Sí, yo te quiero -le dijo la flor-, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo quiero.
-Pero el viento...
-No estoy tan resfriada como para... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.
-Y los animales...
-Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.
Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió:
-Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez.
La flor no quería que la viese llorar : era tan orgullosa..."


"-¡Buenos días! -dijo.
Era un jardín cuajado de rosas.
-¡Buenos días! -dijeran las rosas.
El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a su flor!
-¿Quiénes son ustedes? -les preguntó estupefacto.
-Somos las rosas -respondieron éstas.
-¡Ah! -exclamó el principito.
Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho que era la única de su especie en todo el universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín!
Si ella viese todo esto, se decía el principito, se sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados, pues sería capaz de dejarse morir verdaderamente para humillarme a mí también... "
Y luego continuó diciéndose: "Me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria. Eso y mis tres volcanes que apenas me llegan a la rodilla y uno de Ios cuales acaso esté extinguido para siempre. Realmente no soy un gran príncipe... " Y echándose sobre la hierba, el principito lloró."

(Fragmentos de "El Principito", Antoine de Saint-Exupery)

Para que habite entre su luz

jueves, 5 de febrero de 2009




Todo el mundo es luz y sombra
pero a él la sombra le siguió
más que la luz y oscurecía
de igual modo un suceso alegre
que el reposo entre dos abrazos.
Ese aire gris sobrevolaba
sus pensamientos día a día
y le acosó por los jardines
por los hoteles y sus camas
manteniéndole prisionero
del insomnio y la soledad.
Sólo el humo de un cigarrillo
o la ebriedad o la pasión
le apartaban ciertos momentos
de una suerte sin caridad.
Por eso ella le acompaña
cuando bebe y respira el humo
y le desviste y se desviste
para que habite entre su luz.

(José Agustín Goytisolo)

Abandonados



Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.

Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los dias que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?

Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.

(Gioconda Belli)

Canción

martes, 3 de febrero de 2009



Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.

(Piedad Bonett)

Sobre cartas de amor

lunes, 2 de febrero de 2009



Una carta de amor
no es un naipe de amor

una carta de amor tampoco es una carta
pastoral o crédito / de pago o fletamento

en cambio se asemeja a una carta de amparo
ya que si la alegría o la tristeza
se animan a escribir una carta de amor
es porque en las entrañas de la noche
se abren la euforia o la congoja
las cenizas se olvidan de su hoguera
o la culpa se asila en su pasado
una carta de amor
es por lo general un pobre afluente
de un río caudaloso
y nunca está a la altura del paisaje
ni de los ojos que miraron verdes
ni de los labios dulces
que besaron temblando o no besaron
ni del cielo que a veces se desploma
en trombas en escarnio o en granizo

una carta de amor puede enviarse
desde un altozano o desde una mazmorra
desde la exaltación o desde el duelo
pero no hay caso / siempre
será tan sólo un calco
una copia frugal del sentimiento

una carta de amor no es el amor
sino un informe de la ausencia.

(Mario Benedetti)

Palinfesto

domingo, 1 de febrero de 2009



Nunca se concibió regalo más apropiado. Juan Ramón bullía interiormente de ansiedad, fabulando con el provecho que podía arrancarle a aquella máquina antipática aunque, exteriormente, se esforzara en no transmitir el menor entusiasmo. González-el verdaderamente eterno, el poeta, que venía de Albuquerque, de una feria de poética electrónica-había acertado de pleno con aquel obsequio de colega. "Verás, verás qué rosas te van a salir con este aparato. Es magnífico. Sus posibilidades son infinitas. Podrás hacer lo que quieras: apretar las tuercas a los epítetos una y otra vez, engrasar los adverbios ad nauseam, clonar rosas nunca antes conocidas, dejar la rima auténticamente a punto y hasta pintar de amarillo los poemas, si te peta.


Acabáramos: la ingeniería poética toda a tu alcance; tan simultánea como asépticamente, sin borrones ni cuentas viejas. Sin manchas de tinta; sin huellas delatoras de la más nimia imperfección anterior. Virginal y pura, como nacida de la primera espuma de mar. Así será toda tu poesía."


A duras penas podía J. R. contener su entusiasmo demiúrgico ante aquella panoplia magnífica y turbadora que el destino, transfigurado esta vez en musa miope y masculina, ponía en sus manos pulcras de hipocondríaco.


Don Angel comprendió pronto el anhelo imperioso de soledad que iba corroyendo al moguereño y, casi acto seguido, decidió marcharse hasta la playa de Venice, California, donde carnes en rosa y pubis le esperaban, impacientes.


Entretanto, Juan Ramón, en poeta cenobítico, se había encerrado a solas con el artilugio y sometía a los signos a un vaivén de apariciones y desapariciones traumáticas por arte de un birlibirloque rítmico e incansable. Tecleaba, furioso, a lo Liszt, poseído por una manía perfectiva
de orden, cadencia y belleza. Y así fue dándole forma.


Tras cuatro días de cenobio azenobiado, por fin lo había conseguido. Sí, allí estaba. En la pantalla del ordenador se destacaban los firmes trazos del poema más hermoso jamás concebido. Un poema cuya perfección casi alcanzaba a herir sus ojos. Deslumbrado, J. R. se levantó, se alejó unos pasos y lo contemplo desde la distancia; con orgullo y satisfacción al principio, luego... Luego le sobrevinieron la duda primero y la inquietud y el temor después: ¿Qué demonios iba a hacer ya un poeta con sus aspiraciones colmadas por una composición cabalística, única y eterna como aquella? ¡No! sería el fin.


Nunca soltó prenda sobre aquel episodio. Quizás lo hiciera por temor o bien por desdén, pero lo cierto es que redujo la máquina a una masa informe de restos que chisporroteaban moribundos. Al rato, en unas exequias tan solemnes como afectadas, recogió en una caja aquellos despojos culpables e inorgánicos, se asomó ceremonioso al brocal y los arrojó al pozo blanco.


Me lo contaron los pájaros que se habían quedado cantando. Se lo juro.

(Carlos M. Gutiérrez)
 

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