Saltando el tiempo como quien salta vallas

lunes, 2 de junio de 2008


Ayer me encontré en la calle con una compañera del colegio. No la veía desde que teníamos diez años. Nos reconocimos porque ninguna de las dos ha cambiado de aspecto en lo esencial. Y cuando digo “en lo esencial” me refiero fundamentalmente al color del pelo. Cuando llegas a la adolescencia lo normal es empezar la ronda de los tintes. Según como tienes el ánimo te pintas de rubio u de caoba, te das mechas, te cortas el pelo, te lo rizas o te pones extensiones. Usas tu cabeza como una pancarta protesta, contra tus padres, contra el sistema, contra el hambre en el mundo, contra la guerra en Oriente Medio, contra el armamento nuclear... Pero debe de ser que ninguna de las dos hemos tenido grandes altibajos durante estos años, porque no hemos cambiado prácticamente nada el pelo, razón por la que, tras unos segundos de incertidumbre, acabamos deduciendo que, efectivamente, éramos nosotras.
Después de comentar a grandes rasgos los acontecimientos más importantes de nuestras vidas –ella se casó a los veintitrés y es una magnífica ama de casa, separada, en el paro y con tres hijos- repetía mirándome atónita a los ojos: cómo pasa el tiempo… Yo, que nunca me he subido al carro del parecequefueayer, yo, que jamás he sentido nostalgia por mi pasado más remoto, en el sentido de tener la necesidad de volver a repetirlo y me he comportado como una saltadora de vallas a través del tiempo.... no volvería de nuevo a aquellos años de la infancia y la adolescencia tan confusos, tan sombríos… Es más, no he asistido ni a una sola de las reuniones de la asociación de antiguos alumnos. Tal vez porque prefiero quedarme con el recuerdo de lo que fuimos, que enfrentarme a los efectos del tiempo. Tal vez porque si no he cambiado en las formas sí lo he hecho en el fondo y porque volver a encontrarme con aquellas niñas que habitan mi pasado, es hacer un involuntario ejercicio de regresión, volver a adoptar aquel rol donde yo era la niña que batía todos los records en sobresalientes; la niña, que por esa misma razón, casi siempre jugaba sola en los recreos.

La Dama

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