La Lavadora Humana

lunes, 2 de junio de 2008

Soy Tauro. Ya lo he dicho en alguna ocasión. Y aunque no creo en la predestinación, no descarto que haya algo de verdad en todo esto del mundo astral. Reconozco que yo encajo perfectamente en el paradigma del Tauro.
Hoy he leído en una página sobre futurología esto:
“Un Tauro suele ser práctico, decidido y tener una gran fuerza de voluntad. Los tauro son personas estables y conservadoras, y seguirán de forma leal a un líder en el que tienen confianza. Les encanta la paz y tranquilidad y son muy respetuosos con las leyes y las reglas. Respetan los valores materiales y evitan las deudas. Son un poco reacios al cambio.
Son más prácticos que intelectuales, y como les gusta la continuidad y la rutina, suelen ser de ideas fijas. Los Tauro son prudentes, estables y tienen un gran sentido de la justicia. No suelen hundirse ante las dificultades sino que siguen adelante hasta salir.
Los tauro son sensuales pero prácticos, y en este sentido son parejas fieles y consideradas. Son buenos padres y no resisten demasiado lejos de su pareja ni tampoco de sus hijos. Tienen bastante amor propio y tienden a ser posesivos pero si su pareja intenta hacer las paces y comprenderles, hacen un esfuerzo para olvidar su enfado”.
La palabra “práctico”, que se repite una y otra vez, cae sobre mi cabeza como una losa. La verdad es que ese sentido del pragmatismo me ha acompañado siempre y es un arma de doble filo. Por un lado me ha hecho mantener la cabeza fría ante los varapalos de la vida y por otro me ha limitado algunos sueños que, de haber sido… pongamos: Aries, Piscis o Géminis, tal vez no me hubiese perdido. De ahí la nostalgia de las cosas que nunca hice…Pero no lo puedo remediar: soy esencialmente un ser de naturaleza “práctica”, como un electrodoméstico.
Pessoa escribió una vez: “La vida práctica siempre me pareció el menos cómodo de los suicidios”.
Pero nunca es tarde. Es una buena señal pensar ahora que en este momento de la vida debo de dejar mi espíritu práctico y racional a un lado para empezar a vivir por fin mi propia historia. Hasta ahora siempre he tenido la sensación de vivir una vida pensada por otros. Siempre fui una persona buena: una niña buena, una buena estudiante, una buena amiga, una buena compañera de trabajo… siempre me he comportado conforme a las previsiones de los demás. Me he llegado a sentir, salvando las diferencias, como la protagonista de “Mi vida sin mí” de Isabel Coixet. Una salida de tono en cualquier otra persona que no sea yo es justificable y humano. En mi caso, es un grave error, atribuíble -por ejemplo- a un proceso febril.
Y ahora de nuevo el angelito y el diablillo que tienen mi cara y que me susurran al oído entran en conflicto. No sé a cuál de los dos le voy a hacer caso. Aunque creo que esta partida la va a ganar por primera vez el diablillo.
De cualquier manera la decisión tomada la voy a defender a muerte. Voy a sellar con hormigón los huecos de mi cabeza donde pueda caber la menor duda.
Acabo de descubrir que ser consecuente con las propias ideas es también otra forma de ser práctica.
Soy Tauro… No lo puedo remediar.

La Dama

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