Belleza Muerta

lunes, 2 de junio de 2008

La belleza moribunda de la finalista de Miss Sevilla 72 se cruza con la mirada del carnicero que estudia por las noches oposiciones para policía local, cuando ella fugazmente levanta los ojos para pedir la carne picada para la cena de los gemelos. Momentos antes ha pedido medio kilo de cebollas en el puesto de verduras para tener excusas convincentes para sus lágrimas diarias. Mientras, la siguiente de la fila, la chica malabarista que estudia empresariales, aguarda impaciente su turno de eterna segundona calculando el tiempo perdido en esta cola -en detrimento de su examen de mañana- y haciendo equilibrios con la carpeta de apuntes y un pack de Coca-cola. Inspirado en sus ojos, ocultos tras las gafas, el chico de mantenimiento repite torpemente en voz alta el único poema que aprendió en el colegio y a ella, que le ha sonado a luciérnagas en una noche de verano, siente que este día en el que le han vuelto a suspender la misma asignatura de siempre ya no es tan opaco; la casera del piso de estudiantes donde se aloja, lustrosa y satisfecha, la mira con la ternura con la que mira a su nieto de 26 años que acaba de aprobar el proyecto fin de carrera y lo celebra en estos momentos en el bar de la facultad. Él se siente desbordado por la alegría, por eso hoy se siente inmortal e invita a una chica americana de intercambio -que está buenísima- a una caña. Ella se la bebe de un trago porque no está en su país y este momento la americana está perdiendo los papeles “a la española”; con la cuarta copa está tan fuera de sí que le da un beso a un chaval mediocre tirando a feo que está al lado y que no da crédito a su suerte. Mientras, el camarero discurre entre tanta clientela, al ritmo de UB40 haciendo equilibrios con una caja donde mete los botellines vacíos y los vasos que los estudiantes dejan por cualquier sitio; nunca se cansa de poner bebidas y tapas, como hizo en su momento su padre que ahora está sentado en una mesa cobrando, mudo y bastante sordo- “para lo que hay que oír…”- piensa en su soledad con ruido de monedas y cajas registradoras. Más abajo un perro viejo y desdentado se levanta a cámara lenta y sale un rato a la calle, ladra a un chihuahua que lleva en la mano un señor de unos 60 con ganas de jubilarse para por fin pasar largas temporadas en el piso de Benidorm junto a su mujer, perfecta ama de casa que disfruta escuchando el chup-chup de las lentejas a fuego lento... dándole vueltas atrapada en el movimiento de una cuchara de madera… lo que él no sabe es que ella ha comprado medio kilo de cebollas esta mañana para llorar a gusto, recordando la juventud atrapada en aquel año en que casi ganó un certamen de belleza…

La Dama

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