Como brisa matutina

viernes, 25 de enero de 2013




La cojera de mi tristeza
la corrijo con un madero,
amor bastón ajeno al tuyo,
rama podrida por la termita
de un querer que me es ajeno.


Y aunque el infranqueable tiempo,
con sus doce garras anuales, no maltrata
la portada dermis de nuestros libros,
seis años han surcado en nuestras frentes
el abismo de nuestro alejamiento.


Pero fue el destino el puente
que cruzó el abismo, y el instinto amigo
empujó recuerdos frescos como el ahora,
que unieron las manos
de nuestros labios hambrientos.


Como brisa matutina,
susurro de amante
después de besar un trozo de cielo,
llegaste a mi centro, silenciosa,
aunque omnipresente en mi pasado.


Descorriste las cansadas persianas
que cubrían en mi rostro sus llorosas ventanas
por donde el futuro que entraba,
cada mañana para tomar desayuno,
olía a soledad en edad madura.


Con tu presencia, sonrisa constante,
hoy mi presente huele
a compañía en edad temprana
y será en edad madura
pasión de dos almas enamoradas.
(Pacegapoet)

Buen ambiente

domingo, 20 de enero de 2013



Estoy encantado con que la gente se case o que tenga hijos, me hace muy feliz verles así de contentos. Aunque no acabo de disfrutar de los momentos en los que te enseñan sus fotos de viajes de boda o cuando hay que ir a ver a sus hijos. Yo pensaba que les tenía que hacer ilusión a ellos y no tanto a los demás, pero como quiero llevarme bien con ellos e integrarme en el grupo; hago todos los esfuerzos para que disfrutemos todos.

Total, el otro día después de que Elena nos enseñara a los compañeros las fotos del viaje de novios a un complejo hotelero de Cancún, yo les enseñé las fotos de cuando celebré mi doceavo cumpleaños en mi apartamento, no eran de tan buena calidad como las de Elena, pero a mi me hacía mucha ilusión y como entendí que de eso se trataba: del entusiasmo que tiene uno en enseñar su vida privada. En cualquier caso yo les expliqué todas las fotos y les dije quienes eran cada uno de los invitados, me acordaba de todos.

A los dos días tuvimos que ir a ver al hijo de un compañero, que estaba muy mono y a mi me pegó una patada, pero como era un niño tan rico, pues no se la devolví. Tres días después yo les llevé a ver a un amigo que toca en un grupo heavy que se llama “los piojos afrodisíacos” y que son como niños. Estaban ensayando cuando llegamos y teníais que verlos: saltando, gritando, bebiendo cerveza, aquello era igual que una ludoteca y la cara que se le quedo a Elena cuando Charly le erupto en la cara ¡Que risa!. Nos lo pasamos genial, aunque mis compañeros se quisieron ir muy pronto porque al día siguiente tenían que madrugar, son demasiado responsables, siempre pensando en el trabajo y la familia.

Ahora estoy confundido, y es que después de esforzarme por ser uno más, no sé, les noto cada vez más distantes, ya ni me envían los mails con los power point que tanto les gustan, no lo entiendo, cuando habíamos empezado a entablar una relación de tú a tú, todo parece enfriarse, creo que tengo que organizar algo para que siga habiendo ese buen rollo entre nosotros. ¡Ya está! Como les molan los saraos esos de los bautizos y las bodas y demás, les voy a llevar a la Rave que organiza el Parreta en la Ermita, seguro que les encanta. Después de este fin de semana de desfase no me van a dejar en paz

¡Que suerte que nos llevemos tan bien en la oficina, hay tan buen ambiente!

(Marcos Hernando Jiménez)

Amor del tiempo


 
Dicen que hace tiempo caminan de la mano, que él no tiene ojos más que para ella, y que ella lo mira con la ternura del tiempo.
Dicen que se encuentran cuando nadie los ve a contemplar la luna, que él le acaricia el pelo, al que transforma en oro blanco entre sus dedos; que ella lo besa en la frente, atesorando sus recuerdos.
Cuentan que él la dibuja con los lápices más bellos y que ella le dedica cada día una canción en su piano viejo.
Dicen que hacen el amor, y vaya que lo hacen, todos y cada uno de sus días.
Dicen que hace casi setenta años él le regaló una rosa y ella le juró amor eterno.
 
(MariaL)

El hombre que perdió su tren




Como cada tarde llegaba a la estación, como cada tarde deshacía las horas entre palabras cruzadas y noticias teñidas de amarillo. Sólo la bocina del tren lo despabilaba de esas horas deshechas y le indicaba el momento de partir.
Así día tras día, sin ningún sobresalto llevaba su vida a cuestas, o sobrevivía...
El sábado se levantó con la sensación de que algo mágico le sucedería, aunque pensó que lo más emocionante que podía pasarle era poder completar de una vez por todas el crucigrama para comprar otro... y otro, y otro, y...
Como cada tarde llegó a la estación, se sentó en el banco del andén y esperó. Sólo la bocina del tren lo devolvió a tiempo para ver esos ojos color café que lo miraban desde un vagón que iba en dirección contraria. Nunca pudo apartar su mirada de ellos, eran ellos? Lo eran, no había duda que lo eran pero no podría alcanzarlos jamás. Atinó a decir con sus ojos todo lo que su corazón le susurraba en el pecho, hasta que ella partió hacia la próxima estación... Tres minutos fueron suficientes para descifrar lo que esos ojos le ofrecían sin mediar ninguna palabra, amor del bueno, el que pasa una sola vez y nunca más.
Allí quedó él, con su crucigrama en la mano y el alma estrujada de dolor, no es fácil ver cómo pasa el amor delante de uno sin nada para hacer, mas que unas entretenidas palabras cruzadas...

(MariaL)

El tesoro de Cristina




Con una pala sobre mi hombro caminaba lentamente por un lugar inimaginado, era oscuro y frío. Sutiles ráfagas de viento sobre mi piel procuraban detenerme, pero el deseo de encontrar una luz esperanzadora era más fuerte. Avanzaba siempre mirando hacia delante, hasta donde mis imperfectos ojos me permitían.

De repente, la luna iluminó un punto entre la nada; mis piernas temblaban y llegar a él se convirtió en mi único objetivo. Tropezando con las piedras y luchando con la noche, llegué finalmente a aquel punto perdido, mis brazos entumidos se estiraron y la pala cayó al suelo.

Me sentía en medio de un laberinto sin salida, como quien se halla en una encrucijada que no lleva a ningún lugar. Tomé la pala y con algo de esfuerzo empecé a cavar. Un arrasador aguacero llenó de lodo mi cuerpo y se regó por doquier haciendo imposible la labor. Parecía una tarea inconclusa, pero cesó la lluvia y pude continuar, empezó a formarse un agujero lo suficientemente grande para guardar este amor. Una vez ubicado en la base del agujero lo tapé con la misma tierra fértil que hoy lo mantiene vivo.

Hoy, tan sólo espero que tú encuentres mi tesoro, lo desentierres y aprendas a apreciarlo como lo más bello que un hombre entrega a una mujer…

(Hericuento)
 

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