Riqueza Efímera

domingo, 21 de febrero de 2010



Tu aspecto desangelado me produce una ligera desazón. No lo puedo negar. Ni evitar.
Recuerdo ayer cuando te mostrabas ufana, ligera de equipaje, despreocupada por lo que las sendas del camino pudieran depararte en el primer recodo. Salía a tu encuentro y te encontraba con el rostro fresco, como recién traída el mundo…, feliz por lo que tenías e ilusionada por ese futuro que te abría campos de posibilidades anchas. En ti se daba una cualidad: la seguridad. Suficiente para hablar un lenguaje de tú a tú sin imaginarte dar un quiebro a tus promesas.

Entonces se invertía en lujos sin mirar de soslayo a los vientos que traería el mañana, sin jugar con el factor riesgo que oculta una nube opaca, sin prever ese mínimo desnivel desequilibrante que a veces llega... Se creaban futuros en la certidumbre de hallarse en un pavimento estable, como quien juega a la ruleta rusa sabiendo de antemano en qué orificio se encuentra la bala. Con ventaja. Pero las ventajas no permanecen “sine die”; es más, acaban revolviéndose contra uno con la cólera del despechado. Pues hay un eco longevo en la vida que nos alerta de los peligros, y de las traiciones, que conllevan una confianza ciega que no camina cercana a la inapreciable compañía de la duda. Al menos.

Hoy veo aquellas que fueron tus moles, verdaderos gigantes industriales que atraían y dispensaban capitales a espuertas, balancearse como el badajo en la campana, a derecha y a izquierda, pero sin fijar su destino en puerto claro; y hago empeños por no pensar que se trata de una película de ciencia ficción con sus incalculables efectos especiales, que crees que sólo ocurre ahí, en la pantalla: los solares dibujan un escenario que derrama lágrimas por todas sus costuras, mientras el sol se encarga de denunciarlo cada día con sus dolorosos rayos alumbrando “eso que algo fue”. Los carteles en las viviendas anuncian que el fantasma del embargo cayó con dureza sobre una familia que Dios sabe qué ventura (desventura) acudirá a sus insomnios cada vigilia. Y los créditos bancarios se comportan como esa chica que empeñó su amor “hasta la eternidad”, pero que un día volvió a casa para hacer su muda en media hora, sin apenas acordase de tu nombre, para decirte ‘adiós’.
Es una fotografía sin consuelo de quien en otros tiempos ocupó el centro de las pasarelas económicas... Quien hoy languidece, descreída de su realidad. Contrariada. Enfrentada a un espejo que le devuelve una imagen irreconocible.

Pero hay, en cambio, una sonrisa baja (o tímida) que se insinúa en tu rostro. La veo. Un gesto que me recuerda con levedad la gracilidad de tus movimientos y la lozanía de tu cuerpo, en ese no tan lejano ayer. Que me transmite serenidad, paciencia… y un algo de fe; como quien pide una segunda oportunidad. Es la humilde voz que sólo deja el desgañitado dolor de quien ha perdido casi todo, el sonido arrepentido del desvalido que reconoce sus errores…
Y es cuando sigo creyendo que un mejor mañana es posible; porque las montañas, los bosques, la tierra… por mucha negrura que haya dejado sobre su superficie una cortina de fuego, siempre alberga, en su profundidad, el germen de lo que fue.

(Claudio Rizo)

2 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Anónimo dijo...

Lindo texto y bellas imágenes para hablar de algo no tan lindo, la crisis. Gracias por el blog. Lo disfruté otra vez, Dama.

Sol on miércoles, 24 de febrero de 2010, 12:49:00 CET dijo...

lindo escrito...
sempre nos cativando..
bjs.Sol

 

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