Treintaitantos

martes, 18 de noviembre de 2008



Mi hermano pequeño es padre desde hace un año. Hasta hace tres, él y yo íbamos a las reuniones familiares sin pareja. Él, desde que se convirtió en padre, está más unido al clan, que cada vez se parece más a la gran familia de Vito Corleone.
Anoche cené con mis hermanos y mis cuñados. Trataba de imaginar a Amor nº 14 a mi lado y me parecía estar viendo un dibujo de Roger Rabbit: todos adultos humanos y mezclados con una caricatura de Amor nº 14 con un explosivo de la marca ACME en su plato a punto de estallar.
Cuando vives asilvestrada, ningún hermano se queda a dormir en tu casa, a su paso por la ciudad que sigues compartiendo con tus padres, suele elegir la casa de los hermanos domesticados. Y si los visitas, te toca compartir litera con algún sobrino o vas a la habitación del ordenador. Es un ritual en las casas domesticadas y los rituales deben cumplirse.
La hermana asilvestrada trae memorias de otro tiempo, porque la manera de vivir recuerda a la adolescencia y siempre hace referencia al tiempo compartido con ella. La vida de mis hermanos es diferente, ahora que son más padres o esposos que hermanos o hijos. Cuando hablan de los niños tú te levantas de la mesa y te pierdes por el fondo buscando platos que lavar. Me siento fuera de lugar, como Bridget Jones en la fiesta equivocada disfrazada de conejita.
En esas reuniones familiares siempre se aprovecha para hacer recuento de los barcos hundidos y siempre estás en medio tratando de esquivar las preguntas que comienzan por un…¿Te acuerdas de ….?
La hermana asilvestrada les trae un poco el recuerdo de Espinete, Verano Azul o Mazinger Z y por un instante se olvidan de que han crecido y tienen responsabilidades, para volver a sacar a la luz ese niño que todos llevamos en el corazón.

(La Dama)

2 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Anónimo dijo...

No solo puedes tocar el tacto deshojado y tal vez algo educadamente previsible de tu realidad familiar, sino que esa mujer asilvestrada navega por mares de solitaria incomprensión, regalando vida en cada esquina solitaria, ofreciendo algo que no se paga con dinero: tu amor.
Conozco el sabor de tus sensaciones, Dama, lo conozco muy bien porque a mí también me ha tocado la varita del "ya-que-estas-solo-tienes-mas-tiempo-que nosotros-y-debes-dedicarte-más-a-tu-familia".
Tal vez yo no sea tu amor nº14 pero lo que sí se es que envidio a ese ser que un día sea capaz de llegar a tocar tu alma, que se despierte una mañana y te observe dormida simplemente por el placer de hacerlo hasta que despiertes, ese ser que te haga el desayuno y te lo ofrezca en una bandeja de plata acompañado de una rosa y una canción que te ha compuesto a tí y solo a tí, envidio a ese ser que te mime y que te cuide hasta el fín de los días.
Sí, de verdad le envidio, porque será él quien un día lleguará a conocer a que saben tus besos, a soñarte viva muy adentro, a oír cada día el murmullo de tu voz...suave y cálida y a descubrir la pureza que anida en tus ojos, límpidos, claros.
Oh!, sí, como envidio a tu amor nº14.
-ReyArturo

Anónimo dijo...

Preciosa forma de enfocar este tema.

Genial.

 

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