Fantasías

sábado, 23 de agosto de 2008



Sus manos en las caderas. Las yemas de los dedos presionando en el límite del dolor. Su aliento en el cuello. La respiración entrecortada. Antes, cuando hacía el amor con su marido, su mente volaba como una cometa con las cuerdas tensas, arriesgando en cada pirueta. Pero, desde hacía algún tiempo, el placer de planear había desaparecido. Todo se había reducido a unos movimientos rítmicos. Fricciones entre dos cuerpos totalmente carentes de pasión. Amaba a su marido, aunque amar siempre le había parecido una palabra presuntuosa. Pero la rutina, con la mecánica de un tractor, había aniquilado la ilusión. Y la pasión. Y las mariposas en el estómago. Se folla con la cabeza, pensaba ella. Y mi cabeza está embotada. Sin embargo, si cerraba los ojos e imaginaba a otro hombre, su placer era mayor. Era una fantasía íntima que se sentía incapaz de compartir. Hasta que un día conoció al hombre que había imaginado. Lo reconoció por su olor a tabaco. Su sonrisa torcida. Su mirada inquieta. Sin duda aquellos eran los dedos que conocían su cuerpo y sabían abrirlo y cerrarlo a su antojo. Lo deseó sin palabras. Fue una descarga eléctrica entre sus muslos. La atracción era mutua e intentar contenerse parecía sólo un despropósito. Cada paso que daba le conducía en la misma dirección. Quedaron en un hotel próximo al Retiro, una tarde de lluvia intensa. Él llegó primero. Se desnudó y dobló con cuidado su ropa interior. Ella prefirió dejarla desordenada sobre la moqueta. Le molestaba tanta corrección. Cuando la abrazó ella sintió que se lanzaba de cabeza a una piscina helada. Luego cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y, mientras él lamía su cuello, imaginó que hacía el amor con su marido.

(Juana Cortés Amunárriz,Primer Premio del Certamen de Relatos Hiperbreves de la Comarca del Bajo Aragón)

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