Círculos Viciosos

jueves, 28 de agosto de 2008



La belleza moribunda de la finalista de Miss Sevilla 72 se cruza con la mirada del carnicero que estudia por las noches oposiciones para policía local, cuando ella fugazmente levanta los ojos de eterna segundona para pedir la carne picada para la cena de los gemelos. Momentos antes ha pedido medio kilo de cebollas en el puesto de verduras buscando subterfugios para sus lágrimas diarias.
Mientras, la siguiente de la fila, la chica malabarista que estudia Arte Dramático y Biología, aguarda impaciente su turno calculando el tiempo perdido en esta cola – en detrimento de su examen de mañana- y haciendo equilibrios con la carpeta de apuntes y un pack de Coca-cola de 4 litros (su arsenal contra el sueño esta noche). Inspirado en estos ojos, oculto tras sus gafas, a su paso, el chico de mantenimiento repite torpemente en voz alta el único poema que aprendió en el colegio y a ella, que le ha sonado a luciérnagas en una noche de verano, siente que este día en el que le han vuelto a suspender la misma asignatura de siempre, ya no es tan opaco; envuelta en sus pensamientos, como si fuera transparente, se cruza con la casera del piso de estudiantes donde se aloja. La casera, lustrosa y satisfecha, sonríe mostrando su diente de oro cuando otro de sus “polluelos” le comunica por teléfono que emprende el vuelo tras terminar la universidad. Hay demasiado ruido de fondo en el sitio desde el que la llama. Es su fin de carrera y lo celebra en estos momentos en el bar de la facultad. Él se siente desbordado por la alegría, por eso hoy cree que es inmortal e invita a una chica americana de intercambio -que está buenísima- a una caña y en este mismo instante la americana está perdiendo los papeles “a la española”; con la cuarta copa está tan fuera de sí que le da un beso a un chaval mediocre que está al lado y que no da crédito a su suerte....
Mientras, el camarero discurre entre tanta clientela, al ritmo de UB40 haciendo equilibrios con una caja donde mete los vasos que los estudiantes dejan por cualquier sitio; nunca se cansa de poner bebidas y tapas, como hiciese años atrás su padre que ahora está sentado en una mesa cobrando, mudo y bastante sordo- “para lo que hay que oír…” piensa en su soledad con ruido de monedas y cajas registradoras.
Más abajo un perro viejo y desdentado se levanta a cámara lenta y sale un rato a la calle, ladra a un chihuahua que lleva en la mano un señor de unos 60 con ganas de jubilarse para no madrugar más y por fin pasar largas temporadas en el piso de Benidorm junto a su mujer, perfecta ama de casa que disfruta -o éso piensa él- escuchando el chup-chup de las lentejas a fuego lento... dándole vueltas hipnotizada por el movimiento de una cuchara de madera… lo que él no sabe es que ella ha comprado medio kilo de cebollas esta mañana para llorar a gusto, recordando la juventud atrapada en aquel año en que casi ganó un certamen de belleza.

(La Dama)

1 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Blas de Lezo on viernes, 29 de agosto de 2008, 13:36:00 CEST dijo...

Todos metidos en semejante brega por lograr lo que algúnos, los menos, conseguirán. El sueño deseado, mientras aquella mujer a la que nadie pregunta pasea entre ellos con el triste privilegio de la sabiduria donada por el cruel paso del tiempo.

Perfecta tu forma de reflejar esta vida que fluye sin pararnos a escuchar su sentido.

Gracias, Blas

 

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