Veraneando en la Puerta de "El Corte Inglés"

miércoles, 4 de junio de 2008


Hoy me he encontrado a una antigua compañera en la calle. Mis conversaciones con personas conocidas con las que nunca he mantenido una relación fuera de lo profesional se reducen a hablar de trabajo y, por estas fechas, también de vacaciones.
Después de lanzarme de soslayo que se va a Escocia me ha preguntado que dónde voy yo a veranear este año. Después de pensarlo dos segundos y, teniendo en cuenta que yo en verano hago de todo excepto irme de vacaciones, le he dicho que voy a veranear en la puerta de “El Corte Inglés”. Y no lo he dicho de broma.
Tener experiencia no me ayuda a superar obstáculos nuevos. El arte de la improvisación me ha sacado de más apuros. Ser inteligente y estar sobradamente preparada no me ayuda a encontrar trabajos dignos. A veces es más útil una minifalda estampada con la adecuada máscara de pestañas. Disculpas a las feministas: se trata de aplicar la ley de la supervivencia. Soy muy pragmática por parte de padre y horóscopo – a las pruebas me remito- y las hipotecas no se pagan con idealismos. Tener un pai-pai no me ayuda a superar cuarenta grados a la sombra. Ser de estatura media no me otorga privilegios en el autobús (últimamente tampoco ser ancian@ o estar embarazada). Pero hay una axioma que sí se cumple: atravesar una sola vez la puerta abierta de El Corte Inglés cuando estas sofocada por el verano más caluroso de la última década (al parecer todos los años nos superamos) da un segundo de placer y aumenta diez puntos la calidad de vida.
Puede que el verano no se presente especialmente prometedor, pero pasar por una puerta que tiene el aire acondicionado al máximo para hacer el número de “La tentación vive arriba” estilo Marilyn a las tres de la tarde no tiene precio. Quien no se consuela es porque no quiere…


La Dama

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