La mochila roja me ha devuelto la memoria

lunes, 2 de junio de 2008

Voy siempre distraída y con prisas, como el conejo del cuento de Alicia, gritando “¡¡Voy a llegar tarde, voy a llegar tarde!!”. Por la misma razón no me suelo fijar demasiado en la gente con la que me cruzo cuando voy por la calle andando o conduciendo el coche. Muchos me lo reprochan –ya ni saludas ¿eh?; el otro día pasaste a un metro de mí y ni te diste cuenta -. Lo reconozco. Cuando conduzco, y cuando no lo hago, estoy en las nubes. No es que vaya demasiado concentrada en la carretera, simplemente no me fijo. Llegar a sitios habituales, como mi lugar de trabajo, es algo rutinario y por tanto no supone un esfuerzo adicional de memoria. Parece que al coche le activo el piloto automático y me lleva solo hasta allí.
Pero a veces resulta preocupante cuando me sorprendo a mí misma llegando a lugares sin ser capaz de recordar nada de lo que he hecho para llegar hasta ellos. Y entonces se me viene a la memoria uno de esos reportajes deplorables de programas de tele-basura donde entrevistan a alguien con cara de vivir en otra dimensión que se encarga de ridiculizar el entrevistador de turno para escarnio general; uno de esos personajes descubierto en algún espectáculo ambulante o vagando por la calle, haciendo cualquier cosa para sobrevivir, que tras conseguir sus quince minutos de gloria, vuelve al anonimato.
El personaje en cuestión, consternado asegura haber sido abducido por unos extraterrestres, una noche de luna llena, tras ser conducido mediante un haz luminoso hasta un platillo volante. La procedencia de los extraterrestres suele coincidir. Casi todos vienen de Ganímedes –dudo mucho que sepan dónde está Ganímedes-.
Las versiones sobre la historia varían según el narrador. Algunos aseguran haber sido violados repetidamente por cientos de seres de luz de ojos saltones que se comunican por telepatía, antes de ser devueltos a la carretera unos segundos después pero a cientos de kilómetros de distancia. No entiendo el error de cálculo en seres tan perfeccionistas. El objetivo de la violación en masa, resulta ser la creación de una raza de extraterrestres con forma humana que tratan de camuflarse entre nosotros para conocernos mejor y conquistar nuestro mundo. Un misterio. Me acuerdo del último freakie –nombre genérico que usan para los entrevistados - y pienso si no habré sido abducida por una inteligencia superior a la altura de Tomares. Me tranquiliza comprobar que no tengo un microchip en el ombligo.
El caso es que no me fijo demasiado cuando conduzco. Sin embargo, ayer fue distinto. Algo captó mi atención. Fue como un despertar del coma. Una mochila roja en el arcén, unas gafas de sol con cristales de espejos y un pulgar levantado. En aquel preciso momento, recuperé la memoria y me acordé de ti, remontándome a muchos veranos atrás cuando hacíamos esa locura de parar coches desconocidos, para vivir eso que llamábamos “aventuras”. Lástima que ahora ambas tengamos amnesia…

La Dama

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