Extraterrestre

lunes, 2 de junio de 2008

Por culpa de mis extrañas jornadas laborales, cuando vuelvo a casa siempre me toca almorzar o cenar sola. Cuando llego los pequeños electrodomésticos son mi objetivo: el microondas es mi mejor aliado y la tele le pone la banda sonora a mi vida. Mi madre me suele acompañar mientras como y haciendo coros con el presentador del telediario me llena el silencio con sus aventuras del día: que si ha ido a tal o cual sitio; que si ha escuchado en la radio tal o cual noticia; que si le han contado tal o cual rumor en el barrio o que si se ha estropeado este o aquel aparato. Son los ecos de una forma de vivir (sin horarios, sin verdugos, sin jefes, sin teclados...) que se me hace difícil de compartir, pero que yo escucho sin comprender del todo.
No sé muy bien quién es Gertru, la mujer del taxista. Sí, ya sabes la hija del zapatero que murió el año pasado... Ni consigo enterarme de por qué se tuvo que separar. Y se fue a vivir con un amigo de su hermano. No entiendo por qué la vecina de su madre, la que tenía la tienda de ultramarinos de la esquina, antes de que se convirtiera en una mercería que tuvo que venderla porque el marido era alcohólico (y hay quien dice que le daba al porro también), ha readmitido en su casa al tal marido después de tantas infidelidades y tan mala vida que le daba...
Desconozco cuando empezó la devoción de mi madre por Mª Teresa Campos. Y por leer a todas horas los augurios para el nuevo año de los del signo acuario. Su adicción a los culebrones latinoamericanos se pierde en la noche de los tiempos…No, no entiendo muy bien nada de eso, se me escapan los detalles de sus “pequeños vicios” por las costuras de la ropa, pero sí escucho el mensaje subliminal de fondo que hay detrás de toda esa verborrea: "Estoy bien. Soy feliz. Me gusta mi vida".
Es tranquilizador oír eso de tu madre. De alguna manera da sentido a tu vida y a tu esfuerzo de cada día; hace que todo tu propio universo diminuto esté en equilibrio con el cosmos. Veréis: una se esfuerza en ser... aceptable (no me atrevo a decir buena, ni la mejor, ni nada de eso. Simplemente aceptable). En el trabajo, en las relaciones personales, en lo social, en lo económico, etc … en lo tangible y en lo abstracto. No es fácil la batalla con las rutinas cotidianas y las pequeñas miserias propias en conflicto con las de los que te rodean. Yo tengo, por supuesto, mis propios incentivos y metas, pero es asombroso, con lo años lo he descubierto: qué porcentaje tan amplio de mi bienestar depende del suyo.
En el trabajo los éxitos me inflaman el ego, los retos me estimulan, pero la satisfacción personal de ver a “mi gente” feliz, contribuye a que todo cobre sentido. Es lo que llamo "Mi Felicidad Chica". La grande, la de verdad, la que hace que la vida valga la pena es algo íntimo, que sólo deriva de la evolución personal y la armonía interior. El esfuerzo o apertura a ella es el motivo fundamental de la vida de cada uno. Como dijo alguien una vez: “la vida no está para entenderla, sino para vivirla”. Pero, en mi caso, no concibo esa gran felicidad sin la concatenación de un millón de felicidades diminutas.
Pero no todo en la convivencia diaria es felicidad. La mitad del tiempo no entiendo nada de nada de lo que se cocina en su cabeza. Como hija experimentada he desarrollado técnicas que me permiten esquivar las tormentas y disimular mi desconcierto. La idea es acertada. Me va relativamente bien, aunque no ha dejado nunca de asombrarme la capacidad de ella para hacer que me sienta como una extraterrestre… en mi propia casa.

La Dama

1 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

Anónimo dijo...

Yo me siento muchas veces igual

 

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