Cartas Amarillas

lunes, 2 de junio de 2008



No hay nada más lacerante que volver al pasado intentando encontrar momentos mejores y descubrir que nunca existieron. Acabo de releer un par de cartas de una extensa colección, pertenecientes a uno de tantos amores platónicos que permitieron en su día aligerar mi pesadumbre de vivir. A veces me autoflagelo con este tipo de recuerdos, de los que me resisto a desprenderme, y que me vinculan todavía a un pasado sin pena ni gloria del que mi presente no echa nada de menos.

Eran otros tiempos. Yo hacía cosas extrañas como escribir en el océano de mis noches a un programa de la radio adoptando una personalidad distinta bajo un seudónimo. Mis propios Dr. Jeckyll y Mr. Hyde se disputaban el cuerpo de una estudiante universitaria cansada de una vida rutinaria que se inventó un nuevo “yo” para salir de su infierno particular. Fue un tiempo de auténtico desdoblamiento de personalidad. Conocí a muchos seres solitarios ávidos de comunicarse. Al principio era fácil, tan sólo se trataba de intercambiar palabras a través de inocentes cartas. Con la confianza todo se iba complicando y finalmente la historia siempre se repetía: ellos sentían la necesidad compulsiva de venir a conocerme “desde el infinito y más allá”, para descubrir quién se ocultaba tras la máscara del misterio de unas cartas más o menos bien redactadas. Cuando conocían a la estudiante pretendían hacerse inquilinos de un apartamento con vistas a mi corazón del que yo solía huir. Mi intención no era atarme a alguien como quien se agarra a un salvavidas, tan sólo comunicarle al mundo que me estaba ahogando y que lo único que me mantenía a flote eran esas palabras en forma de cartas. Cada rechazo era una nueva ruptura.Y otra vez vuelta a empezar desde cero.

En realidad guardo estas cartas no por las personas que las escribieron, que tan sólo hicieron en mi vida una escala sin regreso de su viaje hacia otra parte, sino porque ellas son testigos de aquel trozo de mi historia en el que más que vivir me dediqué a sobrevivir como pude, inventándome lo que a la vida se le olvidó.

La Dama

0 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

 

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