Boomerang

lunes, 2 de junio de 2008

Cada edad tiene sus tópicos. La infancia: el mundo se aprecia desde una óptica rosa, a la altura de las rodillas de los adultos. La adolescencia: la guerra contra la regla, la guerra contra el acné, la guerra contra tus padres, las transgresiones en la ropa, el inconformismo, el nadar a contracorriente, el primer amor vivido como si detrás de él sólo existiera una inmensa nada. La Universidad: te ves obligada a rebelarte en contra del sistema establecido, aunque no sepas muy bien de qué van las cosas y en qué consiste eso del sistema establecido… Cuando rondas los treinta: comienzas la reconciliación con tus padres, con el acné y contigo misma. Y entonces, cuando más equilibrada te encuentras, tus amigas se ponen de acuerdo para hacerte la pregunta por antonomasia: ¿A ti te llaman señora? Ahora, que ya no me incomoda lo más mínimo la expresión, contesto: “por supuesto que sí”. Llevas años de entrenamiento con las dependientas de “El Corte Inglés” que desde que ven que tienes dinero para comprar una base de maquillaje Dior te sueltan el “señora” a bocajarro, pero como tú no te das por aludida, no te ofendes lo más mínimo e incluso te resulta hilarante. El límite del respeto y las reverencias para las dependientas que trabajan a comisión no está en la edad que aparentas, sino en la marca que compres.
Hace unos meses estaba con unos estudiantes en una cafetería. El camarero usando una cantaleta rutinaria iba preguntándonos a todos lo que queríamos: ¿Y tú chica qué quieres? ¿Y tú chaval? Cuando llegó mi turno soltó: ¿y usted señora? Señooooraaaa. Todos clavaron la mirada en mí intentando buscar las patas de gallo que aún no me delatan. El “señora” llegó hasta las Seychelles dio la vuelta y volvió, como un boomerang. Y yo me quedé hecha un nudo. Afortunadamente reaccioné en milésimas de segundo. Lo suficiente para pedir un café y seguir conversando para disimular lo incómodo de la situación.
Y es que, ahora que ya he mudado la piel de serpiente, sigue sin hacerme ninguna gracia la palabra señora, pero cuando la oigo ya no me doy la vuelta buscando víctimas.
La Dama

0 Gotas de Lluvia sobre mi Paraguas Rojo:

 

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